“Aquellos que hacen revoluciones se parecen al primer
navegante, que fue instruido tan sólo por su audacia”
Saint-Just, 3 de marzo de 1794.[1]
Joan Tafalla
La revolución que fue la madre de todas las revoluciones del siglo XX, la revolución rusa de 1917 fue un acontecimiento insólito y complejísimo que no respetó ningún esquema ni pronóstico. Aún hoy, a pesar de las montañas de bibliografía escritas por historiadores, filósofos y propagandistas de todo tipo se nos presenta como un misterio: ¿Cómo y por qué se produjo esa revolución de inmensas consecuencias?
Antes de contestar a la pregunta: “¿Qué hacer hoy con la revolución rusa?”, considero necesario hacer dos reflexiones previas.
La primera de esas dos reflexiones trata de acercarse a la naturaleza misteriosa y excitante de la revolución en general y a sus condiciones de posibilidad. La segunda reflexión se centrará en las circunstancias y el contexto que permitieron la revolución rusa de 1917.
Ambas reflexiones me permitirán concluir con una respuesta a la pregunta que encabeza este texto.
1. De la naturaleza excitante y misteriosa de las revoluciones.
1.1. Quiénes hacen las revoluciones y cuáles son sus motivos.
Se suele decir: “la revolución jacobina” o bien, “la revolución bolchevique”. Se trata, desde luego, de un error de etiquetaje. A mi modo de ver, las revoluciones no las hacen los revolucionarios más o menos profesionales o más o menos permanentes. Las revoluciones las hacen las decenas de millones de personas cuya aspiración no es hacer revoluciones, si no, simplemente, sobrevivir, “llegar a fin de mes”, o dicho de otra manera: tener paz, pan, tierra, techo y trabajo. Y se ven obligadas a hacer la revolución sólo en aquellas coyunturas en que las clases dominantes ya no pueden dar respuesta positiva a esas necesidades radicales de las clases subalternas. Mientras la dinámica del desarrollo capitalista permita satisfacer estas necesidades, o mientras esas demandas permanezcan en la fase económico-corporativa, el movimiento de las clases subalternas será cooptable, integrable, podrá ser subsumido por el bloque en el poder. En ese caso, la exigencia de cambios, deja de ser una molestia para el sistema: se transforma en el motor de una nueva etapa de la acumulación de capital.
Sólo en muy determinadas formaciones sociales, y en muy determinadas y complejas coyunturas, cuando estas necesidades radicales, de supervivencia no pueden ser satisfechas, cuando van a contrapelo de la dinámica y de las necesidades de la acumulación capitalista, el movimiento de la clases subalternas puede adquirir un tinte subversivo. La reunión de este cúmulo de circunstancias puede constituir la condición de posibilidad de un nuevo orden social. Puede permitir el surgimiento de una voluntad general revolucionaria. Pero una condición de posibilidad no es suficiente.
Para que se produzca una revolución se debe existir o se debe crear un nuevo orden previa y molecularmente en los intersticios capilares del viejo orden.
1.2. ¿Cómo surge un orden nuevo en las entrañas del viejo orden?
Así pues, cuando nos preguntamos sobre el conjunto de fenómenos sociales que se incluyen en el polisémico concepto de revolución surgen numerosas preguntas:
¿Cómo surge de manera lenta y molecular, desde los recovecos más intrincados y capilares de las entretelas de la vieja sociedad un movimiento social que, en muy determinadas circunstancias podría acabar superándola?
Los millones de mujeres y hombres que, aún sin haberlo proyectado ni imaginado se ven abocados a participar en la revolución, ¿en qué modo acumulan y socializan sus experiencias sociales hasta llegar a la conclusión de la necesidad de un cambio radical?
¿Cómo se crean nuevas culturas materiales de vida o de qué modo re-crean o re-interpretan las viejas tradiciones con el fin de dar respuestas a las cuestiones acuciantes de la actualidad?
¿ En qué modos las clases subalternas ensayan de manera casi imperceptible nuevos usos y costumbres en los intersticios del tejido social de la vieja sociedad y de qué modo esta acumulación va creando un nuevo orden social en el interior del antiguo régimen?
¿Cómo se produce esa especie de paradoja gramsciana de que para que una clase subalterna se eleve a la condición de clase nacional o dirigente debe haber conquistado previamente la hegemonía en la sociedad?[2]
1.3. Tiempos cortos y tiempos largos de la revolución.
Los tiempos cortos de la revolución son aquellas coyunturas en que la tormenta perfecta compuesta por el binomio leniniano (los de arriba ya no pueden continuar dominando en el modo en que lo hacen / los de abajo ya no pueden vivir como lo hacían) impone a las fuerzas en presencia una confrontación decisiva, impone la guerra de movimientos. Son coyunturas que se dan muy escasamente en la historia y que son particularmente breves. Saint Just lo advirtió muy tempranamente y lo expresó en frases que se hicieron célebres: "La primavera de los pueblos es corta" o "La libertad pasó como una tormenta".[3]
Una rememoración defectuosa o mítica de estos momentos excepcionales lleva a muchos a confundir las revoluciones con un acto de técnica militar realizado por unos especialistas. Es un error que comparten tanto los panfletistas reaccionarios tipo Mira Milosevich,[4]como los revolucionarios impacientes. Los primeros dicen: la revolución de Octubre fue un golpe de Estado hecho por una minoría. Y los segundos, víctimas de un extraño síndrome de Estocolmo les dan la razón. Por parte de los primeros se trata de un intento de negar el carácter democrático de la revolución rusa de 1917. Para los segundos, esta rememoración mítica se presenta como una ideología justificatoria de todas las impaciencias. Es el opio de los partidarios de la frase revolucionaria.
La realidad es que los tiempos cortos de la revolución suelen ser menos cortos de lo que muchos piensan: diez años para la revolución francesa (que muchos confunden con las grandes jornadas del 14 de julio de 1789, del 10 de agosto del 92 o del 30-31 de mayo de 1793); 20 años entre 1905 y 1923-24, para la revolución rusa. Algunas interpretaciones de la revolución rusa amplían esta cronología hasta 1861.
Aquellos que confunden la revolución rusa con el momento técnico del asalto a un Palacio de Invierno, que estaba prácticamente vacío en el momento de la entrada de los guardias rojos, confunden el efecto por la causa. La inmensa revolución social en curso había transformado la residencia del zar en un símbolo huero y caduco de un poder en estado de colapso.
Detengámonos un momento en los tiempos largos previos a la revolución. Son los largos periodos anteriores a la coyuntura revolucionaria, en que "piano, piano" se reúnen las condiciones objetivas y subjetivas[5]a nivel nano-social, molecular, capilar. Pequeños amotinamientos, rituales o prácticas religiosas antagónicas con el dogmas de la religión oficial, actos rebelionarios[6]multiplicados en todo lo largo y ancho del territorio, de la sociedad y del tiempo, hasta producir una nueva cultura material de vida, una nueva civilización, un nuevo orden, un ethos, una voluntad que pugna con el orden imperante, hasta vencer.
Una nueva cultura material de vida que se suele clasificar como hecho subjetivo (reductivamente algunos llaman a eso ideología), pero que es un potente factor objetivo: tiene la fuerza material de los inmensos actos materiales que inspira. Esos actos, con la ayuda de alguna coyuntura especial (una guerra prolongada más allá de lo prometido en los discursos patrióticos iniciales, una crisis prolongada y recurrente de las subsistencias, un exceso escandaloso de codicia en la acumulación de capital y de beneficios, una crisis política, una crisis de régimen político) quizás algún día se convierten en la tormenta perfecta: la revolución.[7]
A nivel internacional y de período histórico, los tiempos largos post-revolucionarios, pueden ser considerados los periodos históricos en el que se prolonga el impulso de una revolución. De aquellas revoluciones que crean épocas históricas, Gramsci,[8]y después Eric Hobsbawm,[9]entre otros, afirman que la revolución francesa se prolongó en diferentes oleadas (1830, 1848) hasta su último episodio en 1871 cuando, después de una masacre de 30.000 communards, la burguesía francesa consiguió finalmente estabilizar su hegemonía creando la Tercera república. El impulso de la revolución francesa duró pues, mucho más de la cronología corta 1789-1799, y marcó el proceso histórico francés y, más allá europeo, a pesar de la "congelación" de la revolución, a pesar de Termidor, a pesar del bonapartismo y a pesar del Congreso de Viena y de la Santa Alianza. Algo parecido podemos predicar de la revolución rusa cuyo impulso, pese al Termidor estaliniano, siguió impulsando la historia del siglo XX hasta su agotamiento total a finales de los año ochenta del siglo XX.
1. 4. La revolución y el progreso
A menudo las culturas revolucionarias de los siglos XIX y XX han estado teñidas de una concepción teleológica del progreso. Conscientemente o no la corriente principal de estas ideologías revolucionarias derivan de la peor de las dos Ilustraciones: la fisiocrática de Quesnay, Turgot y Condorcet.
Una derivada de esta ideología progresista consistió en el llamado “deber de civilizar a los pueblos coloniales”, predicado por el republicano francés Jules Ferry en el Parlamento francés durante el crucial debate sobre el colonialismo que se desarrolló en el año 1885. Se trata del universalismo europeo denunciado por Wallerstein[10]o de la exportación de la libertad que tan bien ha descrito Luciano Canfora.[11]
Cuando Kautsky i Berstein inventaban el marxismo lo contaminaron con esa teleología del progreso, vinculada a la mundialización, al colonialismo, al desarrollo del capitalismo como si éste fuera, en sí mismo un progreso.[12]En base a esta ideología progresista no se entendieron, por ejemplo, las terribles consecuencias de la privatización de los bienes comunes en la agricultura, de la destrucción de los usos y costumbres de la comunidad agraria, de la creación de un mercado de las subsistencias primero nacional y luego mundial.
Pero la Ilustración no es un concepto unívoco: existieron varias ilustraciones. Contemporáneamente y contra los fisiócratas escribían Rousseau, Mably, el caballero de Jaucourt o Didérot. De esta Ilustración, republicana, igualitaria, democrática, anti-colonial, bebieron Robespierre, Saint-Just, Babeuf i Bounarroti. De ellos bebieron, a su vez, Bronterre O’Brien y los primeros cartistas ingleses, también la Liga de los Justos y, con ella, Marx y Engels. Aunque es innegable que en el primer Marx y sobretodo en el primer Engels la contaminación progresista es bastante visible,[13]Kevin Anderson, Theodor Shanin, Maximilien Rubel y Marcello Musto, han mostrado de manera suficiente la evolución del Marx impregnado de progresismo principios de los años 1850’s hasta las posiciones maduras de Marx sobre la comuna rural rusa o india, sobre el campesinado, sobre el colonialismo, sobre la cuestión nacional o, en general, sobre las sociedades no occidentales.[14]
Cien años más tarde de la revolución de Octubre quizás convenga ya revisar nuestro concepto de progreso, teñido de eurocentrismo, de evolucionismo, de positivismo y de desarrollismo a la Rostow. Frente el marxismo dominante en el siglo XX se levanta la severa y crítica figura del último Marx (1870-1983) que afirmaba sarcásticamente que él "no era marxista". Se elevan Antonio Labriola, Antonio Gramsci, José Carlos Mariátegui, Georges Luckács y, aunque a alguno le sorprenda que coloque su nombre en esta lista, el Lenin más marxiano y menos kautskyano, posterior a 1914, el Lenin que rompió nítidamente con el marxismo inventado por Kautsky y Berstein.[15]
2. A cien años de 1917. La revolución y la fuerza de las cosas.
La fuerza de las cosas quizás nos conduce a resultados
en los que, de ninguna manera, habíamos pensado..
Saint-Just, 26 de febrero de 1794.
Marx publicó el primer libro de El Capital en julio de 1867. Desde esta fecha hasta su muerte en 1883 dedicó sus esfuerzos a: 1, tratar de completar su obra magna que, sin embargo, no logró acabar, 2, a ayudar en las tareas de la AIT y 3, a investigar sobre temas campesinos y sobre antropología. De hecho este interés por las sociedades campesinas (Rusia, países eslavos, Irlanda, la India, Norteamérica) o por las formaciones sociales pre-capitalistas presidió toda esta última fase de su vida.
Los miembros de Narodnaya Voliaconsideraban que en Rusia, dada la existencia masiva del mir, una estructura comunitaria de usufructo de la tierra que también era una estructura democrática de decisión sobre las tareas colectivas, era posible dar un paso directo al socialismo sin tener de pasar por las penurias del capitalismo. Theodor Shanin calificó a los populistas rusos como revolucionarios conservadores, es decir, revolucionarios que rechazaban la modernización capitalista y predicaban el paso directo al socialismo en Rusia sobre la base de la comuna campesina. [16]
El 16 de febrero de 1881, la entonces miembro del grupo Narodnaya Volia, Vera Zasulich preguntó en una carta a Marx qué opinaba sobre la comuna rusa. ¿Podía la comuna rural rusa “… desarrollarse en una dirección socialista… en cuyo caso los socialistas revolucionarios deben dedicar todas sus fuerzas a la liberación y desarrollo de la comuna?”. O bien ¿ los socialistas debían sólo esperar y dedicarse “… hacer cálculos más o menos bien fundados acerca de cuántas décadas tardará la tierra de los campesinos rusos en pasar a manos de la burguesía y cuántos siglos tardará el capitalismo en alcanzar el nivel de desarrollo ya alcanzado en Europa occidental?”
Esta carta y la respuesta de Marx, junto con sus borradores, fueron encontrados por Riázanov en 1911, entre los papeles de los Lafargue.[17]Se trata de cuatro borradores y, finalmente, de una carta fechada el 8 de marzo. Una carta breve y clara. La receptora de esta respuesta, así como su amigo Plejanov, interrogados por Riázanov en 1911 negaron la existencia de dicha carta. Hacía más de 25 años que habían abandonado el campo del llamado populismo y se habían transformado en marxistas “legales”, en evolucionistas, en progresistas. Como dijera diplomáticamente Riazanov en 1924: “… ese olvido adquiere un tinte muy extraño”.[18]
La socialdemocracia rusa en su conjunto ignoró totalmente al Marx tardío y siguió creyendo en la necesidad de una fase desarrollo capitalista previa a la construcción del socialismo. Aunque parece claro que en 1917 la mayoría de los bolcheviques desconocían esta correspondencia, lo que no podían era desconocer el prólogo a la edición rusa del Manifiesto publicado en 1882. Ni podían ignorarla la correspondencia tras su publicación por parte de Riazanov en 1924.
La revolución rusa la hicieron los obreros, los campesinos, las mujeres, los soldados y los pueblos oprimidos por el estado autocrático zarista. Y la hicieron rompiendo el lecho de Procusto de los esquemas inventados por el marxismo de la segunda internacional.[19]
Tampoco Antonio Gramsci, en diciembre de 1917, podía conocer la correspondencia entre Marx y Vera Zasulich de 1881. A pesar de este desconocimiento y en una prodigiosa “convergencia cultural”, escribió su artículo La revolución contra “El Capital”, publicado sólo 17 días después de la toma del poder por el segundo congreso de los consejos de obreros, campesinos y soldados rusos. En él afirmaba algo que, a la luz de la carta de Marx a Vera Zasulich era una realidad: “El Capital, de Marx, era en Rusia el libro de los burgueses más que el de los proletarios. Era la demostración crítica de la fatal necesidad de que en Rusia se formara una burguesía, empezara una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiese pensar siquiera en su ofensiva, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución”. [20]
Así pues, la revolución se produjo en Oriente y no, como estaba previsto en los esquemas “marxistas” vigentes en Occidente. Además, y contra el mito construido a posteriori,[21]fue algo más que una revolución proletaria. Fue, sobretodo una revolución campesina[22], también una revolución de las mujeres,[23]y una revolución de las naciones y pueblos oprimidos por el estado autocrático.[24]Las cuatro revoluciones coincidieron en el momento crítico de la crisis de la autocracia zarista pero sus objetivos y sus tiempos no siempre eran coincidentes y, en ocasiones resultaron ser francamente contradictorios. Lenin, estratega de la hegemonía del proletariado,[25]trató siempre y en cada fase de la revolución de analizar y comprender esta complejidad, de captar las diversas dinámicas en presencia y de trazar políticas adecuadas para cada uno de esos fenómenos y para cada una de las fases de la revolución. Y debió hacerlo no sin importantes discrepancias con numerosos miembros de su propio partido y, por supuesto, con el resto de partidos de la democracia revolucionaria.
Lenin, chocando con el dogma kautskyano heredado, entendió el carácter insólito y único de la revolución rusa. Lo empezó a intuir cuando analizando la revolución de 1905, escribía en 1907 su obra Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática,[26]cuando tomó nota de que la revolución de 1905 además de un levantamiento obrero, y de una revolución liberal, había sido una inmensa insurrección campesina. Y trató de elaborar una política adecuada para lo que entendía que era la fase previsible de la revolución. Entendió el carácter compuesto de la revolución de febrero de 1917 en las Tesis de Abril cuando propuso a su partido abandonar su propuesta de 1907 y adecuarse a la nueva e imprevisible realidad de la inmensa revolución que se desarrollaba ante sus ojos.[27]En abril de 1917 Lenin era, en su partido, una minoría casi de uno. Acabó convenciendo a su partido. Y la táctica surgida de las tesis de Abril llevó a los bolcheviques a conseguir la mayoría, primero en los soviets de Petrogrado y de Moscú ( septiembre) y luego en el segundo Congreso de los Soviets (octubre), aunque fuera adoptando el programa agrario de las masas campesinas y no el del partido.
Lenin había entendido el verdadero carácter de la revolución cuando, frente a los partidarios de la frase revolucionaria,[28]defendió la firma del tratado de Brest-Litovsk. Dio otra muestra genial de su comprensión de la verdadera naturaleza de la revolución en curso cuando, una vez acabada la guerra civil y agotado el comunismo de guerra, impulsó la implantación de la NEP.
La revolución contra el capital chocaba de bruces con aquello que para resumir llamaremos las circunstancias. Éstas plantearon enormes dificultades para el proyecto de construir el socialismo en Rusia. La toma de consciencia de ese desafío por parte de Lenin adquiere un tono especialmente dramático en sus últimos escritos e intervenciones. Los podemos encontrar en el tomo 45 de las Obras Completas: los siete discursos al XI congreso del partido, Hemos pagado demasiado caro, Sobre la formación de la URSS, Sobre la Lucha contra el chovinismo de gran potencia, sus dosDiscursos al IV Congreso de la IC, su Carta al congreso, Su contribución al problema de las naciones o sobre la “autonomización”, sus notas sobre la obra de Sujanovtituladas Nuestra revolución, Sobre las cooperativas, Más vale poco pero bueno, Como tenemos que reorganizar la Inspección Obrera y campesina, o lasPáginas del diario. Estos textos constituyen una especie de testamento político una parte del cual se ocultó al partido y a los ciudadanos soviéticos durante décadas.[29]
Se ha querido presentar el proceso que lleva de Lenin a Stalin, es decir, del régimen de la NEP a la industrialización rápida y desde arriba, basada en una brutal acumulación primitiva basada en la expropiación del campesinado y a la llamada “colectivización” de las tierras como fruto de las circunstancias. De nuevo se produce una curiosa coincidencia entre los revolucionarios impacientes partidarios de la teoría de la revolución como obra de una minoría, y los reaccionarios que nos proponen una interpretación de la revolución rusa como una sucesión de golpes de estado. Se trata de un determinismo que no supera el examen y análisis de realmente sucedido. La historiografía disponible nos muestra que esa no era la única opción ni el único camino posible.[30]
Sabemos que Lenin no estaba de acuerdo en esa colectivización rápida, que veía necesario un largo período de revolución cultural, que confiaba en la experiencia de la cooperación para modificar la mentalidad campesina en el sentido del socialismo.[31]Sabemos que Gramsci tampoco estaba de acuerdo en la colectivización/ estatización de la tierra[32], ni Bujarin, que perdió la batalla en el transcurso de los años 28-29[33]. También sabemos que a la larga, la productividad de la agricultura soviética colectivizada no era suficiente para alimentar a la población soviética, lo que obligaba la URSS a importar cereales de Argentina durante los años 70, por ejemplo.
Así pues, el estalinismo no era el único camino posible. Las circunstancias explican muchas de las decisiones tomadas pero no las justifican. El estalinismo no estaba escrito en el "¿Qué hacer?" de Lenin, ni en Marx, ni, aún mucho menos en el Contrato socialde Rousseau, como pretenden quienes reducen la revolución rusa a un totalitarismo paralelo o comparable al nazismo. Una simple comparación entre los textos de Marx y de Lenin sobre el estado y la democracia con los textos de Stalin que tratan de ese mismo tema nos muestra la veracidad de lo que acabo de afirmar.[34]
Por otro lado, aún bajo el estalinismo, la URSS como mito movilizador, ejerció una gran influencia en la opinión pública mundial, que veía en ella la plasmación real de ancestrales aspiraciones de igualdad. El rol decisivo del pueblo soviético en la victoria sobre el fascismo internacional vino a reforzar ese rol innegable.
Pero las decisiones tomadas antes y después de 1953, pesaron como una losa sobre el sistema social imperante en la URSS. Despotismo burocráticoes la denominación adoptada por Moshe Lewin para designar la sociedad soviética.[35]La economía totalmente estatalizada y el burocratismo perdieron la carrera de armamentos impuesta por el imperialismo Usa durante la guerra fría. La perdieron doblemente. Mientras el capitalismo era capaz de transformar los avances técnico-militares y espaciales en una palanca para su desarrollo y acumulación, para el sistema social soviético la carrera de armamentos se transformó en una traba, en un impedimento para satisfacer las necesidades de consumo a las que aspiraba su población. Efecto contradictorio: la intensa urbanización, la alfabetización universal, el crecimiento exponencial de la cultura producto de la revolución habían creado necesidades de consumo que ese mismo régimen, aprisionado por sus mecanismos de planificación burocrática, no era capaz satisfacer.[36]
Fue Georg Luckács quien denunció el freno que supuso la cultura estaliniana con que se condujo la desestalinización tras 1956.[37]Todos los intentos de salir del estalinismo después de 1953 fracasaron. Hungría en 1956, Polonia el mismo año, Checoslovaquia en 1968 fueron testigos de este fracaso. Parecía que socialismo y democracia no se podían reconciliar, que no podían retornar a sus orígenes comunes. Veinte años después, llegó el tiempo de las consecuencias. El intento de reforma desde arriba, planteado en el 27 congreso del PCUS ( al que asistí al lado de Armando López Salinas) fue una operación quirúrgica realizada "in extremis".
La operación fue un éxito, pero se llevó el enfermo por delante. Las revoluciones anti-burocráticas que a continuación se produjeron en diversos países del Este fueron recuperadas, cooptadas por el capitalismo. En su conjunto la caída del sistema del despotismo burocrático no resultó ser una recuperación del socialismo si no que se transformó en una formidable revolución pasiva a nivel mundial.
3. Así pues, ¿qué hacer hoy con la revolución rusa de 1917?
Cien años más tarde, de la revolución rusa de 1917 apenas arden unos rescoldos que parecen apagarse entre una montaña cenizas.[38]La pregunta que los “muchachos del siglo XX”[39]nos hacemos a menudo es si es posible que esos rescoldos puedan ayudar a avivar la llama de las revoluciones del siglo XXI.
Los muchachos de este siglo ¿pueden aprender alguna cosa de aquella inmensa revolución? Observando el conformismo de la inmensa mayoría social, así como la inmensa cesura en la memoria colectiva; observando también la ingenuidad y la impaciencia de los reducidos grupos que en la actualidad se plantean superar el capitalismo nos preguntamos ¿es posible empezar de nuevo sin la memoria de lo que pudo haber sido y no fue?
Ya Marx dio una respuesta inmisericorde a quienes, como la mujer de Lot se colocan mirando permanentemente hacia atrás, hacia el pasado: “ La revolución del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido.”[40]
Dejar que los muertos entierren a sus muertos como condición para cobrar conciencia de las tareas de hoy. Apego radical e inmisericorde al principio de realidad, como siempre en Marx.
Pero esta respuesta, ¿significa que el examen histórico de lo acontecido en el pasado siglo es inútil para las nuevas generaciones? Creo que Marx se refiere al agotamiento del carácter movilizador de las revoluciones ( su poesía) de las revoluciones del pasado. No se refiere a la necesidad de sacar lecciones de las experiencias históricas. Su ingente obra histórica atestigua lo que digo.
Las lecciones del pasado son útiles, necesarias, imprescindibles. Lo son por lo menos para estar advertidos de los muchos obstáculos con que las circunstancias obsequian a los proyectos revolucionarios. Así pues, ese estudio de la historia es condición necesaria, sí, claro. Pero también es clamorosamente insuficiente.
Esperar que en el presente siglo vayan a darse revoluciones con los mismos contenidos, con los mismos sujetos y con los modelos que las del siglo pasado, es tarea vana. Aún más hueras son las conmemoraciones litúrgicas, o las reivindicaciones absurdas sobre la parte de razón que le cabía a cada una de las fracciones participantes en dichas revoluciones en cada uno de los debates habido. Cien años más tarde, se trata de extraer las lecciones, dejando de lado los fetichismos identitarios, tratando de alcanzar una visión de conjunto de la complejidad y de larga duración de los antecedentes y de las consecuencias de lo acontecido antes y después de 1917. En caso de conseguirlo, quizá seamos capaces de aportar conocimiento, conciencia y memoria a las nuevas revoluciones por venir.
De otro lado, y de acuerdo con lo dicho sobre la cuestión del progreso ( véase supra, apartado 1.4), la revolución entendida como locomotora de la historia cuyas calderas son alimentadas por el desarrollo de las fuerzas productivas se detuvo hace tiempo. La cultura del progreso infinito proveniente de la ilustración fisiocrática, que contaminó al marxismo inventado por la segunda internacional, y que fue heredada por las sucesivas internacionales, ha tenido como resultado de favorecer los mecanismos de acumulación del capitalismo. Pero éste, en su desenfrenado y caótico desarrollo conduce el tren de la humanidad hacia el colapso ambiental, hacia desastre humanitario, hacia la barbarie.
La revolución aparece pues no sólo como deseable si no como imprescindible. Solo que como nos advirtiera premonitoriamente Walter Benjamin:
“ Tal vez las revoluciones son el gesto de agarrar el freno de seguridad que hace la humanidad que viaja en ese tren”.[41]
NOTAS
[1]Louis-Antoine de Saint-Just, Rapport sur les factions de l’étranger, 13 ventôse an II ( 3 de març de 1794) in Œuvres, Paris, Folio histoire, Gallimard, 2004, précedé de Lire Saint-Just, par Michel Abensour, p. 695.
[2]Antonio Gramsci, Quaderni del Carcere, edizione critica dell’Istituto Gramsci a cura di Valentino Gerratana, Torino Einaudi editore, 1975,19 (X), 24, p. 2010 y siguientes.
[3]Louis-Antoine de Saint-Just, La libertad pasó como una tormenta, selección de escritos del revolucionario francés a cargo de Carlos Valmaseda, Barcelona, El Viejo Topo, 2006.
[4]Mira Milosevich, Breve historia dela Revolución rusa, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017.
[5]¿Aún esta distinción mecánica? Todo un tema para otro debate.
[6]Tomo este vocablo, inventado por Jean Nicolas en su obra La rebellion française, 1661-1789, (Paris, Gallimard, 2008) para designar la miríada de pequeños actos que durante una larga experiencia de 128 años crearon las condiciones de posibilidad para la constitución del pueblo soberano que realizó la revolución francesa. Actos moleculares que se desarrollaron no sólo en Paris o en los centros visibles del poder político sino a lo largo y ancho del hexágono. El neologismo “rebelionario”, acuñado por Nicolas me parece útil: adjetiva aquellos tipos de actos en que, de un u otro modo, las clases subalternas del antiguo régimen se enfrentaron con las consecuencias moleculares del avance del capitalismo. Actos de rebelión en defensa de la su cultura material de vida (ethos) y también, y estrechamente interrelacionado con ello de las condiciones mínimas de su subsistencia. No siempre estos actos rebelionarios tenían un contenido “progresista” en el sentido que Condorcet daba a esta palabra. Léanse las duras palabras que Condorcet dedicaba a los amotinados de la Guerra de las Harinas (1775) en su panfleto: Lettre d’un labourer de Picardie a M. N***, auteur prohibitif à Paris, a :Mélanges d’économie politique, Paris Chez Guillaumin et Cie, Libraires, 1847, t. 1, pp. 459-470. Todo un catálogo del menosprecio y de la incomprensión de los autores llamados progresistas para los actos “fanáticos” de las masas populares en defensa de su existencia y de su cultura material de vida.
[7]Antonio Gramsci, Quaderni del Carcere, ob.cit.QC 13, 23, Osservazioni su alcuni aspetti della struttura dei partiti politici nei periodi di crisi organica,p. 1603.
[8]Antonio Gramsci, Quaderni del Carcere, ob.cit., QC, 19, 24, Il problema de la direzione politica nella formazione e nello sviluppo della nazione e dello Stato moderno in Italia, pp. 2010-2034.
[9]Eric Hobsbawm, Los ecos de la marsellesa, Barcelona, Editorial Crítica, 1992.
[10]Immanuel Wallerstein, L’Universalisme européen, de la colonisation au droit d’ingérence, Paris, Demopolis, 2006
[11]Luciano Canfora, Exportar la libertad El mito que ha fracasado. Barcelona, Ariel 2007. Se puede leer una breve recensión en mi blog :
[12]Para una crítica al progresismo del marxismo desde el mismo momento de su invención, véase Georges Sorel, Las ilusiones del Progreso, Valencia, F. Sempere y Compañía, editores, s.f., circa 1910-1920.
[13]Véase el elogio al rol progresista del capitalismo presente en el apartado Burgueses y proletarios del Manifiesto Comunista(1848) o en los artículos de Marx de 1853 sobre la India: La dominación británica sobre la India(10 junio de 1853), La Compañía de las Indias occidentales. Su historia y resultados(24 de junio de 1853) o Futuros resultados de la dominación británica en la India (22 de julio de 1853) entre de lo publicados otros publicados en el New York Daily Tribune, in: C. Marx y F. Engels, Acerca del colonialismo, Moscú, Editorial Progreso, s.d., circa 1970. También en los artículos publicados por Engels en la Nueva Gazeta Renana en los años 1848-49, donde caracteriza a los pueblos balcánicos como “pueblos sin historia”. Sobre el etnocentrismo de Engels, véase Román Rosdolsky, El problema de los pueblos "sin historia", Barcelona, Fontamara, 1981. Sobre este mismo tema: Enzo Traverso, Friedrich Engels et la question nationale, in AAVV, Friedrich Engels savant et révolutionnaire, sous la direction de Georges Labica et Mireille Delbraccio, Paris, Actuel Marx/PUF, 1997.
[14]. Véase: Kevin B. Anderson, Marx aux antipodes, Nations, ethnicité et sociétés non occidentales, Paris, Éditions Syllepse, Mille marxismes, 2015, primera edición en inglés, 2010; Maximilien Rubel, Marx critique du marxisme,Paris, Petite Bibliothèque Payot/Crititque de la politique, 2000;Marcello Musto, L’ultimo Marx, 1881-1883, Saggio di biografia intellettuale, Roma, Donzelli editore, 2016. Para Shanin, véaseinfra, nota 15.
[15]Véase Infra.
[16]Theodor Shanin, El Marx tardío, Madrid, Editorial Revolución, 1990. Del mismo autor, La clase incómoda, Madrid, Alianza editorial,1983. Véase también, Moshe Lewin, La formation du pouvoir soviétique,Paris, Gallimard, 1985.
[17]La hija de Marx, Jenny y su marido el dirigente socialista francés Paul Lafargue, guardaban en sus archivos numerosos papeles del padre.
[18]Theodor Shanin, El Marx tardío,ob.cit.
[19]Véase: Stefano Petruciani, Da Marx al marxismo y Nicolao Merker, Ortodossia e revisionismo nella socialdemocrazia, in AAVV. Storia del marxismo. 1. Socialdemocrazia, revisionismo, rivoluzione (1848-1945),Roma, Carocci editore, 2015.
[20]Antonio Gramsci, La revolución contra El Capital, in Allí donde la voluntad quiera y como la voluntad desee, Escritos sobre Jacobinismo, bolchevismo, Lenin y la Revolución rusa, edición de Joan Tafalla, Vilassar de Dalt, El Viejo Topo, 2018, p. 90.
[21]Un mito construido en contra de la obra y de los texto de Lenin.
[22]Véase: Joan Tafalla, La tierra para quien la trabaja. La larga revolución de los campesinos rusos (1861-1905-1917), in AAVV Crisis y revolución. El movimiento obrero durante la guerra y la revolución rusa (1914-1921), edición a cargo de Alejandro Andreassi, Barcelona, El Viejo Topo, 2017.
[23]Véase: Isabel Benítez, Las mujeres, la revolución bolchevique y la lucha contra el patriarcado, in: AAVV, La revolución rusa de 1917 y el estado; del consejo de Comisarios del pueblo a la NEP (1917-1921),Vilassar de Dalt, El Viejo Topo, 2018, Joan Tafalla ( Ed.), pp. 239-298.
[24]Véase: Moshe Lewin, Nationalisme de notre temps: le cas de Russiein Russie/URSS/Russie, Paris, Syllepse, 2017.También puede consultarse: Joan Tafalla, Los bolcheviques y el hecho nacional ( Esbozo),in: AAVV, La revolución rusa de 1917 y el estado, ob cit., pp. 87-132.
[25]“Desde el punto de vista del marxismo, la clase que niega o no comprende la idea de la hegemonía no es una clase - o no es aún una clase-, sino un gremio o una suma de diversos gremios”, V.I. Lenin, El marxismo y Nasha Zariá, escrito entre diciembre de 1910 y marzo de 1912, publicado el año 1911 en la revista Sovremennaia Zhizn(Bakú), in Obras completas, tomo 17, Madrid, Akal Editor, 1977.
[26]V.I. Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática,inObras Escogidas en tres tomos, Moscú, Editorial Progreso, 1981, tomo 1, pp. 465-571.
[27]V. I. Lenin, Las Tareas del proletariado en nuestra revolución (Proyecto de Plataforma del partido proletario), in Obras Escogidasen tres tomos, Moscú, Editorial Progreso, 1981, tomo 1, pp. 41-73.
[28]V. I. Lenin, Acerca de la frase revolucionaria ( Artículos y discursos sobre los errores de los “comunistas de izquierda” en relación con la firma de la paz de Brest-Litovks), Moscú, Editorial Progreso, s.f., circaaños 1970’s. También se puede seguir este tema en: Los bolcheviques y la revolución de Octubre, Actas del Comité central del partido Obrero Socialdemócrata Ruso ( Bolchevique), Agosto de 1917 a febrero de 1918, México, Cuadernos de Pasado y Presente, nº 28, 1978. Véase un resumen en: Joaquín Miras & Joan Tafalla, Rosa, Vladimir y la democracia en:
[29] Aunque es preferible leer directamente los textos de Lenin contenidos en el tomo 45 de las Obras Completas, Moshe Lewin ofreció un excelente relato histórico de este trágico final de Lenin en El último combate de Lenin, Barcelona, Editorial Lumen, 1970. Primera edición en francés, 1967. Se puede leer también un artículo más modesto sobre estas cuestiones, Joan Tafalla, Usos y abusos de la historia / ‘La storia falsa’,
[30]Por poner un sólo ejemplo, véase Moshe Lewin, Russie/URSS, dans le mouvement de l’histoire, in Russie/URSS/Russie (1917-1991), Paris, Syllepse, 2017, pp. 35-63.
[31]Véanse los diversos escritos citados en el tomo 45 de las OC, loc. cit.
[32] Antonio Gramsci, Carta al CC del PC (bolchevique) de la URSS, 14 de octubre de 1926, in Antologia, ob.cit. pp.182-188.
[33]Sobre Bujarin existen dos excelentes obras: A.G. Löwy, El comunismo de Bujarin, Barcelona - México, Ediciones Grijalbo, 1973 y Stephen Cohen, Bujarin y la revolución bolchevique, Madrid, Siglo XXI de España editores, 1976. Para una discusión sobre sus propuestas políticas: AAVV,Bucharin tra rivoluzione e riforme, Roma Editori Riuniti-Istituto Gramsci, 1982.
[34]Staline, Les bases du léninisme, Conférences faites à l’Université Sverdlov en abril 1924, in el libro del mismo título, Paris, Union Générale d’Editions, 1969.
[35] Moshe Lewin, Le socialisme soviétique : une erreur d’étiquetage in Russie/URSS/Russie, ob.cit. pp. 65-96.
[36]Alec Nove, La economía del socialismo factible, Madrid, Siglo XXI editores, 1987. Recogí algunas de esas tesis en la ponencia que presenté en las Jornadas Les raons del socialisme, celebradas en Barcelona en 1990. Véase Joan Tafalla, Por una nueva política económica para la democracia socialista, in AAVV, Les raons del socialisme, Barcelona, La Farga d’Edicions,1991. Descargable en:
[37]Georg Lukács, El hombre y la democracia, Buenos Aires, Editorial Contrepunto, 1989, pp. 152- 208, especialmente las tres últimas.
[38]Hace once años, con motivo del 90 aniversario de la revolución, escribí para Mundo Obrero un artículo que titulé: Qué hacer con las cenizas de Octubre
http://www.pce.es/federaciones/pl.php?id=1948, cuyas principales afirmaciones sigo manteniendo.
[39]Como el lector habrá advertido tomo esta expresión del título de la autobiografía de Rosana Rosanda,La ragazza del secolo scorso, Torino, Einaudi, 2005.
[40]Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Barcelona, Ediciones Ariel, 1971, p. 15.
[41] Walter Benjamin, La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia, Santiago de Chile, LOM ediciones, s.f., p. 76 . La cita ha sido ligeramente modificada en su redactado, con el fin de hacerla más clara.
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