diumenge, 17 de gener del 2010

¡ Abajo la meritocracia !


Michael Young


( Michael Young, cuando era secretario del comité político del Partido Laborista, fue responsable de la elaboración del Manifiesto para las elecciones de 1945 bajo el título "Let us Face the Future")


El hombre que creó el neologismo "meritocracia" hace más de cuatro décadas, pide a Tony Blair que deje de utilizarlo.





Estoy tristemente decepcionado por el libro que escribí en 1958, "La ascensión de la meritocracia"(1). Este neologismo que yo mismo creé es ahora comúnmente utilizado, especialmente en los Estados Unidos, y más recientemente se encuentra en lugar destacado en los discursos de Tony Blair.


El libro era una sátira que pretendía alertar (cosa que obviamente no ha conseguido) contra lo que ocurriría en Gran Bretaña entre 1958 y la imaginaria revuelta contra el poder meritocrático en el 2033.

Gran parte de lo que predije en ese libro se ha hecho realidad. Es del todo improbable que el Primer Ministro se haya leído el libro, pero ha popularizado el término sin ser consciente de los peligros que entraña su puesta en práctica.

Mi argumentación se basaba en un análisis histórico indiscutible de lo que había estado sucediendo a la sociedad durante más de un siglo antes de 1958, y más marcadamente desde la década de los 1870, cuando la escolarización se hizo obligatoria y el acceso a la administración pública se convirtió en algo competitivo por norma.

Hasta entonces, el status estaba adscrito al nacimiento. Pero independientemente del nacimiento, el status se ha ido convirtiendo en algo más accesible.

Tiene todo el sentido nombrar a personas concretas para realizar trabajos en función de sus méritos. No podemos decir lo mismo cuando quienes son juzgados por sus méritos del tipo que sea ascienden a una Nueva Clase social sin dejar sitio para otros.

Las habilidades de tipo convencional, que solían estar distribuidas entre clases de forma más o menos aleatoria, se han venido concentrado en una sola clase gracias a la maquinaria educativa.

Una revolución social silenciosa se ha realizado en las escuelas y universidades que se han orientado a la labor de cribar a los jóvenes de acuerdo con los estrechos límites de los valores educacionales.

Con una increíble batería de certificados y titulaciones a su disposición, el sistema educativo ha dictado aprobación para una minoría, y un suspenso para una mayoría que no consigue brillar desde el momento en que son relegados al fondo del sistema de graduación a la edad de siete años o antes.

Esta Nueva Clase tiene todo los medios a su alcance, y en gran parte bajo su control, por la que se reproduce a si misma.

Mis predicciones más controvertidas y la subsiguiente advertencia se fundaba en un análisis histórico. Pensé que las clases más pobres y los más desaventajados serían doblemente marginalizados, lo que de hecho ha ocurrido. Al ser marcados desde la escuela son más vulnerables para más tarde formar parte del "ejército de reserva" que es el desempleo.

Son fácilmente desmoralizados al ser mirados con desprecio de forma tan hiriente por personas que se han ganado su status por si mismas.

Es muy duro en una sociedad que valora tanto los méritos ser juzgado por no tener ninguno. Jamás antes las clases bajas habían quedado tan moralmente desarmadas como ahora.

Mediante la selección que opera el sistema educativo las clases bajas han perdido a muchos de los que debieran haber sido sus líderes naturales, sus portavoces de la clase trabajadora que se continuaran identificando con la clase de la que procedían.

Estos líderes realizaron una feroz oposición a las clases más ricas y poderosas en interminables disputas tanto en el parlamento como a pie de fábrica, entre los pudientes y los no-pudientes.

Con la ascensión de la meritocracia, las masas "descabezadas" de líderes han sido desarticuladas; según pasa el tiempo, vemos como se vuelven más y más pasivas, y desmoralizadas hasta el punto de no preocuparse ni por ir a votar. Ya no tienen a nadie de los suyos que los represente.

Para ver la diferencia, solo tenemos que comparar los gabinetes de gobierno de Atlee y Blair. Los dos más influyentes miembros del gabinete laborista de 1945 fueron Ernest Bevin, para la cartera de Exteriores, y Herbert Morrison, elegido líder de la Cámara de los Comunes y Vice Primer Ministro.

Bevin dejó la escuela a los 11 años para subsistir como ayudante de granjero, pasando después a pinche cocina, chico de los recados, conductor de furgonetas, de tranvías, hasta que a la edad de 29, se hizo activista del sindicato local de Bristol, en la General Labourers' Union de Dock Wharf, donde alcanzó gran popularidad al obtener, en un célebre enfrentamiento con uno de los más destacados abogados del momento, casi todas las reivindicaciones del sindicato.

Herbert Morrison fue en muchos aspectos una figura aun más significantiva, que se hizo notable no tanto a través del sindicalismo sino a través de su experiencia en el gobierno local.

Su primer trabajo fue también como chico de los recados y dependiente en una tienda de verduras, de donde se trasladó para hacerse dependiente de un supermercado y uno de lo primeros operarios de centralitas telefónicas. Llegó hasta Ministro de Transportes gracias al éxito previo obtenido en su labor en el Ayuntamiento de Londres.

Tuvo éxito en la forma que Livingstone y Kiley se esperaría que lo hicieran ahora, unificando el servicio metropolitano de metro de Londres, autobuses y tranvías en un solo mando y propiedad dentro de una compañía única y pública de transportes metropolitanos.

Hizo del transporte público londinense el mejor del mundo durante los siguiente 30-40 años, siendo modelo para todas las industrias nacionalizadas después de 1945.

Otros cuantos miembros del gabinete laborista de ministros de Attlee, como Bevan y Griffiths (ambos mineros), tenían similares orígenes de la clase obrera más baja y fueron una razón de orgullo para mucha gente corriente que se identificaba con ellos.

Es un fuerte contraste el que se da hoy en dia en el gabinete de Blair, compuesto mayoritariamente por miembros de la meritocracia.

En este nuevo ambiente social, a los más ricos y poderosos les está yendo bastante bien para si mismos. Ya se han librado de las incómodas críticas por parte de este tipo de gente a la que se tenía que escuchar. Esto ayudó en su dia a mantenerlos controlados, lo contrario de lo que está sucediendo bajo el gobierno Blair.

La meritocracia de los negocios está de moda. Tal y como los meritócratas creen, e incluso como se les hace creer, que su ascensión viene de sus propios méritos, se sienten merecedores de todo aquello que se propongan.

Llegan a ser insoportablemente presumidos, mucho más incluso que aquellos que se sabía habían alcanzado el poder no por sus propios méritos, sino por ser "hijo o hija de", es decir, unos beneficiarios del nepotismo. Las nuevas élites pueden llegar a creer que están moralmente legitimadas.

Tan segura se siente esta nueva élite que no dejan un resquicio en la captación de nuevos beneficios para si mismos. Las viejas restricciones que el mundo de los negocios se había impuesto, todas han sido eliminadas y, tal y como se predijo en mi libro, todas las formas de "dar el pelotazo" han sido ya ideadas y explotadas.

Sus salarios y primas se han disparado. Stock options en condiciones más que ventajosas, bonos de oro, paracaídas de oro
se han multiplicado también para esta minoría.

El resultado ha sido que la desigualdad se ha extendido como norma y se hace cada vez más escandalosa cada año que transcurre, y sin que rechisten los líderes del partido que una vez fuera el portavoz tan vociferante y carismático por una mayor igualdad.

¿Qué se puede hacer en esta cada vez más polarizada sociedad meritocrática? Algo avanzaríamos si el señor Blair retirara esta palabra de su discurso habitual, o al menos admitiera los inconvenientes de su puesta en práctica. Todavía avanzaríamos más si él y el señor Brown marcaran distancias con la nueva meritocracia incrementando los impuestos sobre las rentas de los más ricos, y también fortaleciendo el poder local como una forma de que el pueblo se involucre y tenga su oportunidad en la política nacional.

Hice otra predicción en mi libro relativa a que la sistemática seleccion educativa en la escuela se vería reforzada, yendo más allá de lo que ya teníamos. Mi autor imaginario, un ardiente apóstol de la meritocracia, dijo poco antes de la revolución, que "ya no sería por más tiempo necesario seguir rebajando los niveles para intentar extender nuestra elevada civilización a los niños de las clases más bajas".

Al menos todavía estamos a tiempo de que esto no tenga que ocurrir. ¿O no?.


(1) The Rise of the Meritocracy (1870-2033): An Essay on Education and Equality (1958).

Publicado en: http://www40.brinkster.com/celtiberia/index.html




dissabte, 16 de gener del 2010

El delirio de ser alguie

Aitxus Iñarra | Profesora de la UPV/EHU

El delirio de ser alguien

Llegar a «ser alguien» es una aspiración común de mucha gente que, para lograrlo, busca la distinción que hoy día supone el logro individual vinculado al dinero y al poder. Según la autora, esa identidad distintiva, destacada por los medios de comunicación, esconde lo natural, la naturaleza propia. Aitxus Iñarra va más allá de la mera constatación de ese frecuente anhelo y se adentra en el mecanismo mental que conduce al mismo: «La idea de que se carece de algo, es decir, de que se es incompleto».

Si hay una pregunta universal es ésta: quién soy yo. ¿Soy, acaso, aquello que creo ser? ¿Soy, quizás, la figura que presento ante los demás? J Grinder y R. Bandler relatan en «De sapos a príncipes» una anécdota que todos hemos vivido. Comenzaremos por ahí.

«Tengo un amigo que es rector de una Universidad, vive en el delirio de que es realmente inteligente y que tiene mucho prestigio y todas esas cosas. Anda por ahí tieso, con aires de importancia y fuma en pipa. El show es completo. Vive una realidad completamente delirante. La última vez que estuve en un hospital mental, había un fulano que pensaba que era agente de la CIA. Creía que estaba ahí por los comunistas. La única diferencia entre estas dos personas es que el resto de la gente está más dispuesta a creerle al rector de la Universidad que al psicótico».

Ironizan los autores sobre la necesidad de levantar la propia identidad sobre la distinción. El mérito de ser alguien importante nos evoca al Narciso de la mitología griega que, enamorado de su propia imagen, quedó atrapado en ella cuando la vio en el agua. Asimismo, el rector de la narración ha engendrado una identidad: la de ser alguien inteligente y prestigioso. Para visibilizar tales rasgos necesita de la utilización de unos signos distintivos -anda por ahí tieso, con aires de importancia y fuma en pipa-. Además, puede llevar a cabo la materialización de su deseo, ya que el contexto universitario asume y valora dicha ficción. Por lo tanto, el proceso de identificación con el objeto deseado produce la aceptación de lo que parece ser por lo que es. O bien su reemplazo. Es decir, el impostor esconde tras la imagen por él construida lo natural, su propia naturaleza.

Es cierto que la distinción ha sido un rasgo al que muchos humanos han mostrado apego. Ese llegar a ser alguien ha sido y es un anhelo humano muy difundido. Hasta el ascenso al poder de la burguesía, la distinción venía vinculada al favor real y a la cuna. Poseer un título nobiliario, una ascendencia ilustre era muy deseable para los que pretendían atribuirse una distinción aristocrática. Hoy en día la idea del logro individual, la necesidad de triunfo, de ser alguien, está tan difundida prácticamente en todos los ámbitos sociales, que parece algo casi natural. No es de extrañar, cuando es propio de la mitología de éste sistema económico y cultural magnificar el mérito, el éxito social y el logro individual.

Observamos en el escenario social y político cómo se despliega inagotablemente el deseo de distinción, vinculado al dinero y al poder; y como éste se manifiesta de diversas maneras. Así, son conocidos actualmente la infinidad de cursos que se imparten en torno a la idea de que «algo es relevante por su especial calidad». La idea de una calidad elevada al grado de excelencia se ha ido difundiendo del ámbito empresarial a otros como el de la educación. En el área laboral la imagen del éxito asume la forma de rango profesional, de reconocimiento y méritos. Y en el universo político, la contraimagen más peligrosa adquiere forma delictiva con la perturbadora corrupción política, más propia de la ley de la jungla que de una sociedad sana.

Sin embargo, es la cultura a través de los medios quien más destaca o genera identidades distintivas, modelos que exaltan el glamour, el carisma, y el elitismo. De acuerdo a ellos, el ser humano es catalogado en función del mérito que le pueda ser atribuido. Desde los medios de comunicación, sobre todo, desde la publicidad, los informativos, los filmes, se crea continuamente microrrelatos que tienen como motivo la imagen repetitiva en torno a la necesidad de alcanzar la meta de ser alguien e, incluso, de alcanzar el glorioso mundo de la fama. Es conocido por todos cómo los medios fabrican modelos prestigiados como la realeza de un monarca, el político carismático, el ciudadano ejemplar, el ejecutivo exitoso, el científico brillante, el actor o actriz glamorosa, el deportista de elite... todos ellos se convierten en figuras de espectáculo, triunfadores para una masa de ciudadanos dispuestos a reconocerlos como tales, a intentar convertirse en uno de ellos o a incorporarse a su aureola.

La identidad distintiva prescrita conecta con dos aspectos. El primero proviene de la idea de que se carece de algo, es decir, de que se es incompleto y de que, a su vez, existe la posibilidad de «llenar» ese vacío mediante alguna de las insignes referencias citadas. Subyace, asimismo, en el llegar a ser alguien, la misma idea ficticia que rige el desarrollo y progreso de poder alcanzar siempre algo mejor. Se parte de la noción de que hay algo para desarrollar, algo que no se tiene, que se es imperfecto e inferior con respecto a algo o alguien mejor. El otro aspecto es la necesidad de la estimación y la aprobación o confirmación del otro. Para ser alguien se necesita de un público que le otorgue la posibilidad de ser valorado como alguien extraordinario. Hay que alienarse. De donde resulta que ejercer dicha identidad distinguida suscita una incapacidad de auto-reconocimiento y una incapacidad de conectar con el otro en una relación natural.

La idea de ser alguien tan enraizada en nuestras sociedades del «tiempo y espacio social economicista», proviene de un tipo de moral dominante basada en «los mejores», y concita la sobrevaloración de una imagen que desenraíza y menosprecia al individuo de su ser natural ocultando, asimismo, lo más espontáneo de sí mismo. La creación de la identidad distintiva, propia de una sociedad de valores androcráticos, proviene de una forma de concebir las relaciones desde el dominio sobre el otro. Corresponde a una concepción jerarquizante y normativa, propia de una mentalidad que enajena, y aísla al individuo de su propio contacto natural.

Actuar desde la idea de distinción no es algo azaroso, pues responde a un aprendizaje cultural. Proviene de un modo prestado de percibir el mundo. Ejerce un papel primordial como forma de control sobre el otro: siempre se es alguien en relación a los otros que no lo son, es decir, se da valor a alguien para despojárselo a otro. Y, se caracteriza también por ser un instrumento eficaz en la categorización de seres humanos, que convierte en objeto al que la ejerce y su seguidor.

La toma de conciencia de esa imagen fabricada que carece en sí misma de poder propio, implica afrontar el personaje o el patrón de «querer ser alguien». Permite ver la matriz de una forma extremadamente restrictiva de sentirse y mostrarse: la de ser alguien meritoriamente especial. Se trata, en definitiva, de constatar de qué manera se cuela subrepticiamente la función de la imagen narcisa en la cotidianeidad cuando nos comunicamos y nos relacionamos con los otros. La auto-observación y la observación sobre las implicaciones que este guión cultural tiene sobre el pensar, sentir y actuar es una fuerza que facilita liberarse de tal adhesión artificiosa. Rompe el molde de relación basado en la ficción de que existe alguien que tiene o merece un valor añadido. E induce en el juego relacional a interactuar más conscientemente con el otro, expresión viva de la gran diversidad humana. Procura, en definitiva, una mayor independencia de los códigos dominantes, lo cual conlleva la recuperación del poder interno con respecto a la programación exterior.

dijous, 7 de gener del 2010

Que sont les marxistes devenus ?

RUSSIEQue sont les marxistes devenus ?

Un artiste britannique retrouve les anciens professeurs de marxisme du bloc de l’Est. Son documentaire, Marxism Today, sera présenté à la Biennale de Berlin l’été prochain, nous apprend The Moscow Times.

06.01.2010 | Ksenia Galouchko | The Moscow Times

Repères

Phil CollinsPhil Collins est un jeune artiste vidéaste, né en 1970, en Angleterre. Il a été nominé au prix Turner en 2006. Il réalise des documentaires depuis 1999 et a travaillé dans le monde entier, notamment en Serbie, au Kosovo, en Irak, en Turquie et en Amérique du Sud. Parmi ses œuvres les plus connues figurentBaghdad Screen Tests (2002), réalisé avant l’invasion américaine, et dans lequel des Irakiens se livrent à des bouts d’essai devant la caméra. En 2004, They Shoot Horsesmet en scène neuf Palestiniens de Ramallah qui participent à un marathon de danse. En 2005,The World Won’t Listens’intéresse de nouveau à des jeunes de Colombie, de Turquie et d’Indonésie qui interprètent des tubes des Smiths dans un karaoké.

Il y a vingt ans, le capitalisme semblait avoir vaincu. Les anciennes républiques socialistes s’effondraient les unes après les autres et se détournaient de Marx pour mieux contempler les billets verts et l’économie de marché. Aujourd’hui, alors que le système capitaliste vient d’essuyer une année de crise financière, un artiste britannique, Phil Collins, se lance à la recherche d’anciens enseignants de l’idéologie marxiste en Russie et en Allemagne afin de recueillir leur opinion sur le monde sans socialisme.“Avec le vingtième anniversaire de la chute du mur de Berlin et tous les bouleversements qu’a connus l’Europe ces vingt dernières années, j’ai commencé à me demander ce qu’étaient devenus les anciens professeurs de l’idéologie marxiste après 1989. Avaient-ils suivi une nouvelle formation ? Avaient-ils changé de travail ?” explique Phil Collins. Il souhaite obtenir des entretiens filmés avec d’anciens professeurs du marxisme-léninisme en Russie et en ex-Allemagne de l’Est. “Peu importe ce qu’ils sont devenus. Ils peuvent être profs de sport ou hommes d’affaires, précise Collins. Je voudrais voir comment leur relation au marxisme a évolué avec le temps, voir si les gens croyaient plus au marxisme dans les années 1960-1970 que dans les années 1980 ; savoir quand a commencé la désillusion pour eux.”

Dans l’ancienne Union soviétique, les enfants commençaient à apprendre le marxisme-léninisme à l’école, en cours d’histoire. Plus tard, l’enseignement du marxisme était dispensé à l’université sous diverses formes, telles que la philosophie marxiste-léniniste, l’économie politique, le communisme scientifique et le matérialisme historique et dialectique. Boris Kagarlitski fait partie de ces anciens professeurs soviétiques qui n’ont pas cédé aux sirènes du capitalisme. Devenu aujourd’hui observateur politique et directeur de l’Institute of Globalization and Social Movements à Moscou, Kagarlitski se montre sceptique quant aux chances de trouver de véritables professeurs du marxisme. Peu d’entre eux avaient encore la foi dans les années 1980, et la plupart se sont adaptés au nouveau monde capitaliste de ces vingt dernières années.

“A ma connaissance, pas un seul professeur de la théorie marxiste-léniniste n’a souffert de l’effondrement de l’Union soviétique, confie-t-il.Tous ces gens se sont simplement transformés en analystes politiques et ont commencé à prêcher l’anticommunisme. Comme aucun d’entre eux ne croyait vraiment au marxisme, ils ont seulement changé la plaque sur la porte de leur bureau pour y inscrire “[Professeur en ]sciences politiques. Aujourd’hui, la Russie compte autant de spécialistes de sciences politiques qu’autrefois de professeurs de la théorie marxiste. Ces gens n’étaient qu’un outil de propagande aux mains du gouvernement et ils le sont toujours aujourd’hui”, déclare-t-il.

Karl Marx StadtDans le cadre de ses recherches, Collins s’est également rendu en Allemagne à Chemnitz, anciennement Karl Marx Stadt. Là, il a fait la connaissance de deux anciens professeurs. L’un est devenu sociologue, l’autre travaille comme interprète pour les immigrés. Une fois qu’il aura trouvé suffisamment de professeurs, Collins en choisira trois pour enseigner le marxisme à Manchester devant un public de jeunes étudiants britanniques. Collins a choisi Manchester parce que c’est dans cette ville que Karl Marx rencontra Friedrich Engels, avec qui il rédigera le fameux Manifeste du Parti communiste.

“Ils enseigneront l’idéologie marxiste dans des écoles publiques et privées comme s’ils étaient encore en 1988-1989. Cela devrait également mettre au jour les différences sociales au Royaume-Uni, où les divisions de classes sociales perdurent encore aujourd’hui, explique Phil Collins. A ce stade du projet, nous nous concentrerons sur les échanges entre ces enseignants du marxisme-léninisme et les jeunes d’aujourd’hui. S’ils sont capables de se comprendre, cela suscitera des questions. L’enseignement est une activité très intime et absolument captivante. Je suis impatient de pouvoir observer la dynamique de classe.”De son côté, Boris Kagarlitski reste sceptique : “Je ne doute pas que les anciens professeurs soient ravis d’accompagner Collins en Angleterre, mais je ne pense pas qu’ils soient capables d’apprendre quoi que ce soit aux jeunes sur place dans la mesure où eux-mêmes ne savent pas grand-chose du marxisme-léninisme.”