dimarts, 31 d’agost del 2010

Nacionalismo e internacionalismo. Los comunistas y los movimientos independentistas - Consideraciones para Cecilia Vergnano

Manuel Delgado

Cecilia:
Me gustaría explicarte una cosa. Perdona si te parece un rollo, pero es que me dejó preocupado lo que me dijiste como de paso hace unos días... No te niego que hay en el nacionalismo conservador alguna analogía, pero en lo que te insistía es que el nacionalismo no es una unidad ideológico y que el nacionalismo “no es”, “se usa”. Ahí está la cuestión, en Catalunya, por ejemoplo, la tradición histórica ha vinculado intensamente el catalanismo, incluso en sus variantes independentistas, con la izquierda revolucionaria, y no ahora, sino desde la propia aparición de los partidos y organizaciones marxista-leninistas en los años 20. Te lo explico sólo para que veas el matiz. Piensa que el diferencialismo nacionalista como argumento para el igualitarismo fue asumido doctrinalmente y formalizado por la propia izquierda revolucionaria, con la consecuente modificación que llevara del emblemático “Proletarios de todos los países, uníos”, al “Proletarios y pueblos oprimidos del mundo, unios”. Eso sucedió a partir del momento en el que, en el contexto de la impugnación del imperialismo británico en Asia como peligro inmediato para una Unión Soviética asediada y en guerra civil, se celebra el Congreso de los Pueblos de Oriente en Bakú, en septiembre 1920, poco después del segundo congreso de la Internacional Comunista. Se ha de tener en cuenta, no obstante, que el camino para este reconocimiento de las luchas anticolonialistas como episodios o facetas de la lucha de clases, ya había aparecido antes de manera abundante en la obra teórica del propio Lenin, que ya se había pronunciado antes en favor del derecho de autodeterminación de los pueblos, al tiempo que había llamado la atención sobre los diferentes sentidos –antágonicos incluso– que podía tener la “lucha por la patria”, cuanto ésta la esgrimían las naciones imperialistas y cuando lo hacían las poblaciones oprimidas. Una completa compilación de este tipo de materiales teóricos lo encontrarás en V.I. Lenin, La lucha de los pueblos de las colonias y países dependientes contra el imperialismo (Progreso, Moscú, 1973).
Deberías leer el “Informe sobre la situación internacional y las tareas fundamentales de la Internacional Comunista”, leído por Lenin semanas atrás del congreso de Bakú, en el marco del congreso de la Internacional Comunista. Lo tienes en ese libro que acabo de mencionarte, en concreto en las páginas 381-387. Allí aparecía de forma explícita la convicción de que la revolución socialista ya no tenía como único protagonista a la clase trabajadora de los pueblos “civilizados”, sino a la masa inmensa, de cientos de millones de desposeídos que sufrían el capitalismo bajo su forma imperialista. Ello en paralelo a la asunción por los partidos comunistas, y en especial y en primera instancia por los austro-marxistas –Bauer, Kautsky– y, más adelante, por Stalin. Mírate, de Stalin, Marxismo y cuestión nacional, Anagrama). De ese contexto surgieron las bases teóricas que orientaron la doble naturaleza nacionalista e internacionalista de las luchas contra el capitalismo a nivel planetario, que a partir de ese momento hacían compatible y hasta articulable el patriotismo con las tesis marxistas, generando guerras y revueltas que fueron al mismo tiempo revolucionarias y nacionalistas, incluso lo que hoy con tanto desprecio se llamaría “etnicistas”. Esa fue la orientación del papel de los comunistas a la hora de apoyar, muchas veces en solitario –cabe pensar en el ejemplo del Partido Comunista Francés y su apoyo a Abd-el-Krim o a los movimientos nacionalistas en las Antillas o África negra– la insurgencia contra los imperios francés o británico en los años 20 y 30 del siglo XX. Y lo fue en muchos otros casos posteriores, de los que los ejemplos serían bien abundantes en todos los continentes. En todos ellos los partidos comunistas asumieron como propias las vindicaciones nacionalistas, haciéndolas inseparables de las de clase. Sabemos que así ha sido y están siendo en muchísimos casos, en los que las tomas de posición revolucionarias han sido esencial y esencialistamente patrióticas. Son bien conocidos los ejemplos registrados a lo largo de los añios 50 y 60: Angola, Cabo Verde, Cuba, Argelia, Guinea Bissau, Vietnam, Chile y la mayoría de países de lo que un día fue el movimiento de los no alineados. La revolución cubana, con su consigna “Patria o muerte, venceremos”, explicita bien esa síntesis. Líderes revolucionarios bien conocidos lo fueron también de movimientos fuertemente nacionalistas, como Ahmed Ben Bella, Samora Machel, Amílcar Cabral, Ho Chi Minh, Sekou Touré, Patricio Lumumba o el propio Castro, por supuesto.
Y lo mismo valdría para Europa, donde los partidos comunistas plantearon la lucha antifascista en clave patriótica, sobre todo, como es lógico, en el contexto de la ocupación nazi de sus territorios. Pero es también el caso de los partidos comunistas en Catalunya, por ejemplo, como fue el caso del POUM, de la Unió Socialista, de Estat Català-Partit Proletari, del Bloc Obrer i Camperol, el Partit Comunista de Catalunya y, cómo no, de la fusión de algunos de los mencionados en el Partit Socialista Unificat de Catalunya, el PSUC, que protagonizó el único caso en que Catalunya ha sido admitida como nación con entidad propia en un organismo internacional, en este caso la mismísima III Internacional. Recuérdese que la defensa de la República tuvo en España, de la mano precisamente del PCE, una considerable dimensión nacionalista y de liberación nacional, con sus frecuentes exhortaciones a la defensa de la patria contra los invasores italinos y alemanes. Este fuerte componente nacionalista, influenciado por las tesis asumidas por la III Internacional, tuvo exponentes de notable elocuencia hasta épocas bien tardías, como fue el caso del FRAP, el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico, una organización armada que actuó en España en la década de los 70.También cabe tener presente que ese mismo patriotismo de izquierdas es el que ha animado y anima numerosos movimientos de liberación nacional determinados conflictos europeos, como el corso, el bretón, el nordirlandés o, en el caso español, de catalanes, vascos y gallegos, que en algunas de sus corrientes principales asumieron y mantienen todavía hoy posiciones políticas de signo marxista-leninista.
También ahí cabria recordar que el hecho no es específicamente novedoso y no responde, como se ha sostenido, a la influencia del FLN argelino, por ejemplo. En la década de los años 10 del siglo XX, Lenin ya se ocupó de criticar a quienes consideraban que el derecho de autodeterminación que se reclamaba para los pueblos colonizados no era aplicable al caso de conflictos análogos que tenían su escenario en la propia Europa. El propio Lenin ya establecía que lo que se reconocía como objetivo legítimo para Turquia, Egipto, India, Jiva o Bujará –por citar los casos que él mismo proponía–, lo era también para Finlandia, Polonia o Ucrania, e incluso para Irlanda, por cuya revolución de 1916 expresó toda su simpatía.Lee, en la compilación de Lenin que te mencionaba más atrás, los artículos “Balance de la discusión sobre la determinación”, sobre todo el punto 6, “¿Se puede contraponer las colonias a Europa en esta cuestión”, y 10, “La insurrección irlandesa de 1916”. Están en las páginas 244-259.
Si esto te lo explico es para que entiendas la posición de quienes, en Catalunya y en otros sitios, se adhieren a dos doctrinas de apariencia antitética –nacionalismo e internacionalismo–, pero que pudieron llegar a hacerse no sólo compatibles, sino hasta inseparables en determinadas circunstancias históricas. Ello no advierte sino de que la identidad no sólo se negocia y resulta de negociaciones; no sólo es el resultado de un sistema de afinidades y oposiciones cuyos contenidos son arbitrarios. Advierte cómo la identidad étnica o nacional no es la causa, sino el resultado de complejas dinámicas históricas, sociales, políticas, económicas, etc., y que no puede ser entendida al margen de la manera como grupos humanos con intereses y objetivos específicos la emplean como fuente de legitimidad.
Perdóname el rollo, pero me apetecía explicártelo, repito: no para que lo compartieras, faltaría más, sino para que simplemente estuvieras al corriente.

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