Intervención de Joan Tafalla en el debate público organizado por el colectivo comunista POLEX. Problématique des nations du
XVIIIème siècle a nos jours.
Sábado 17 de marzo de 2018, de 14.30h a 18h.
Espace Maymana, 8 rue Raspail, Saint Ouen, Métro Garibaldi, ligne 13.
España/Cataluña:
pueblo/nación/estado (siglos XVIII-XXI)
Buenos días, agradezco al colectivo POLEX por haberme invitado a
aportar una modesta contribución a este debate. Siempre me siento en casa en
este París de la Convención de 1793-94, de las jornadas de febrero y de junio
de 1848, de la Comuna de 1871 o de la primavera antifascista del 36. Siempre me
siento en casa en el París que soldados republicanos españoles, codo a codo con
los FFI de la resistencia contribuyeron a liberar, en aquellos días de agosto de
1944.
Ante todo pediré disculpas por el crimen que estoy a punto de cometer
contra la lengua francesa. Hace bastantes años que no hablo en francés más que
una o dos veces al año y por lo tanto ni mi sintaxis, ni mi vocabulario, ni mi
pronunciación serán correctas. Pese a todo espero poderme comunicar mínimamente
con vosotros.
1.
Preámbulo italiano
Pese al riesgo de equivocarme al no estar especializado en la historia
de Italia, empezaré con un ejemplo de lo que pienso que puede servir para
ilustrar lo que explicaré cuando hable del caso catalán.
Cuando Vittorio Emmanuele entró en Nápoles, podía decir que Italia
estaba hecha. Así lo afirmó el conde de Cavour: “Italia está hecha, todo está
salvado”. Con más cautela, el marqués Taparelli Massimo D'Azeglio replicó:
“Italia está hecha, ahora hay que hacer a los italianos”.[1] El
examen del mapa electoral de Italia de las elecciones del pasado 4 de marzo
hace pensar que el marqués d'Azeglio estaba más en lo cierto que el conde de
Cavour.[2
Este ejemplo, próximo en el tiempo y en el espacio, nos da una muestra
del realismo con que los distintos marxistas que debatieron sobre la cuestión
nacional a principios del siglo XX remarcaron el carácter histórico de la
formación del estado y de su relación con otro fenómeno históricamente datado
como es la nación. O sea, la relación entre los fenómenos que llamamos nación,
pueblo y estado y, por lo tanto, el propio estado-nación es algo históricamente
datado, está sometido al carácter cambiante de la cultura y de las relaciones sociales de producción y
cambio. En el caso italiano, uno de los estados occidentales que habría
conseguido de manera canónica una identificación con la nación se presenta hoy
como algo no terminado, como un proceso en constante recomposición.
1.- Pueblo, nación, estado en nuestros clásicos.
No os preocupéis, seré breve en la exposición de este apartado.[3] Hoy
solo quiero recordar lo que dijo Marx, el 28 de marzo de 1870, llamando a la
unidad en la lucha entre los proletariados inglés e irlandés, recogiendo la
antorcha democrática encendida por Robespierre en abril de 1793: “Quien oprime
una nación se declara enemigo de todas”.[4] Marx precisó y actualizó la consigna: “El pueblo que oprime
a otro pueblo forja sus propias cadenas”.[5]
Creo que estamos ante una afirmación no circunstancial. En ella, Marx establece
una relación indisoluble entre liberación nacional y social. Una posición
similar es por Marx aplicada en el caso de Polonia.[6]
Conviene recordar brevemente que la idea que Marx y
Engels o Lenin se hacían del socialismo distaba mucho de considerar progresista
la centralización feudal y mercantilista de los Estados del absolutismo durante
el Antiguo Régimen (como la de Luis XIV en Francia o la de su nieto Felipe V en
España), ni tampoco el centralismo reinstaurado por Napoleón, acentuado por la
restauración borbónica de 1814 o por la tercera república francesa. Aun menos
consideraban el centralismo como una de las características que el socialismo
debiera heredar del capitalismo.[7]
Con una ingenua superficialidad, y con una
inconsistencia aun mayor, se suele citar la frase del Manifiesto del Partido
Comunista (1848) que dice: “Los obreros no tienen patria”, como si esta frase
resumiera el pensamiento de Marx respecto al hecho nacional. No obstante, esta
frase no tiene un carácter normativo ni mucho menos es una desiderata sobre un
“deber ser” de la clase obrera predicado o inventado por “un redentor de la
humanidad”. La afirmación de que “los obreros no tienen patria” no hace más que
describir una situación de hecho: la expropiación, la alienación sufrida por el
proletariado que era (en 1848) excluido de la ciudadanía, que es un ilota, un
meteco o un esclavo de la polis liberal-burguesa.
Para comprobarlo solo hay que leer el párrafo
completo del Manifiesto: “También se ha recriminado a los comunistas que
quieren abolir la patria, la nacionalidad. / Los obreros no tienen patria. No
se puede quitar lo que no se tiene. El proletario, partiendo del hecho que en
primer lugar tiene que conquistar el poder político, erigirse después en clase
nacional[8]
y constituir esta misma clase en nación, aún es nacional, aunque no en el
sentido burgués.[9] El resumen
está claro y no lo voy a hacer yo. Lo hizo hace bastantes años Pierre Vilar:
“Analicemos: 1) La nación existe. 2) Es un hecho político. 3) Toda clase
dominante se erige en clase nacional. 4) toda clase nacional se identifica con
la nación. 5) La burguesía lo ha hecho, el proletariado puede pretender
hacerlo. 6) El hecho nacional puede cambiar de sentido según la clase que lo
asuma”.[10]
Es decir, cuando habla de la cuestión nacional, el
Manifiesto abre la problemática de la hegemonía, que es tema leniniano y
gramsciano por excelencia. Sin embargo no lo inventaron ni Lenin ni Gramsci,
como se ha demostrado. Por otro lado, el propio Manifiesto remacha el clavo
planteando la cuestión del contenido y de la forma de la lucha del
proletariado: “Por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del
proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional.”[11]
Toda la fraseología cosmopolitista post-nacional
esgrimida por una confusa amalgama de neo-luxemburguistas,
neo-libertarios-liberales, partidarios de la Unión Europea y por algunos
nacionalistas de estado disfrazados de obrerismo corporativo o de
internacionalismo abstracto está totalmente desvinculada del pensamiento vivo
de Marx.
2.- El caso de los catalanes: una manifestación del
fracaso de una construcción nacional-estatal.
Al venir hoy a hablar aquí, en París, sobre la
cuestión de la relación entre Catalunya y España he recordado la visita que
hice al insigne historiador Pierre Vilar, en su apartamento del Quai de la
Rapée el año 1987. Como sabéis, Pierre Vilar es el autor de La Catalogne dans
l'Espagne moderne : recherches sur les fondements économiques des
structures nationales.[12]
Yo venía en busca de asesoramiento en la
elaboración de la política de lo que entonces era mi partido: el Partit dels
Comunistes de Catalunya. La reunión fue rica en indicaciones e incitaciones a
diversas lecturas que después fueron trasladadas a distintos lugares de los
documentos estratégicos del partido. Algunas de ellas contribuyeron a la
elaboración de la línea de Front d'Esquerres que presidió nuestra política de
aquellos años. Esta política era fruto de un trabajo colectivo comunista de
larga duración. Pero está bien reconocer algunos de los orígenes de aquella
política.[13] Hoy, volver a aquellas lecturas de Pierre
Vilar, y rehacerlas a la luz de la experiencia de estos últimos años me ha
ayudado a recordar algunos elementos de la política comunista de aquellos años
y a escribir algunas de las partes de mi
interpretación de hoy.
Habiendo muerto en 2003, no podemos saber qué diría
Pierre Vilar ante la deriva actual de la situación catalana. No obstante, en su
obra,[14]
junto a la magistral síntesis de la historia de Catalunya hecha recientemente
por Josep Fontana,[15]
seguimos encontrando algunos elementos que nos permiten comprender
históricamente la relación entre el pueblo catalán y el estado que se
auto-denomina Reino de España. Otras contribuciones de historiadores podrán ser
encontradas en las páginas que siguen.[16]
Naturalmente los numerosos déficits i los errores de esta breve y precipitada
síntesis son exclusivamente míos.
Las indicaciones de Pierre Vilar nos son útiles
para entender la pervivencia de un grupo humano que, ubicado en un determinado
espacio geográfico, que se autodenomina catalán y se identifica como tal a lo
largo del tiempo. Vilar nos habla de la incidencia de la geografía, del clima,
de la economía, de la historia y de la mentalidad en la pervivencia de este
grupo humano. Pone el acento en que el hecho catalán es un hecho “... de orden
lingüístico y cultural. Se inscribe en un largo período de tiempo. Sobrevive a
acontecimientos políticos que a veces unen y a veces separan las dependencias y
las independencias de los distintos territorios que alcanza este hecho”.[17]
Es la visión del historiador de la larga duración, del historiador de las
mentalidades de los grupos humanos y, a la par, del historiador de la evolución
y la incidencia de la economía y de determinados condicionantes geográficos en
la evolución de los grupos sociales.
Cuándo se constituyó el
estado-nación español
En primer lugar negaré la premisa mayor de la historiografía
nacionalista de estado española que da como fecha de nacimiento del
estado-nación español el año de la unión dinástica entre la corona de Aragón y
el reino de Castilla (1474) y su sucesión por la dinastía de los Habsburgo
(1516). Abro paréntesis sobre un hecho no menor: Los Habsburgo adquirieron
también la posesión de la corona de Portugal el año 1580, hasta que los
portugueses se liberaron de ellos en el año 1640, coincidiendo con la rebelión
catalana.
Parece innecesario recordar aquí, entre comunistas,
que una unión dinástica solo es la fecha de la creación de una soberanía feudal
sobre diversos territorios poblados por súbditos y no la fecha de la creación
de una nación de ciudadanos, es decir, de una república en el sentidos moderno
de la palabra. Uno de los orígenes de los equívocos que dan una cierta
credibilidad a la ideología nacionalista de estado española es el mapa
resultante de esta unión dinástica entre las coronas de Castilla y de Aragón.
Si al mapa se le suma la conquista de los Reinos de Granada (1492) y de Navarra
(en una larga guerra entre reyes por la posesión de este territorio) configuran
un mapa donde alguien puede ver las “fronteras naturales”[18]
del Reino de España actual. Siempre a condición de que miremos el mapa
resultante de aquella unión dinástica de manera francamente anacrónica y
presentista. Una unión dinástica que abrió el paso a la construcción progresiva
de una monarquía absolutista que tardó más de dos siglos en imponerse sobre los
pueblos que habitaban la Península, menos Portugal que se independizó en 1640.
Para implantar la monarquía absoluta hizo falta, en primer lugar aplicar “a
rajatabla” el principio cuius regio, eius religio, incluso antes que
este principio fuera formulado jurídicamente por el jurista Joachim Stephani y
antes de las guerras de religión en Francia y en el Imperio Romano-Germánico
con motivo de la Reforma. El mecanismo utilizado para esta unificación forzosa
religiosa fueron las expulsiones de los judíos (1492) y de los moriscos
(1609-1614) y la acción continuada de la Inquisición por lo menos hasta 1827.
El proceso de implantación progresiva de la
monarquía absoluta duró dos siglos (1516-1714). Para hacerla posible, además de
la unificación religiosa, hizo falta liquidar las libertades y las
constituciones de los distintos reinos sometidos: Castilla (1521), Aragón (1591
y 1714), de Valencia y Mallorca (1712) y de Catalunya (1640 i 1714). Hasta el
Decreto de Nueva planta (1716) los reyes debían jurar las leyes de cada uno de
los reinos; existían fronteras, leyes diferentes e instituciones propias de
gobierno y de legislación, así como monedas propias. La historia de la
implantación de la monarquía absoluta en España es la historia de la
liquidación primero de viejas libertades castellanas y después de las leyes y
libertades de los otros reinos existentes en la Península Ibérica. Con el
decreto de Nueva Planta no nos encontramos ante la creación de ninguna nación
en el sentido moderno del término y, aun menos, de ningún estado-nación. Más
bien nos encontramos ante la liquidación de las libertades y de las instituciones
existentes y del secuestro de la soberanía nacional por parte de los reyes
absolutos, al tiempo que con el inicio de la ruptura de las barreras que
impedían la creación de un mercado único que abarcara los territorios bajo
dominio del monarca absoluto.
Por lo que se refiere a Catalunya, en este período
fue relevante la llamada revuelta catalana, un largo proceso de resistencias y
sublevaciones que suscitó el intento reducción de las libertades catalanas por
parte de la casa reinante en España. El historiador británico J.H. Elliot
extiende esta larga revuelta entre los años 1589 y 1640.[19]
La revuelta consistió en una serie de levantamientos campesinos y menestrales
contra el intento de la monarquía de Felipe IIIo (1578-1621) y de su
sucesor Felipe IVo (rey entre 1621 y 1665) de liquidar las leyes y
las instituciones catalanas. Un levantamiento popular que llevó, el año 1640 a
proclamar una “república catalana” de muy corta duración y que llevó a las clases dominantes
catalanas, ante la incapacidad de defenderla ante las tropas del rey, a pactar
su sumisión al rey francés Luis XIV. Este consideró Catalunya simplemente un
territorio más a someter a su soberanía personal y absoluta y, más adelante,
ante la evolución de la situación devolvió el Principado a manos del rey
español en el tratado de los Pirineos (1659), a cambio de retener una parte del
territorio catalán (Cerdanya, Capcir y Rosselló). Este simple ejemplo nos
muestra que a mitad del Siglo XVII no existía ni nación española, ni nación
francesa, sino monarcas absolutos, que secuestraban la soberanía de los pueblos
a los que sometían y que se disputaban entre ellos la posesión y el expolio de
territorios y pueblos mediante la diplomacia y/o las guerras, enmascaradas a
menudo con motivos religiosos. Guerra y diplomacia que abarcaba el conjunto del
territorio europeo.
Las paradojas de 1714.
Tras la muerte sin sucesión del rey Carlos II, la
decisión de las instituciones representativas de la antigua corona de Aragón
(Mallorca, Valencia, Aragón y Catalunya) de apoyar al candidato Habsburgo a la corona de España fue
compartida inicialmente tanto por las clases dominantes como por los sectores
populares catalanes. Pero las clases dominantes catalanas se alinearon
progresivamente con los Borbones, aunque no todos lo hicieran desde el primer
momento. Aún más después de la derrota de 1714.
El 11 de septiembre de 1714, la resistencia a
ultranza de la ciudad de Barcelona fue una obra básicamente popular. Se basaba
en la ilusión de que el candidato Carlos de Habsburgo respetaría las
instituciones y las constituciones catalanas que el candidato impuesto por Luis
XIV. También en el rencor anti-francés ante lo que se consideró una traición de
Mazarino y de Luis XIV a las aspiraciones catalanas en el periodo de la
revuelta catalana de 1640-1659. Los catalanes de este periodo, apoyando al
candidato de los Habsburgo pretendían influir en la gobernación de la corona de
España, a la vez que pretendían conservar sus libertades, instituciones, leyes
y lengua. No intentaban constituir una república catalana independiente, como
nos narra la historiografía nacionalista catalana de los últimos años, sino la
derrota de un proyecto de gobernación del conjunto de España diferente al del
absolutismo centralista borbónico.
El decreto de Nova Planta (1716) significó el
aniquilamiento legal y político de las instituciones, aniquilamiento de la
lengua como lengua de cultura o de la administración, y la represión de su uso
por parte de las clases populares. Significó también la represión sobre todos
los movimientos populares en el ámbito no solo de Catalunya, sino de Aragón, de
Valencia y de Baleares.[20]
Esta fue la tónica de la imposición de la legalidad castellana por parte del
régimen borbónico. Pero no solo en Catalunya sino en el conjunto de reinos
hispánicos que vieron así destruidas sus libertades y constituciones. De hecho
no es extraño que algunos catalanes pensaran que luchando por las libertades
catalanas luchaban por las libertades de los otros pueblos de España. Un
mensaje ignorado o despreciado en Castilla y en el resto de territorios
hispánicos. Un pueblo que oprime a otro pueblo forja sus propias cadenas. En
realidad, lo que sucedió fue la imposición en toda España del modelo de
centralización de la soberanía y del estado en una sola persona, siguiendo la
estela de Luis XIV de Francia. El medio usado para conseguir este objetivo no
fue otro que la imposición de la ley castellana sobre los reinos de la corona
de Aragón.
Paradójicamente, y contra las afirmaciones de una
parte de la historiografía nacionalista catalana, el siglo XVIII fue un siglo
de crecimiento económico catalán, fue el siglo de la concesión de permisos a
los comerciantes catalanes para comerciar con las Indias, fue el siglo de la
primera industrialización del textil. Las clases dirigentes catalanas se
incorporaron, en la medida en que se les permitió, al estado despótico
borbónico. Tal como dijo Pierre Vilar: “nunca la burguesía catalana se ha
sentido más española que en este fin del siglo XVIII. Un signo de ello que es
que abandona el catalán por el castellano como lengua de cultura”.[21]
No estamos ante una actitud coyuntural de las clases dominantes catalanas.
Estamos ante una pauta de comportamiento, ante la mentalidad de un grupo
social, ante una cultura de clase que se ha mantenido a lo largo de siglos.
Hasta hoy mismo. Aunque algunos se nieguen a verlo.
Así pues, no es raro que las clases dominantes
catalanas ignorasen la propuesta de Robespierre y Couthon para crear una
república catalana hecha durante la Guerra de la Convención[22]
entre España y Francia, en 1794.[23]
O que despreciasen los intentos de seducción del general Augereau durante la
Guerra Independencia (1808-1814),[24]
que tampoco cayeron en terreno abonado. Es verdad que estos intentos no pasaron
de insinuaciones, fueron de corta duración y poco creíbles, dado que el
centralismo napoleónico y las devastaciones cometidas por el ejército francés
durante la ocupación. Pero lo cierto es que, lejos de la situación de Italia,
en la que la intervención napoleónica contó con el apoyo de los patriotas y de
los jacobinos italianos,[25]
en Catalunya existía un rencor popular hacia la monarquía francesa y hacia los
franceses en general que databa, como se ha dicho, de la etapa 1640-1659. Este
rencor fue heredado por la primera república francesa y después por Napoleón.
Por otro lado, el mercado de las indianas y de los vinos y aguardientes
catalanes era España y, no lo olvidemos, las colonias españolas en América
Latina. Ya sabemos que la burguesía suele confundir la nación con el mercado.
Así pues, los burgueses catalanes querían ser
españoles y enviaron representantes a las Cortes de Cádiz que ayudaron a
redactar la primera constitución liberal española (1812). Vuelvo a repetir que
esta actitud españolista de la burguesía catalana es una norma, es una pauta de
comportamiento. La burguesía catalana
no ha sido nunca independentista. Pierre Vilar nos lo recuerda: “La
Guerra de la Independencia marca el momento de la historia en que la 'unidad
española', la 'unidad nacional' se afirma mejor. (...) Cádiz será (...), el
1810 el crisol donde intenta elaborarse una nación española a la vez unitaria y
renovada”.[26]
Los nacionalistas españoles conservadores y
reaccionarios (o sea los no liberales) hacen remontar la nación española a Don
Pelayo o a los visigodos. Es un estupidez evidentemente falsa y hasta ridícula.
Pero los nacionalistas españoles liberales y hasta algunos demócratas remontan
el nacimiento de la España moderna como nación política, en las Corte de Cádiz
de 1810-1812. Desde mi punto de vista, esta afirmación es más una desiderata
que una realidad. Explico por qué.
Los siglos XVIII y XIX fueron presididos por un
desarrollo desigual entre los distintos territorios incluidos en el reino de
España. Este desarrollo desigual que se acentuaba progresivamente con el
desarrollo del capitalismo, puso dificultades materiales casi insuperables a la
consolidación de la nación política española que debería haber nacido en las
Cortes de Cádiz. Quizás el artículo primero de la Constitución de 1812 podía
proclamar que: “La Nación española es la reunión de todos los españoles de
ambos hemisferios”, y en su artículo tercero que: “La soberanía reside
esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el
derecho de establecer sus leyes fundamentales”. Son dos declaraciones muy
tímidas si se comparan con las de la constitución francesa de 1793, por
ejemplo. Pero muy avanzadas dado el momento en que fueron
proclamadas. Pero entre comunistas quizás no hay que recordar que una cosa es
proclamar la existencia de una nación y otra muy distinta es que los hombres y
mujeres llamados a constituir esta nación se consideren “nacionales”, es decir,
ciudadanos de aquella nación cuya existencia se proclama.
La Pepa[27]
había proclamado el nacimiento de la nación española. Parafraseando avant la
lettre a Cavour, España estaba hecha, pero como dijo d'Azeglio para el caso
de los italianos, faltaba “hacer a los españoles”. La Constitución de Cádiz de
1812 fue una declaración de liberalismo muy avanzada para el momento y el país
donde fue redactada y aprobada. Se produjo en un contexto en que el liberalismo
era minoritario en el seno de un movimiento popular anti-napoleónico, que lejos
de reivindicar la soberanía de la nación, deseaba el retorno del rey absoluto.
Después de la derrota de Napoleón, la llegada del Borbón en 1814 se saldó con
la derrota de la revolución liberal y con la re-instauración del absolutismo.
Fernando VII fue recibido al grito repetido de: “¡Vivan las cadenas!”. Así que la
Pepa tuvo una vida muy breve. Cuando
los liberales la quisieron reimplantar durante el Trienio Liberal de 1820-1823,
también se saldó de nuevo con la reinstauración del absolutismo. Es decir, con
una forma de soberanía casi feudal, de sumisión de los súbditos a un rey
absoluto, “soberano por la gracia de Dios”. Esta vez el rey absolutista,
defensor de una concepción feudal de la soberanía contó con la ayuda el rey
francés de la Restauración y de una tropa mandada por él llamada: “Los cien mil
hijos de San Luis”. Al viejo grito de exaltación del dominio absoluto y de la
sumisión, “¡vivan las cadenas!”, los absolutistas hicieron un añadido muy
significativo: “y muera la nación”.
En estas circunstancias, poca constitución material de la nación
española podía aportar la Constitución de Cádiz más allá de sus brillantes
declaraciones de principio. La creación de una nación de ciudadanos españoles
no sería una tarea fácil sobre todo teniendo en cuenta el subsiguiente fracaso
de la revolución liberal re-iniciada en la década de los años 1830. Una revolución liberal desde arriba, que
usaba la sucesión del tirano Fernando VII tras su muerte. El fracaso político
de la revolución liberal se añadió el fracasó de la revolución industrial en el
conjunto de España.[28] Todo
ello estimuló aún más el desarrollo desigual entre una Catalunya “fábrica de
España”[29] y la
cultura política semi-feudal de los nuevos latifundistas surgidos de la
desamortización de los bienes de la iglesia. Hay que recordar que la
desamortización de las tierras del clero no creó una numerosa clase de
campesinos libres, como en parte sucedió en Francia,[30] sino
que mayoritariamente revirtió en el refuerzo del viejo latifundismo feudal y en
la creación de una nueva capa de latifundistas semi-capitalistas. El desarrollo
desigual tiene las raíces largas en el reino de España.
Los sectores obreros y populares de Barcelona, la base de masas más
radical de la revolución liberal española, fue maltratada de manera reiterada
por los capitanes de la fracasada revolución liberal española. Espartero
consideraba que había que “bombardear Barcelona” cada 50 años. Mientras las
clases populares catalanas eran reprimidas por los dirigentes de la revolución
burguesa, los industriales catalanes no solamente se españolizaban si no que,
además, reclamaban la ayuda del estado liberal (que no democrático) frente a la
aparición de un nuevo sujeto social: el proletariado industrial, que inició su
organización de clase durante los años 30 y 40 del siglo XIX. La primera huelga
general se produjo en Barcelona el año 1835 en el marco de una de las
insurrecciones populares llamadas bullangas. La represión de las bullangas y, en general, del siempre
insurrecto pueblo de Barcelona en base a bombardeos desde el castillo de
Montjuic o de la fortaleza de la Ciudadela[31]
contribuyó decisivamente a fijar una determinada mentalidad popular confrontada
con este estado liberal. Este proletariado urbano catalán y el resto de clases
populares heredaron la fama de insurrectos y de ingobernables de los catalanes
de 1640 y de 1714, y se tienen testimonios que, en sus insurrecciones
conservaban la memoria de su pasado de lucha y de sus viejas libertades.[32]
Por su parte, la burguesía trataba de crear una imagen bien distinta:
la del amor al orden y la de la “laboriosidad” de los catalanes que, “de las
piedras hacen panes”. Y se refugiaba en los brazos del ejército y del estado
español cada vez que había que reprimir a los insurrectos e ingobernables
obreros y pueblo de Barcelona en general. Esas clases populares seguían
hablando en catalán mientras que las clases dominantes se españolizaban
política y lingüísticamente. Vivían, como ha dicho Joan-Lluís Marfany en el
mundo de la diglosia: hablaban y escribían en castellano en sus relaciones
públicas y reservaban la lengua catalana para su vida cotidiana.[33] Por
otra parte, las estructuras centralistas del nuevo estado liberal español, con
la adopción en 1833 de la división provincial, tampoco fue un factor de
igualdad en el desarrollo como había sido la intención inicial de la creación
de los departamentos en Francia en 1789. El modelo adoptado era radicalmente
centralista, copiado del modelo napoleónico y de la gestión del territorio a
través de los prefectos. La división provincial no consiguió impedir la
acentuación del desarrollo desigual propio capitalismo y aún más en el caso
español.
Pese a los esfuerzos de la burguesía catalana para españolizarse y para
participar en la gobernación de España, existía una contradicción objetiva
entre los liberales librecambistas castellanos o valencianos y los industriales
catalanes liberales pero proteccionistas. Por otra parte el liberalismo español
era subsidiario del colonialismo inglés sobre minas y sobre sectores agrarios
del sur. Era natural que el capital industrial catalán (proteccionista) chocara
repetidas veces con las políticas económicas que se hacían des el gobierno
español. Pero la burguesía catalana no dejó nunca de ser española y de
considerarse como tal. Solo intentaba influir y, en la medida de los posible
participar en la gobernación de España. De
nuevo nos encontramos con una pauta de comportamiento que la burguesía catalana
no ha abandonado nunca. Tampoco lo ha hecho ahora.
Si a las insuficiencias de la revolución liberal en España le añadimos
la derrota de la revolución de 1868 y de la primera república, podemos
catalogar el conjunto del proceso 1812-1874 como la primera revolución pasiva
española. Más adelante hablaré de otras dos revoluciones pasivas en la historia
de España.
La práctica de la lengua catalana y el sentimiento de formar parte de
un grupo social interclasista que se autodenominaba catalán era durante el
siglo XIX algo propio de las clases populares; obreros y menestrales urbanos y
rurales, payeses sometidos a los contratos enfiteúticos (los llamados rabassaires) pequeños industriales y
comerciantes. No podemos ver este sentimiento de pertenencia como una muestra
de nacionalismo en el sentido moderno de la palabra, si no como formas de
cultura de las clases subalternas. Formas de cultura en la que conviven y se
amalgaman de un lado la memoria de unas viejas y mitificadas “libertades” de
los catalanes, con las nuevas culturas políticas provenientes de la revolución
francesa y de las que la siguieron en 1830 y en 1848: el comunismo cabetiano,
el federalismo de Proudhon, el republicanismo y el obrerismo predominaban entre
obreros y menestrales de las ciudades industriales catalanas. Una amalgama que
se puede considerar de muchas maneras pero que no era de ningún modo burguesa,
como los practicantes de un marxismo anquilosado en la vieja dogmática
kautskyana pretenden. El movimiento de los coros de Clavé son una de las
manifestaciones de esta realidad, pero no la única.
Por su parte, la burguesía industrial y los latifundistas catalanes se
consideraban españoles y no hablaban en catalán si no era “en la intimidad”. La
bandera de la lengua y de la cultura catalanas solo fue recogida por la
burguesía catalana cuando constató que no la dejaban participar en el gobierno
de la España de la denominada Restauración posterior a 1874.[34]
La burguesía industrial catalana que había aspirado no tanto a ser
clase hegemónica (dirigente) si no a participar en la gobernación de España
constató que las demás fracciones de la burguesía española no la dejaron
participar en el reparto del pastel. Comprobó amargamente que en el reino de
España solo se practicaban políticas librecambistas que perjudicaban gravemente
la industria catalana. Además, constató la impotencia y la ineficacia de un
estado, el Reino de España, que perdía sus últimas colonias en el momento en
que los otros estados imperialistas se repartían el mundo. España era un
fracaso como estado imperialista. Y no por falta de ganas de ser imperialista,
claro. En esos años, España perdió lo que quedaba de su antiguo imperio: Cuba,
Puerto Rico y Filipinas. En el reparto de Marruecos con Francia, a España le
tocó la parte más pobre. Lo que aumentó el descontento de la burguesía
industrial catalana respecto del estado liberal-conservador, profundamente
corrupto y caciquil llamado Reino de España.
Los últimos años del siglo XIX son el momento del nacimiento del
regionalismo político burgués catalán. Son el momento en que el hecho
catalán se convierte en el fenómeno político catalán, en palabras de
Pierre Vilar. La burguesía industrial catalana empieza a apoyar e incluso a
estimular el movimiento más o menos popular entorno a la lengua y la cultura
catalanas. Con esta actitud trata de disputar la hegemonía política entre las
clases subalternas a los sectores obreristas, sindicalistas, anarquistas y
republicanos federales o no federales. También trata de conseguir una base de
masas para pesar en la disputa y en la negociación con las demás fracciones de
la burguesía española. Nace pues, el catalanismo político burgués. Un movimiento
culturalmente heteróclito, que culturalmente oscila entre el conservacionismo
más radical y el republicanismo, el federalismo y el obrerismo. Un movimiento
que se debate entre ser un nacionalismo o un regionalismo. Nace sobre una base
popular real. La burguesía industrial deviene, durante esos años, la clase
nacional en Catalunya. Sus figuras abanderadas serán Prat de la Riba, Torres i
Bages, Puig i Cadafalch y Francesc Cambó. Con toda su diversidad que aquí no se
puede resumir.
A principios del siglo XX, la iniciativa política del regionalismo
burgués consiguió formar el movimiento de la Solidaritat catalana, sabiendo sumar una serie de descontentos
populares de distinto tipo, desde el republicanismo, hasta el carlismo y la
Lliga regionalista que era preponderante. A través de este movimiento,
consiguió romper en Catalunya con el régimen electoral caciquista y clientelar
de la Restauración y abrir una brecha institucional en el régimen que le
permitía alcanzar una representación política propia en las instituciones. Al
mismo tiempo consiguió una cierta dosis de auto-gobierno bajo la forma de la
Mancomunitat de Catalunya.
En ningún momento ni los dirigentes burgueses ni el conjunto del
movimiento catalanista de estos años se plantean el abandono de España, la
constitución de un estado-nación catalán propio, separado del reino de España.
Pretenden solamente influir en la gobernación general, proteger la industria,
gobernarse a sí mismos con una mayor solvencia y eficacia que la mostrada por
el corrupto estado de la Restauración. Esta
sigue siendo una constante, la pauta del comportamiento de la burguesía
catalana. Como sigue siéndolo hoy.
Niceto Alcalá Zamora: afirmó que Cambó pretendía ser el Bolívar de
Catalunya y el Bismarck de España. Misión imposible. No se pueden ser las dos
cosas a la vez. En mi opinión, Prat nunca pretendió imitar a Bolívar dado que
nunca luchó por la independencia de Catalunya. Sus declamaciones en favor de la
nacionalidad catalana estaban destinadas a acumular fuerzas, no para ser el Bismarck
de España sino para permitir que Catalunya desarrollara un rol similar al del
Piamonte en Italia, en la construcción de un estado-nación español más moderno,
es decir, más de acuerdo con las necesidades del capitalismo industrial.
En vano. Los sectores terratenientes semi-feudales del campo español y
los sectores de la gran oligarquía financiera no estaban dispuestos a ceder
frente a las demandas de la burguesía industrial catalana ni en la cuestión del
reparto del poder ni en una política económica que favoreciese la industria
nacional. Aquí reside la contradicción que originó el proceso de constitución
de Catalunya en nación. La burguesía industrial catalana apeló a las masas para
obtener la fuerza necesaria en este combate para sus intereses particulares de
clase. Y lo tuvo que hacer transformándose en clase nacional, ejerciendo la
dirección del movimiento catalanista. Pero el regionalismo/nacionalismo catalán
de aquella época y el actual tienen un problema: cuando se llama a las masas a
participar es fácil perder el control. Es fácil ser desbordado.
Por otra parte, lucha de clases rompería la Solidaridad catalana.
Barcelona era, además de la capital del regionalismo político catalanista, la Rosa de Fuego del movimiento obrero y
popular. Sucedieron primero la huelga general de 1902, después la huelga
general contra la guerra de Marruecos el año 1909, conocida por las clases
dominantes como la Semana Trágica. La
burguesía catalana no dudó en pedir nuevamente ayuda al propio estado
borbónico, caciquil y corrupto. La represión anti-obrera fue brutal. El mismo
escenario se repitió años después con el crecimiento del sindicalismo de la
CNT, durante la huelga de la Canadiense y durante el llamado Trienio Negro
(1920-1923). La burguesía catalana se lanzaba en brazos del estado, se hacía
más española que nunca y estuvo en el origen del golpe de Estado de Primo de
Rivera (1923) y en el mantenimiento de su dictadura hasta 1930. La burguesía
había dejado de dirigir el movimiento catalanista. Sus intereses de clase la
llevaban, de nuevo, a ser una clase española, muy española.
En estas condiciones, no es de extrañar que el 14 de abril de 1931, la
proclamación de la segunda república se hiciera en Barcelona al son de la
Marsellesa y bajo el grito de “Muera Cambó, Viva Macià”. Macià era un
nacionalista radical, republicano y democrático procedente de la pequeña
burguesía. En Catalunya el partido que triunfó en las elecciones municipales y
posteriormente generales fue ERC, un partido popular y obrero, producto de la suma
y la confluencia de un extendido y capilar movimiento republicanista de las
clases populares catalanas, de los rabasaires y de los trabajadores
industriales, de un mundo asoci infinitud de ateneos, cooperativas de consumo y
de producción. La victoria de ERC en las elecciones municipales del 14 de abril
no era producto de una campaña electoral improvisada, era el producto de una
larga acumulación de fuerzas por parte de los sectores obreros y populares,
democráticos y republicanos. Convivían en ella diversas culturas políticas: des
del republicanismo federalista de Companys, al minoritario independentismo del
reducido grupo Estat Català, desde la cultura cooperativa de los rabasaires, al
asociacionismo republicano, federal y obrerista. La pequeña burguesía había
sustituido a la burguesía en la dirección del movimiento nacional. El carácter
más popular, democrático y republicano era evidente.
Durante el período republicano, las clases subalternas estaban
repartidas entre el obrerismo anarquista de un lado y el catalanismo popular
del otro. A menudo la misma persona tenía el corazón partido: como obrera
estaba afiliada a la CNT, pero junto a la identidad obrera convivía una
identidad catalana, republicana, popular y, consecuentemente, en las elecciones
no siempre hacía caso de las consignas abstencionistas del sindicato y votaba a
Esquerra Republicana de Catalunya. Lo que dirigió la resistencia al fascismo
durante los 30 meses de guerra y revolución (1936-1939) fue una alianza
inestable entre el obrerismo de la CNT y el republicanismo popular y
democrático, agrupado en el Frente Popular que, en Catalunya adoptó una forma
propia, acorde con la realidad política catalana, diferente de la del resto de
España, denominada Front d' Esquerres. No sin contradicciones, algunas de ellas muy
graves. En este contexto, la acertada política del PSUC (creado en el año
1936),[35]
trataba de traspasar la dirección del catalanismo popular a la clase obrera y
de ganar la guerra a la vez que se hacía una profunda revolución democrática.
La ausencia de jacobinismo bajo la moderada segunda república española
hizo que las principales transformaciones democráticas pendientes no se
produjeran: tanto las reformas sociales como la reforma agraria, o la
autodeterminación de los pueblos de España y de sus colonias en África quedaron
pendientes. De nuevo, en los primeros años e la segunda república podemos
hablar de una segunda revolución pasiva española. Dos terribles consecuencias
de esta segunda revolución pasiva fueron: a) la guerra civil de 1936-1939, que
se libró entre dos ejércitos integrados por campesinos y b) las tropas
fascistas tuvieron como base operativa unas colonias en el norte de África a
las que una república más democrática y popular debería de haber otorgado el
derecho de autodeterminación. Una vez más se hacía realidad aquel dicho de
Marx: “El pueblo que oprime a otro pueblo forja sus propias cadenas”.
Como se ha dicho, el catalanismo de aquellos años de la segunda
república fue un catalanismo republicano y popular. La Lliga Regionalista, el
partido de la burguesía industrial catalana, se dedicó a boicotear la república
con todas sus fuerzas, a aliarse con la derecha semi-fascista de Lerroux y de
la CEDA.[36]
Cuando llegó el golpe fascista de 1936, ante el empuje obrero y popular que
derrotó el fascismo, la burguesía catalana huyó al extranjero o a Burgos y pasó
a apoyar o financiar al fascismo.
Como se sabe, la guerra fue perdida por los republicanos y por los
demócratas catalanes y por el resto de republicanos y demócratas españoles. El
fascismo hizo como el inquisidor Arnaud Amalric, en la cruzada contra los
albigeses en el cerco de Beziers (1209): “Neca eos omnes. Deus suos agnoscet”.
O sea: el fascismo no distinguió entre unos y otros en su represión.
La
imposición terrorista de los dogmas del nacionalismo español de estado bajo la
dictadura franquista (1939-1975)
La larga dictadura franquista sostuvo y fue sostenida por una ideología
política reaccionaria: un nacionalismo de estado homogeneizador en lo religioso
y en lo nacional. Un nacionalismo de estado negador de la plurinacionalidad de
los pueblos de España. Las relaciones entre el nacional-catolicismo y las
teorías fascistas de la época, complejas y llenas de matices, han suscitado un
debate historiográfico muy interesante pero intrascendente en lo que afecta al
tema que se trata aquí: el nacionalismo españolista excluyente de estado era un
rasgo común tanto al falangismo (es decir, al fascismo más ortodoxo), como a
los miembros de la ultra-católica ANPC, o al carlismo. Los ideólogos del
franquismo encontraban las raíces de su idea de España en la construcción del
estado absolutista de la época que llaman “Imperio”. Recordemos el lema: “Por
el Imperio hacia Dios”.
Este intento de construcción de un estado homogéneo nacionalmente
usando los métodos terroristas propios del fascismo significó un nuevo intento
de aniquilamiento del hecho catalán: lengua y cultura prohibidos, expulsados de
la escuela y de los medios de comunicación, perseguidos en su uso en la calle.[37] Pero
el franquismo fracasó. No consiguió aniquilar el sentimiento nacional catalán,
tampoco pudo acabar con la lengua catalana. El pueblo catalán siguió hablando
en catalán y sintiéndose parte de una comunidad nacional oprimida dentro de un
estado fascista.
El año 1939 la burguesía industrial catalana, entró de nuevo en
Catalunya acompañando o formando parte de las tropas franquistas, recuperó sus
empresas,[38]
participó de manera entusiasta en la construcción del Estado Nuevo fascista y
en la represión y el encuadramiento de la derrotada clase obrera y el resto de
sectores populares.[39] Pese
a esta actitud servil y cómplice con el fascismo, durante los primeros años de
la dictadura la burguesía industrial catalana no consiguió influir en las
políticas económicas del estado franquista. Solo a finales de los años 1950’s,
determinadas fracciones de la burguesía catalana empezaron a influir en las
políticas industriales del régimen y empezaron a tratar de prever la futura
transición política. Las figuras del ministro franquista y del Opus Dei
Laureano López Rodó o del economista Fabián Estapé fueron algo más que una
anécdota.
Algunas fracciones de la burguesía catalana participaron de las
propuestas de crear una “Junta de Rabadanes” hechas por Jaume Vicens Vives.[40]
Trataban de avanzar en su reconfiguración política y cultural como clase desde
el interior y también en los márgenes del régimen. Instituciones como el
Círculo de Economía o figuras como Joaquin Ferrer Salat y Jordi Pujol
desarrollaron un rol esencial en este intento de reconstituir social y
políticamente la fracción territorial catalana de la burguesía española, en los
márgenes del régimen.[41] Se
trataba, por un lado de articular la influencia de los intereses “catalanes” en
“Madrid” (es decir, en el gobierno del régimen) y de la otra, preparar la
necesaria transición des del franquismo a una nueva forma de dominación de
carácter liberal-representativo como es el actual régimen.
En Catalunya, la resistencia antifascista estuvo protagonizada por la
clase obrera y por sectores populares del catalanismo democrático. El PSUC
trató a lo largo de los años 1940, 1950 y 1960 de unir a la oposición
antifranquista adoptando una justa política en el aspecto nacional y de clase.[42] A
partir de 1960, esta política tuvo como base el folleto El problema nacional català, ( Primera part. Antecedents històrics.
Segona part. El moviment nacional sota la direcció de la burgesia (1898-1936). Redactado
por Pere Ardiaca fue, después de un amplio proceso de discusión colectiva
adoptado por el partido de los comunistas catalanes, el PSUC, como marco de
referencia interpretativo de la historia nacional catalana.[43]
Con el llamado “desarrollismo” de los años sesenta del siglo XX, se
produjo una industrialización en el conjunto del norte y del centro de España.
Catalunya participó de este desarrollo y seguía siendo la “fábrica de España”,
pero ya no exclusivamente. La región de Madrid, Valencia o Sevilla conocieron
una industrialización acelerada que modificó tanto las proporciones de la
participación de cada región en el PIB como la propia constitución de clase de
cada uno de los territorios de España. Fracciones de la burguesía de otras
zonas se unían a la burguesía industrial, capas crecientes de trabajadores del
campo emigraban a las ciudades y se incorporaban a la clase obrera industrial
en las grandes áreas metropolitanas.
En el caso de Catalunya la industrialización de los años cincuenta y
sesenta produjo un cambio radical en la demografía. La población creció de 2
millones y medio a finales de 1950 hasta 6 millones en el año 1980. Este cambio
demográfico era producto de la inmigración masiva de trabajadores procedentes
de otras partes de España. Trabajadores que, naturalmente, no hablaban en
catalán ni se sentían, inicialmente, catalanes. Este fenómeno produjo cambios
muy importantes en la cuestión nacional. El riesgo de la división de los
habitantes de Catalunya entre trabajadores de origen y trabajadores catalanes
de adopción era, en estos años, un peligro latente. Esta emigración masiva se
producía en un contexto político franquista donde la lengua y la cultura
catalana eran semi-clandestinas. Los hijos de esta emigración no podían acceder
al catalán a través de la escuela. No había medios de comunicación masivos en
catalán. Tampoco facilitaba la mezcla y el mestizaje entre los viejos y nuevos catalanes la
concentración de esta nueva población en los extrarradios, en los barrios de
barracas o en barrios de nueva construcción, o que pasaran largas jornadas de
trabajo en fábricas monolingües en castellano.
No faltaron aquellos (en el nacionalismo andaluz y también en sectores de la extrema izquierda)
que trataron de explotar este filón. Pretendían transformar contradicciones
internas entre diversas facciones y sectores de la clase obrera en una lucha de
clases entre burgueses y obreros. Como si todos los catalanes de nacimiento
formasen parte de la burguesía y todos los inmigrantes fueran proletarios. Se
trataba de una posición corporativa demagógica y no orgánica. Mucho más
orgánica y funcional a las necesidades reales de la clase obrera fue la justa
política comunista (del PSUC) y del sindicato clandestino Comisiones Obreras de
considerar ciudadano de Catalunya todo quien vive y trabaja en Catalunya, de
luchar por la unidad de la clase obrera y del pueblo, al tiempo que se
construía una justa política que vinculaba la lucha social con la lucha
nacional. Estos dos ejes estratégicos fueron esenciales para evitar la ruptura
de la habitantes de Catalunya en dos comunidades nacionales. Permitieron al
PSUC disputar la hegemonía a las fuerzas del nacionalismo conservador. Una
disputa de la hegemonía que no habría sido posible sin su política de unir a
los trabajadores, unir al pueblo y unir a las izquierdas. Esta política tuvo un
denominador común que se resumía en la consigna de la oposición antifranquista:
“Llibertat, amnistia, estatut
d'autonomia”. Observemos que en aquellos años, el objetivo
de las fuerzas democráticas catalanas no era tanto conseguir la
autodeterminación sino la recuperación del estatuto de Autonomía aprobado en el
año 1932 durante la segunda República española.[44]
Esta política consiguió que en las elecciones de junio de 1977 la
izquierda (socialistas y comunistas) fuera mayoritaria en Catalunya. A
diferencia del resto de España. Un peligro para los intereses conservadores en
aquel contexto geo-político donde predominaba el llamado factor K. El 11 de
septiembre de aquel mismo año 1977 un millón de personas se manifestaron en
Barcelona bajo el grito de “Somos una nación” y reclamando el Estatuto de
Autonomía. Era un tiempo en que lo social no estaba reñido con lo nacional.
La derecha nacionalista catalana y el gobierno central integrado por el
partido heredero del franquismo, tuvieron que maniobrar para dividir la
izquierda, para disputar la hegemonía y para derrotar a la izquierda en las
primeras elecciones autonómicas. El nacionalismo conservador obtuvo una mayoría
electoral que duró 23 años.
La
tercera revolución pasiva, el régimen del 78 y el derecho de autodeterminación
En los años 60 y 70 del siglo XX, la fuerza y la radicalidad del
movimiento obrero y democrático no fueron suficientes para conseguir la ruptura
democrática con el franquismo y con ella el avance hacia transformaciones
democráticas y sociales profundas, también en la cuestión nacional. Nos
encontramos ante la tercera revolución pasiva de la historia de España, que dio
lugar a los acuerdos de la Constitución de 1978 y de aquello que ahora en
España se llama el régimen del 78. Un régimen que ahora cumple 40 años.
La Constitución del 78 no reconoce el carácter plurinacional del Estado
Español y, mucho menos el derecho de autodeterminación. El artículo 2 reitera
dos veces el concepto de indisolubilidad: “La Constitución se fundamenta en la
indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos
los españoles y reconoce y garantiza el derecho de autonomía de las
nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.
Su redactado fue condicionado por la intervención de uno de los aparatos del
estado profundo: las fuerzas armadas y a través de ellas, de la corona.[45]
No se ofreció al pueblo catalán ni al resto de los pueblos de España,
la posibilidad de votar sobre el carácter republicano o monárquico del nuevo
régimen. El dilema no era “democracia o dictadura”, como engañosamente se hizo
creer al pueblo. Lo que se ofreció al pueblo era: monarquía o monarquía.
Indisolubilidad e indivisibilidad o nada. Es decir, negación del derecho de
autodeterminación.[46]
En diversos artículos de la Constitución los derechos sociales son
simplemente declarados y incumplidos cada día que pasa. En cambio, la propiedad
privada, la monarquía y la indivisibilidad de la patria se cumplen a rajatabla.
Estos son los rasgos fundamentales y reales del régimen. En el trasfondo de
aquello que los nacionalistas españoles llaman “estado de derecho” hay algo
duro, intransigente, irreformable: el estado profundo, el estado que perdura
más allá de las coyunturas electorales y de los gobiernos de turno. El estado
entendido como esqueleto estructurador de un país, como un entramado de leyes,
como una cultura en la administración de las cosas, como una escuela que
conforma una determinada ideología nacionalista de estado.
El estado español actual (como cualquier estado) es un ethos, es una
determinada cultura nacional que se impone sobre territorios que no pertenecen
ni se identifican con esta cultura. Pero en el seno de este estado entendido de
forma integral, existe un núcleo duro: la alta administración del estado, el
aparato judicial y represivo y, en última instancia, el ejército. Un estado
profundo, real, un poder duro, hierático, que no tiene nada de líquido como
sostienen algunos filósofos y sociólogos post-modernos. Un estado profundo, que
en el caso español, que se ha modernizado en las formas y las técnicas de
dominación, pero que permanece como garante de una larga continuidad de dominio
incontestado. Y un estado que, cuando falla el consenso, saca a relucir su cara
más dura: la coerción, el estado de excepción permanente y no declarado, la
violenta indisimulada. Como en el pasado día de 1 de octubre de 2017. Las bases
tanto productivas como culturales del régimen, no lo olvidemos, quedan
remachadas con el ingreso a la comunidad europea el año 1985 sin un debate
transparente sobre las condiciones lesivas del Tratado de Adhesión. También con
el ingreso en la OTAN el año 1982, confirmando el referéndum de 1986 después
del volte face del PSOE. No obstante, y como complemento a la cuestión
de la diferente apreciación sobre las cuestiones de la soberanía, hay que
recordar que los catalanes votaron en el referéndum contra la entrada a la
OTAN. Quizás algunos debieran recordar cosas como ésta.
En definitiva fue la tercera revolución pasiva en la historia de
España. Y con ella, la tercera ocasión perdida para la creación de una nación
española entendida como nación de naciones y de pueblos, como producto de la
unión libre e igual de los pueblos que compartimos el territorio comprendido en
el mapa del actual Reino de España. Quizás el nacionalismo español
post-franquista haya conseguido crear una cierta identificación en determinados
territorios y en una parte de sus habitantes en el actual Reino de España. Pero
está claro que en Catalunya ha fracasado estrepitosamente en esta tarea. No ha
conseguido crear la única nación política de ciudadanos identificada con el
actual estado español. Queda por comprobar que un patriotismo español,
democrático, popular, republicano y federal, basado en el derecho de
autodeterminación y en la libre unión de los pueblos pueda construir en el
futuro una patria común para todos. Por el momento no parece el caso. Quizás
ésta sea la última oportunidad que tiene este patriotismo republicano y federal
español. Una oportunidad que se le está escapando como la arena se escapa entre
los dedos de la mano.
La
actual crisis del régimen del 78
El régimen del 78 ha tenido una larga vida. La crisis actual del
régimen, que empezó sobre el año 2010 con una rebelión multiforme y molecular
contra las medidas austeritarias del gobierno del PSOE,[47] que
siguió con el ciclo de movimiento del 15M y las Marchas de la Dignidad y que,
además, puso en cuestión el encaje de
Catalunya en el reino de España.
Se trata de una crisis de régimen grave. Pero no nos encontramos aún
ante una crisis orgánica. Algunos, como Ciudadanos o el PSOE, pretenden
conseguir la supervivencia del régimen en base a lampedusianos retoques de
detalle. Son los que pretenden que esta crisis sea resuelta a través de una
cuarta revolución pasiva. Por mi parte, quiero creer que aún es pronto para
decretar el final de esta partida. Las fuerzas del cambio aún tienen espacio
político y social para tratar de avanzar hacia la ruptura del régimen. Pero
para hacerlo posible hace falta un análisis claro, una estrategia y una
política justa.
La característica principal del régimen del 78 fue la pérdida total de
soberanía política, económica y militar. De una parte, la subordinación de
España a los designios de la división internacional del trabajo interna de la
Unión Europea o, lo que es lo mismo, a aquello que los geopolíticos alemanes de
los años veinte y treinta del siglo XX denominaron economía del gran espacio (Großraumwirtschaft) o, con una visión más europea,
“comunidad de espacios vitales” (Lebensraumgemeinschaft).[48]
Esta subordinación, casi neo-colonial ha significado grandes cambios en las
estructuras económicas que articulan el bloque histórico español:
desindustrialización, especialización en sectores que atacan el equilibrio
territorial y el medio ambiente y propicios a la corrupción sistémica, como son
la construcción y el turismo, la destrucción de los derechos sociales y
laborales (40 reformas laborales des de 1980); ha significado una insoportable
tasa de paro estructural que, en los momentos máximos ha llegado hasta al 26%
(2013); ha significado que, des del ingreso en la UE, el paro haya estado por
debajo del 10% (actualmente es del 19%);[49]
ha significado el paso de un estado no endeudado a un estado con una deuda
impagable (100% del PIB).[50]
A parte, ha significado la proliferación de actividades económicas clientelares
hechas a la sombra de los presupuestos públicos.
Hoy, el reino de España y dentro de él, la
comunidad autónoma de Catalunya, es un estado que no tiene ninguna soberanía
sobre las cuestiones clave de su economía o de su defensa. En los 33 años que
llevamos dentro de la UE, el desarrollo desigual ha continuado operando
estimulando aún más las diferencias entre territorios. Con este desarrollo
desigual se han acentuado los corporativismos de las clases políticas
regionales. Unas clases políticas regionales que estimulan movimientos
reaccionarios y corporativos en la lucha por el reparto de las migajas de unos
presupuestos del Estado intervenidos y recortados des de la UE. Todas no sólo
la clase política catalana, sino todas. El movimiento obrero, cuando existe, se
suele colocar como fuerza de apoyo de la respectiva burguesía local o regional
en la disputa por el reparto de las decrecientes partidas sociales del
presupuesto público.
La crisis financiera de 2008 operó sobre esta base
productiva y sobre estas culturas políticas. Las políticas austeritarias
impuestas por la troika, afectaron gravemente a las clases obreras y populares:
recortes, privatizaciones, más reforma laboral, en fin, nada que el lector no
sepa. En Catalunya, los abanderados de estas reformas ultra-liberales fueron
los gobiernos de Artur Mas y de la tradicional coalición que ha representado a
la burguesía catalana durante todo el régimen del 78.
Como epifenómeno de esta ubicación neo-colonial de
España, desde la transición hasta hoy, la clase política se dedicó a una
corrupción sin límites. En el
conjunto de España, la corrupción de la banda criminal del PP, la corrupción
del PSOE, la de los sindicatos del régimen y la de una pequeña parte de IU de
la región de Madrid. En Catalunya, la corrupción galopante de Convergencia
Democrática y la de Unió Democrática, con extensiones en algunos de los
alcaldes del PSC. El conjunto de la corrupción llegó y llega en el Reino de
España a cimas abismales. No estamos
ante un fenómeno individual, coyuntural o esporádico: es un rasgo
estructural del régimen. No es algo que provenga de la maldad intrínseca de la
clase política (aunque “haberla, hayla”) si no de la estructura económica que
he resumido más arriba. Acabar con la corrupción necesita algo más que una
solución regeneracionista; hacen falta cambios radicales que no pueden provenir
del régimen ni de sus gestores. Los causantes del problema no pueden ser parte
de su solución.
La población reaccionó ante la crisis financiera
con la creación desde abajo de movimientos como la Plataforma de Afectados por
las Hipotecas (PAH), el movimiento 15 de Mayo (15M), y las Marchas de la
Dignidad. Grandes movimientos de masas en toda España y también en Catalunya
contestaron entre los años 2010 y 2012 todo este panorama y abrieron brechas en
el muro del régimen. El año 2014, la aparición de Podemos y su posterior
alianza electoral con Izquierda Unida ampliaron la brecha en el frente
institucional, consiguiendo cinco millones de votos y la cifra más alta de
diputados conseguidos nunca en España por la izquierda que se sitúa a la
izquierda del PSOE. Pero esto fue todo: se mandó a la gente de vuelta a casa,
se confió todo el trabajo a las instituciones, se priorizó la representación
sobre la democracia. Digamos, en honor a la verdad, que si los movimientos
hubieran sido más potentes y articulados, con toda seguridad el designio de
algunas direcciones de mandar a la gente a casa no habría triunfado.
Por el momento, la crisis del régimen, aunque es
profunda, no llega a constituir una crisis orgánica. El peligro de la
cooptación de la nueva izquierda, sin haberse realizado del todo, es un peligro
latente pero aun no real. Los primeros indicios de transformismo, el síndrome
de Syriza están aquí. El programa de Unidos Podemos sobre la deuda pública es
una muestra clara de que esta fuerza se mueve, aun, en los límites del
syrizismo.[51] El riesgo
de hallarnos ante una cuarta revolución pasiva que configure un nuevo régimen
lampedusiano que dure otros cuarenta años está ante nosotros. Evitar este
peligro es nuestro asunto, nuestra labor.
En el conjunto de esta crisis, una de las únicas piezas fuera de
control es la cuestión catalana.
La burguesía catalana a favor de un
recambio del régimen del 78 y en contra del independentismo
Me parece haber mostrado de manera irrefutable que
la burguesía catalana ( entendida la clase burguesa como un bloque complejo en
proceso constante de recomposición) fue siempre una clase española, o mejor una
de las fracciones de clase de las que se compone lo que podemos llamar
burguesía española.
El crecimiento del movimiento independentista en
Catalunya ha llevado a algunos anquilosados “marxistas” dogmáticos a
caracterizar ese movimiento como un movimiento burgués. Estos “análisis” no
pueden estar más alejados de la realidad. Algunos datos lo demuestran:
1.- Las
organizaciones económico-corporativas burguesas, es decir las
organizaciones patronales van desde la gran empresa catalana (Foment del Treball
Nacional)[52], o la
Cámara Oficial de Contratistes d’ Obres de Catalunya,[53]
hasta las organizaciones de la pequeña y mediana empresa, a los gremios y
colegios profesionales. Es un bloque complejo de grupos sociales y fracciones
de clases que no está exento de contradicciones internas y de confrontaciones
en función de intereses materiales contrapuestos. Sin embargo, por múltiples
razones que no se pueden exponer aquí, la gran patronal ejerce una clara
hegemonía en este bloque. Su actitud ante el régimen de 1978, ante el reino de
España ha sido de participación activa y entusiasta en el mismo. En ningún
momento la burguesía catalana se ha mostrado ni antiespañola, ni favorable a la
independencia. De un lado, Fomento de Trabajo Nacional (FNT) ha seguido su tradición
anterior a la guerra civil y al franquismo: para ella nación es la española,
ahí está su mercado y ahí está el estado que defiende sus intereses de clase.
Esta patronal catalana ha sido un puntal de las organizaciones de la gran
patronal española. Mencionar solo de pasada el rol desarrollado por Carlos
Ferrer Salat en la formación de la gran patronal española la Confederación
Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) durante la formación del
régimen de 1978. Este rol fundador y central de la gran patronal catalana en el
seno de la patronal Española, ha sido y es una característica del mismo sin la
cual no se comprende nada de sus comportamientos políticos. En la actualidad,
la presidencia de la CEOE está ocupada por un catalán procedente del FNT y es
imposible pensar en componer una dirección en la patronal española sin contar
con la patronal catalana. Ello no quiere decir que no hayan contradicciones
entre las diversas fracciones territoriales de la burguesía. La inmensa mayoría
de las organizaciones económico-corporativas de la burguesía catalana han
expresado su rechazo a la independencia, como se puede leer en los comunicados
que publica la prensa o sus páginas web. La burguesía catalana es burguesía
española.
2.- Las
instituciones sociopolíticas de la burguesía. Los lugares de socialización,
de ocio, de debate y de formación de opinión y de conciencia de clase de la
burguesía catalana son variados: el Círculo Ecuestre,[54]
el Cercle d’Economia,[55]
el Cercle del Liceu,[56]
el Patronat de la Fundació Orfeó Català-Palau de la Música Catalana,[57] entre otras. Todos ellos se han mostrado casi de manera
unánime en contra de la independencia y, la mayoría en contra del llamado procés. Cosa que no debiera
sorprender a nadie: como se ha visto, desde el siglo XVIII esa ha sido su pauta
de comportamiento, es su ADN. La burguesía catalana es, como clase, un parte,
una fracción de la burguesía española.
3.- La
burguesía financiera. Durante los siglos XVIII, XIX y gran parte del XX, el
rol preponderante, motor de la industrialización y modernización de la
burguesía catalana, tenía tradicionalmente, un punto débil. Era la debilidad
del sector financiero catalán. Este factor la debilitaba en sus enfrentamientos
con otras fracciones burguesas españolas. Desde los años 60 y 70 del siglo XX,
el regionalismo político de Jordi Pujol consideró ese déficit, como un talón de
Aquiles, como una debilidad estructural y trabajó para darle solución con la
creación de Banca Catalana. La bancarrota de ese banco significó una derrota
personal de Pujol pero también de su fracción de clase. Para suplir este
déficit dos gigantes financieros tanto en la esfera española como en la
internacional tienen su origen en Catalunya: Caixabank y el Banco de Sabadell.
Los directivos de ambos bancos no sólo se han mostrado radicalmente contrarios
a la independencia y a su simulacro, el procés, si no que
durante la crisis del pasado mes octubre de 2017, han desplazado su sede fuera
de Catalunya y han roto radicalmente sus relaciones con el partido heredero de
la antigua CiU para pasar a apoyar al
partido neoliberal y neo-autoritario Ciudadanos.
4.- La
recomposición de la representación política de la burguesía en Catalunya. Tras
el descubrimiento de que la familia del patriarca del nacionalismo burgués
Jordi Pujol actuaba como una mafia corrupta, éste dejó de ser un referente
moral y cultural para amplísimos sectores populares de Catalunya. Ello
significó un duro golpe para la coalición que gobernó Catalunya durante 23
años. Al propio tiempo el empecinamiento de su sucesor Artur Mas, en la
aplicación de las políticas austeritarias ordenadas por la troika acabaron por
erosionar gravemente la hegemonía electoral de dicha coalición. Convergència consideró necesario sumarse al creciente descontento
popular sumándose al movimiento independentista con el fin de recuperar la
popularidad perdida. Hay que insistir en que ese movimiento tiene un carácter
tacticista y fue posterior al crecimiento del movimiento popular
independentista. Además su insistencia en cambiar el derecho de
autodeterminación por el llamado “derecho a decidir” muestra que ese partido
sigue siendo fiel a su tradición: usar la movilización popular para sus propios
fines. En este caso, recuperar los votos perdidos aún a costa de perder durante
un tiempo su rol de partido orgánica y representativo de la burguesía.
Entre 1978 y 2018 una actitud ha sido constante en
el bloque económico, social y cultural burgués ubicado en Catalunya: la
aceptación, la participación, la identificación con el régimen del 78. En la
actualidad la burguesía catalana como clase en bloque rechaza no sólo la idea
de la independencia, si no que considera que el llamado procés como un problema que crea inseguridad jurídica y
económica, en muchos casos ha seguido la consigna de cambio de sede, ha
abandonado en bloque a su vieja referencia política que era la coalición entre Convergència i Unió y ha
apostado y financiado en el nuevo partido que representa mejor sus intereses,
el partido del IBEX 35, Ciudadanos.
Hay que excluir de ese bloque a sectores
minoritarios de la pequeña y mediana empresa, representados en la patronal
CECOT.[58]
Pero el ardor independentista de esta pequeña patronal no es muy grande y se
limita al uso del procés como instrumento de presión y de negociación para conseguir
las inversiones estatales, las infraestructuras que el estado central se niega
a construir en Catalunya y una mejora de las balanzas fiscales. En ningún modo
esta patronal de la pequeña y mediana empresa considera interesante abandonar
el mercado español, hacia el que dirige una parte importante de sus productos.
El crecimiento del movimiento
independentista
En las elecciones autonómicas de 27 de septiembre
de 2015 el voto independentista alcanzó una de sus cimas más altas: la
coalición Junts per Catalunya ( la antigua CiU más ERC) obtuvo el 39,5 % de los
votos y la CUP[59] el 8,94 %.
En total el 48, 44 % de los electores votaron por partidos que llevan la
independencia en su programa. En las elecciones autonómicas de 2 de diciembre
de 2017, estos resultados se sufrieron un ligero descenso en porcentaje: 47,6 % de voto independentista, los dos
principales partidos independentistas no fueron en coalición ( Junts per
Catalunya: 21,7 %; ERC: 21,4 %). Por su
parte, la CUP consiguió 4,5% de los votos.
Sin embargo estos elevados porcentajes de voto
independentista no fueron la pauta de los años del régimen del 78.
Porcentajes
de voto independentista en Catalunya 1977-1996
|
G 77
|
G 79
|
M 79
|
A 80
|
G 82
|
M 83
|
A 84
|
G 86
|
E 87
|
A88
|
M87
|
E 89
|
G 89
|
M 91
|
A 92
|
G 93
|
E 94
|
M 95
|
A 95
|
G 96
|
ERC
|
4,7
EC
|
4,2
|
3,8
|
8,6
|
4,0
|
2,9
|
4,4
|
2,6
|
EP 3,7
|
4,1
|
2,4
|
EP
3,3
|
2,7
|
3,3
|
8,0
|
5,1
|
EP 5,5
|
6,2
|
9,5
|
4,2
|
ENE
|
|
|
|
|
0,9
|
|
|
|
|
|
0,8
|
0,6
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Otros
|
|
1,6
BEAN
|
0,3 PSAN
|
|
|
|
|
|
1,3
HB
|
|
|
0,7 C ll
0,6 HB
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Total
|
4.7
|
5,8
|
4,1
|
8,6
|
4,9
|
2,9
|
4,4
|
2,6
|
5
|
4,1
|
3,2
|
5,2
|
2,7
|
3,3
|
8,0
|
5,1
|
5,5
|
6,2
|
9,5
|
4,2
|
G: elecciones a las
Cortes Española / M: elecciones
Municipales / A: elecciones
Autonómicas / E: elecciones
Europeas
|
||||||||||||||||||||
EC: ERC no legalizada
aún, se presenta en coalición con el PTC
/ EP: ERC participa en la coalición Europa de los Pueblos (EP) en
las elecciones europeas de 1987 y 1989 /
ENE: Entesa de Nacionalistes d’Esquerra / BEAN : Bloc d’Esquerra
d’Alliberament Nacional / PSAN:
Partit Socialista d’Alliberament Nacional / HB: Herri Batasuna / C.ll :
Catalunya Lliure .
|
Es preciso aclarar que en 1991, ERC no era otra cosa
que una versión B de la mayoritaria propuesta autonomista de Convergencia i
Unió. Es decir, hasta ese año no se le podía considerar en puridad como un
partido independentista aunque en su interior hubieran corrientes
independentistas. Como se puede ver el voto independentista en este periodo es
francamente minoritario, aunque vaya experimentando un lento crecimiento. Es
preciso remarcar que es en las elecciones autonómicas donde experimenta registros
más elevados de voto (entre 8 y 9,5 %) que contrastan con los porcentajes más
bajos ( entre el 2’6 % y 5,8 %) en las elecciones al parlamento español. El
independentismo era, en esos años una corriente minoritaria del pueblo catalán.
En contraste, el nacionalismo autonomista y conservador de CiU, parte
integrante del régimen, era una corriente mayoritaria.
Es preciso pues, preguntarse qué ha pasado para que
una parte considerable del pueblo catalán se haya inclinado hacia el
independentismo. El discurso del nacionalismo español ( incluido el de una
parte de la izquierda española) da una explicación simplista: la manipulación
propagandística desarrollada por los independentistas en los últimos habría
engañado a dos millones de personas que se movilizan y votan por objetivos
independentistas. Una explicación simplista y, en el caso de la izquierda
nacionalista española, auto-engañosa.
Creo que el crecimiento del movimiento
independentista catalán es un epifenómeno de la crisis grave pero no orgánica
que sufre el régimen del 78. Hay que enmarcar este crecimiento en los cambios
estructurales que la globalización de la economía y nuestra inserción
neo-colonial en el marco de Europa alemana han producido en la división del
trabajo y en los equilibrios territoriales en el conjunto de España. Las
amplias masas se pueden equivocar pero no son masas de imbéciles manipulables.
La negociación imposible
Es momento de cerrar esta intervención. Haré un pequeño resumen de
algunas de las cosas dichas:
- Históricamente, la burguesía catalana nunca ha
tenido un proyecto independentista. Eso, si ha tenido una visión diferente
respecto de otras fracciones de la burguesía española sobre la gobernación de
España. La contraposición entre librecambismo y proteccionismo ha sido una de
ellas.
- El bloque mayoritario de la gran burguesía
catalana actual está abiertamente en contra no sólo de la independencia, sino
también del simple derecho de autodeterminación.
- La vieja coalición entre Convergència Democràtica
de Catalunya (CDC) i Unió Democràtica de Catalunya ( UDC), ha dejado de ser
funcional a la burguesía catalana. El Ibex 35 y los principales actores de la
burguesía (Fomento de Trabajo, las Cámaras de Comercio, el Círculo de Economía
...) apoyan el principal partido neoliberal español (un partido tipo Macron)
llamado Ciudadanos.
- Esto no cambia el carácter burgués del partido
que ha surgido de la hundimiento de CiU, el PDCAT. Pero la lucha por la
recomposición de la representación política de la burguesía en Catalunya
prosigue. Se trata de una lucha a muerte entre Ciudadanos, PSC y PP de un lado
y PDCAT y ERC por otro. Un análisis detallado de las fracciones de clase que
apoyan a cada partido y de la dinámica de los cambios esta representación está
aún por hacer. Pero está claro que la fracción correspondiente a la gran
burguesía ( la gran banca, las grandes empresas industriales y del sector
agro-industrial) apoyan claramente a Ciudadanos.
- Existe un movimiento popular independentista (de
composición compleja y abigarrada) cuya confrontación creciente con el régimen
del 78 ha llegado mucho más lejos de lo que el propio movimiento nunca hubiera
imaginado. Un movimiento que ha ido perdiendo muchas de sus ilusiones por el
camino: la ilusión en la posibilidad de conseguir un régimen fiscal similar al
régimen foral vasco; la ilusión en un rol arbitral del rey; la ilusión en el
apoyo de la UE o, al menos en un rol arbitral por parte de ésta, en el
conflicto. Es un movimiento con un nivel elevadísimo de auto-organización,
basada en un sólido entramado social de entidades de carácter cultural,
recreativo y deportivo, así como algunos sindicatos y las organizaciones de
base de diversos partidos. Es un movimiento capaz de movilizar a un 70 % de los
alcaldes y concejales de los municipios de Catalunya.
- Existe una competencia entre las entidades que en
los últimos seis años han protagonizado las inmensas y pacíficas movilizaciones
independentistas ( Asamblea Nacional Catalana y Omnium Cultural) con unas
organizaciones más radicales que han surgido en torno al referéndum del pasado
1 de Octubre de 2017, con el objetivo de
organizar y asegurar la celebración del referéndum y de defender la República
catalana que fue proclamada ( sólo retóricamente) el 27 de octubre de 2017.
Estas organizaciones han recibido el nombre de Comités de Defensa de la
República (CDR) y tienen un funcionamiento asambleario. Su composición plural
se nutre de los sectores más comprometidos del movimiento popular
independentista y, por el momento tienen una composición plural. En su haber
tienen las movilizaciones populares de los días 3 y 10 de octubre de 2017,
movilizaciones populares que aspiraban a la categoría de huelga general. En una
escalada de ensañamiento procesal por parte de aparato judicial, los CDR han
sido acusados, como organizaciones terroristas.
- Hay que resaltar que este movimiento popular aún
no ha aceptado que la República catalana ha sido proclamada sólo retóricamente
y que los dirigentes de PDCat y de ERC no tomaron ninguna medida concreta para
implementarla. Esta contradicción entre unas direcciones tímidas y un
movimiento activo y comprometido con el objetivo de la aún está por desarrollar
y, en estos momentos no es posible pronosticar que resultados dará.
-
El crecimiento de este movimiento ha producido una reacción entre una parte de
las clases populares en los barrios de la banlieu
de Barcelona y de Tarragona en contra de la independencia que se ha expresado
con el voto masivo a un partido creado y financiado por las empresas del IBEX
35, Ciudadanos. Un partido que, de llegar al gobierno en España o en Catalunya
no dudará de continuar la política de recortes y privatizaciones que vulnerarán
los intereses materiales de la mayoría de sus votantes.
- Las grandiosas movilizaciones feministas
del pasado 8 de marzo, las movilizaciones de los pensionistas, el relanzamiento
de la movilizaciones de las Marchas de la Dignidad, deberían tener la potencia
y la capacidad de imponer una agenda social. Pero es dificil saber si tendran
esa capacidad.
En conclusión
Si me preguntáis que pienso de todo esto,
os diré unas pocas cosas. Considero que sólo el ejercicio del derecho de
autodeterminación puede resolver políticamente la cuestión catalana. Pero no es
probable: el régimen está asentado sobre la base de la negación de esta opción.
La brutal represión sobre votantes pacíficos del 1 de octubre no fue un error
coyuntural: es una pauta de comportamiento. El encarcelamiento de políticos
independentistas, los procesamientos de alcaldes y de maestros, no son únicamente
imputables a un aparato judicial “independiente”. Es el estado profundo, es el
rey, son los aparatos represivos e ideológicos de la derecha nacionalista
española, post-franquista y corrupta los que estan empeñados en vencer y
humillar a los dos millones de catalanes que han decidido romper con el
régimen.
- Por otra parte, la Unión
Europea, era esperable, no permitirá un ejercicio de soberanía dentro de sus
fronteras.
- La situación en que representantes de la
voluntad popular están en prisión, sin condena firme y sólo para mantener su
voluntad de actuar de acuerdo con su ideología no es una situación democrática
ni que ayude a la solución de los problemas.
- Yo no olvido que en la cárcel hay muchos
más presos de varios movimientos sociales. Incluidos ocho de los jóvenes
condenados a tres años de cárcel que rodearon el Parlamento catalan los días 14
y 15 de junio de 2011 cuando Artur Mas y su partido aplicaban salvajes recortes
sociales. Unos Presos que las campañas por la libertad de los presos de ERC y
del PDCAT suelen olvidar olímpicamente.
Por otra parte, considero que si España se quiere salvar como proyecto
común de todos los pueblos que viven en el interior de las fronteras del actual
Reino de España, debería cumplir varias tareas que considero improbables en el
corto plazo:
a.- en primer lugar, recuperar su
soberanía secuestrada por la UE y por la OTAN. Sin recuperar la soberanía
económica y militar la soberanía de España es, simplemente inexistente.
b.- en segundo lugar debería reconocer
realmente su carácter plurinacional y plurilingüístico. O España reconoce ser
una nación política de ciudadanos compuesta por diversos pueblos y naciones
libres e iguales o no será.
c.- en tercer lugar debería proceder a un
nuevo pacto entre diversos pueblos soberanos en base a un proceso constituyente
y al ejercicio del derecho de autodeterminación por parte de aquellos pueblos
que lo soliciten. España será una unión libre de repúblicas iguales o no será
nunca un estado-nación.
He empezado este intervención diciendo que como comunista catalán estoy
orgulloso de la España republicana, democrática, federal y popular. Siento que
su herencia cultural y política es la mía. No veo ninguna contradicción entre
sentirme a la vez catalán y español de esta España plurinacional. Pero no me siento
español de la España que mantiene los muertos en las cunetas, en la España que
considera como tradición propia el himno fascista "El novio de la
muerte"; de la España que reprime la gente que pacíficamente va a votar;
de la España que grita "a por ellos" despidiendo unos destacamentos
policiales que va a reprimir salvajemente a los catalanes; de la España que
impone una unidad por la fuerza. Este España me excluye.
Desearía que España siguiera siendo un proyecto común de los diversos
pueblos que forman parte de ella, incluido mi pueblo, el catalán. Pero para que
España fuera este proyecto sería necesario que la España republicana rompiera
decididamente con el régimen del 78, con el reino de España, con la monarquía
borbónica y corrupta, con la España monolingüe y mono-nacional, con el proyecto
re-centralitzador que pretende defender un Estado que, dentro de la UE y la
OTAN ha perdido totalmente su soberanía económica, política y militar. Si la
España republicana y democrática no rompe con el reino de España y se mantiene
como leal oposición de su Majestad, puedo deciros que Cataluña marchará
definitivamente.
Desgraciadamente no veo, en la España actual fuerzas que empujen en
esta dirección. No parece que hoy se pueda ofrecer al movimiento popular
independentista una perspectiva de unión libre y igualitaria, una federación de
pueblos entendida no como una descentralización sino como un reparto solidario
y fraternal de soberanías.
Si un movimiento masivo en este sentido no aparece en un tiempo
relativamente corto, hay que saber que el movimiento popular independentista
catalán no sólo se consolidará, sino que se extenderá y que acabará siendo el
elemento central de la política catalana durante décadas. Y de la española,
naturalmente.
[1]En realidad M. D'Azeglio dijo: “la primera necesidad de Italia es que
se formen italianos que sepan cumplir su deber; es decir, que se formen
caracteres elevados y fuertes”, in I mei ricordi, a cargo de S.
Spallenzon, Rizzoli, Milano, 1956, p. 17. Fue Leone Carpi quien transformó esta
frase en el eslogan que usamos aquí. Todo ello citado por Alberto Mario Banti,
Il Risorgimento italiano, Roma-Bari, Editori Laterza, 2018, p.222. Emilio
Gentile explica bien el sentido de lo dicho por d'Azeglio en: Né estato, né
Nazione, Italiani senza meta, Roma-Bari, Editori Laterza, 2013, pp. 26-28.
En cambio, Aldo de Jaco, cita el eslogan dándolo por bueno en: Gli anarchici, Cronaca inedita dell'Unità
d'Italia, Roma, Editori
Riuniti, 2006, p. XV.
[3] He desarrollado esta cuestión
en un reciente texto titulado: Los
bolcheviques y la deconstrucción del imperio zarista (Esbozo), incluido en
el libro AAVV, La revolución rusa de 1917 y el estado. Del Consejo de Comisarios del
Pueblo a la NEP (1917-1921), Barcelona, El Viejo Topo, 2018. De próxima
aparición.
[4] Maximilien Robespierre: Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano
propuesta por Maximilien Robespierre, impresa por la convención nacional, 24 de abril de 1793, artículo XXXVI, en Por la felicidad y por la libertad.
Discursos, Barcelona, El Viejo Topo, 2005, traducción al castellano de Joan
Tafalla, p. 202.
[5] Karl Marx, Extracto
de una comunicación confidencial, 28 de marzo de 1870. In: Obras Escogidas de Marx y Engels, 1976,
Tomo II, pág. 187.
[6] Karl Marx, El consejo general de la AIT a los miembros de la
sección rusa en Ginebra, 24 de marzo de 1870. Obras escogidas de Marx y
Engels, en tres tomos, Moscú, Editorial Progreso, 1976. Tomo II, pág. 182.
[7]Por ejemplo Marx, en La guerra civil en Francia (1871) Obras escogidas de
Marx y Engels, Tomo 2, páginas 214 a 259,
OEME 1976; o V.I. Lenin en El Estado
y la revolución (1917), OC, tomo 33, o en Contribución al problema de la naciones o sobre la “autonomización”,
(1922), OC, tomo 45, Editorial Progreso, 1987.
[8]Engels corrigió esta frase en la edición de 1888: “en clase dirigente
de la nación”.
[9] Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista en OME, Tomo 9, Ed. Critica, Grupo editorial Grijalbo,
Barcelona, 1978, pág. 154.
[10] Pierre Vilar, Sobre els fonaments de
les estructures nacionals, en Estat, nació, socialisme, Barcelona, Curial, 1981.
[11] Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista, loc.cit.
[12]Pierre Vilar, La Catalogne dans
l’Espagne moderne. Recherches sur les fondements économiques des structures
nationales, Paris, SEVPEN, Bibliothèque Générale de l’École Pratique des
Hautes Études, 1962. Primera edición en catalán: Catalunya dins l’Espanya Moderna, cuatro volúmenes, Barcelona, Edicions 62,
noviembre de 1964.
[13]Otra de la fuentes de aquella política fue el folleto: El problema nacional català, ( Primera part.
Antecedents històrics. Segona part. El moviment nacional sota la direcció de la
burgesia (1898-1936). Redactado por Pere Ardiaca fue, después de un proceso
de discusión colectiva adoptado por el PSUC, como marco interpretativo de la
historia nacional catalana. El PCC, partido nacido el año 1982 como reacción crítica
a la política eurocomunista durante la transición, lo volvió a re-editar
durante los años 80 y lo usó como documento de referencia y formación. Quien
haya leído ese folleto encontrará algunas trazas en estas notas.
[14]He usado en estas notas su Introducción a la monumental obra
colectiva: AAVV, Història de Catalunya, ocho
volúmenes, dirigida per Pierre Vilar, Barcelona, edidions 62, 1987, primer
volum, pp. 9-69.
[15] Josep Fontana, La formació d’una
identitat. Una història de Catalunya, Vic, Eumo editorial, 2014.
[16] Por ejemplo: de Henry Kamen, J. H. Elliot, Jordi Nadal, Miquel Izard,
Enric Lluch, Lluís Roura, Joan-Lluís Marfany, Temma Kaplan, Andrew Dowling,
Jorge Cagiao i Guillem Martínez.
[17] Pierre Vilar, Introducció a la
història de Catalunya, Barcelona, edicions 62, p. 24.
[18] Imagino que ante un público francés no hace falta recordar todo el
debate que se esconde tras la expresión “fronteras naturales”.
[19] J.H. Elliot, La revolta catalana
1598-1640, Barcelona, Vicens-Vives, 1989. Primera edición en catalán 1966.
[20] Lluís Roura i Aulinas, Subjecció
i revolta en el segle de la Nova Planta, Vic, Eumo editorial, 2005.
[21] Citado por Josep Fontana. La formació
d'una identitat: Una història de Catalunya (Referències) (Catalan Edition)
(Kindle Locations 3933-3935). Eumo Editorial. Kindle Edition.
[22] Conocida en Catalunya también como Guerra
Gran.
[23] Emili Vigo, La política catalana
del Gran Comitè de Salut Publica, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans,
1956. Sobre la llamada (en Catalunya) Guerra Gran, ver Lluís Roura i Aulinas, Guerra gran a la ratlla de França, dins la
guerra contra la revolució francesa (1793-1795), Barcelona, Curial, 1993.
Lluís Roura, Une ‘république catalane’ au
temps de la révolution ?, Annales
Historiques De La Révolution Française, no. 296, 1994, pp. 257–265.
[24] Conocida en Catalunya, como Guerra
del Francés.
[25] Alberto Maria Banti, Il
Risorgimento italiano, ob.cit., pp. 3-35.
[26] Pierre Vilar, citado por Lázaro, Josep
Fontana. La formación de una identidad: Una història de Catalunya
(Referències) (Catalan Edition) (Kindle Locations 4037-4039). Eumo Editorial.
Kindle Edition.
[27] Habiéndose proclamado la Constitución el 19 de marzo de 1812, en la
festividad de San José, el pueblo pasó a denominar la constitución con el
nombre de Pepa. Pepe es el apelativo cariñoso con que se conoce en España a las
personas de nombre José.
[28] Jordi Nadal, El fracaso de la
Revolución industrial en España, 1814-1913, Barcelona, Ariel, 1975.
[29] Jordi Maluquer, Catalunya la fàbrica d'
Espanya 1833-1936, Edicions de l’Ajuntament de Barcelona, 1985.
[30] Anatoli Ado, Paysans en révolution. Terre, pouvoir et
jacquerie, 1789-1794,
Préface de Michel Vovelle, Paris, Société des Études Robespierristes, 1996. Primera edición rusa, 1971.
[31] Construidos ambas fortificaciones en tras la conquista de Barcelona
por las tropas francesas y castellanas con el fin de controlar la ciudad.
[32] Explicando el primer intento de derribar la Ciudadela, que fue
reprimido por un brutal bombardeo de la ciudad, Josep Fontana explica lo
siguiente: “Defendiendo su participación en el intento derribar la Ciudadela,
los miembros de un batallón de la milicia nacional, formado esencialmente por
menestrales, lo justificaban por su derecho a recuperar unos terrenos que les
habían sido arrebatados «por la fuerza y capricho de un tirano» y remarcaban
que lo habían hecho «porque somos libres, porque somos catalanes”. Lázaro,
Josep Fontana. La formació d'una
identitat: Una història de Catalunya, ob.cit. (Kindle Locations 4231-4234).
Yo veo en expresiones como ésta, un fenómeno similar a los examinados por E.P.
Thompson en el capítulo 4 de su obra La
formación de la clase obrera en Inglaterra, titulado El inglés libre por nacimiento, Barcelona, Editorial crítica, 1989,
prólogo de Josep Fontana, tomo 1, pp. 71- 98.
[34]“Si la vieja política de moderados y progresistas se había hecho en
castellano - Víctor Balaguer se dirigía en castellano a las masas barcelonesas
en los días de la revolución de 1868- la nueva política del catalanismo debería
de hacerse en la lengua de las capas populares que se querían movilizar. Para
que eso fuera posible hacía falta que se hubiera producido previamente la
recuperación de una lengua que la burguesía había abandonado”. Josep Fontana. La formació d'una identitat: Una història de
Catalunya, ob.cit. (Kindle Locations 4533-4536).
[35]Sobre la política nacional del PSUC en aquellos años, se puede leer a
Manuel López Esteve, El PSUC i la lluita
per l'alliberament nacional (1936-1939), in AAVV Les mans del PSUC. Militància, a cura de Josep Puigsech i de Giaime
Pala, Barcelona, Documents del memorial democràtic, nº 7, 2017, pp. 42-62.
[36] Solo hay que recordar la cuestión de la Ley de contratos de Conreo, y
la actitud diametralmente opuesta entre el instituto Catalan de Sant Isidre y
los rabasaires. A veces, la lucha de clases adopta formas y discursos que el
paradigma obrerista kautskyà no llegará a comprender nunca.
[37] Se hace realmente penoso leer los intentos hechos por algunos intelectuales
para disminuir la represión lingüística y cultural del franquismo. Véase:
Eduardo Mendoza, Qué está pasando en
Catalunya, Barcelona, Seix Barral, noviembre 2017. La falta de empatía de
Mendoza hacia los catalano-parlantes me ha provocado un malestar considerable.
[38] Que habían estado en manos de la clases obrera.
[39] He hecho un estudio de caso sobre esta cuestión en: Joan Tafalla,
"La potencia creadora de la nación": depuració, enquadrament, control
i disciplina de la força de treball en una fàbrica tèxtil llanera de Sabadell
(1939-1947)”, Sabadell, revista Arrahona, 2005: Núm.: 29 , 4a època.
[40]Ver mi trabajo La geopolítica i el projecte de país de Jaume Vicens
Vives, (1993), inèdit.
[41]Aunque no toda esta fracción burguesa actuaba en contra del régimen.
[42] Nos desviaría de nuestro objetivo profundizar aquí sobre la obra y
figura de Joan Comorera, primer secretario general del PSUC, expulsado en 1949
del partido, acusado de titista y de nacionalista. Hizo una muy buena
aportación al debate sobre la cuestión nacional y sobre las relaciones entre
Catalunya y España. Excelente biografía a cargo de Miquel Caminal: Joan Comorera i la revolució democràtica, 3 tomos, Barcelona, editorial Empúries, 1985. Se pueden leer algunos de sus escritos en: https://www.marxists.org/catala/comorera/index.htm
[43]El PCC, partido nacido como reacción a la política eurocomunista
durante la transición, lo reeditó durante los años 80 y lo usó como documento
de referencia y formación de sus militantes.
[44] Giaime Pala ha hecho una excelente descripción de la política nacional
del PSUC en estos años en su ponencia presentada en el Tercer Congreso de la
Historia del PSUC. La ponencia se titula: El
PSUC davant la qüestió nacional (1949-1980), in AAVV, Les mans del PSUC. Militància, ob.cit., pp. 202-221.
[45] José Antonio Martín Pallín, El
Ejército, ¿guardián del ordenamiento constitucional? https://www.infolibre.es/noticias/foro_milicia_democracia/2016/06/01/el_ejercito_guardian_del_ordenamiento_constitucional_50597_1861.html
[46] El rey abdicatario, Juan Carlos de Borbón y Borbón declaró los
siguiente: "Días antes de morir, Franco me cogió la mano y me dijo: Alteza, la única
cosa que os pido es que preservéis la unidad de España. No me dijo 'haz una
cosa u otra', no: la unidad de España, lo demás... Si lo piensas, significa
muchas cosas". Si, está claro que significa muchas cosas. http://www.elmundo.es/espana/2016/02/16/56c25d05e2704e8d458b4599.html
[47] Podemos recordar la carta de Mario Draghi y de Jean Claude Trichet a
los gobiernos italiano y español de 4 de agosto de 2011. El gobierno español
negó la existencia de dicha carta. Sin embargo, el ministro de economía
italiano Giulio Tremonti confirmó que el gobierno español había recibido también
la carta. Se puede leer el texto de la carta en Luciano Canfora, È
l’Europa che ce lo chiede, Bari, Laterza, 2012, pp. 59-62. En español en el
libro de dicho autor, La historia falsa y otros escritos, Madrid,
Capitán Swing, 2013, pp. 49-51. La reforma del artículo 135 de la Constitución
española ha sido narrado así con toda desvergüenza por José Luis Rodríguez
Zapatero: “Fue en aquel momento una especie de iniciativa cautelar para no
tener de verme en la tesitura de tomar otras medidas mucho más duras socialmente…
entonces el escenario era llegar a las elecciones o a la campaña electoral como
acabó Italia y Grecia, con Gobiernos técnicos, o tomar alguna iniciativa de
calado que supusiera una imagen de fortaleza y de credibilidad”. Entrevista a
El País, 24 de noviembre de 2013, http://politica.elpais.com/politica/2013/11/23/actualidad/1385241338_816422.html#sumario_3 .
El día 27 de noviembre de 2013, José Luis Rodríguez Zapatero presentó en público
sus memorias, incluyendo, según la prensa este documento que le fue pedido por
activa y por pasiva por la opinión pública, casi dos años más tarde. http://www.eldiario.es/zonacritica/ZP-guardo-memorias_6_201289873.html
[48]Véase la ponencia que presenté en Roma, el 30 de noviembre de 2014,
bajo el título: ¿Cómo
construir un bloque histórico de los países del Mezzogiorno europeo por la recuperación
de la democracia, de la soberanía nacional y del desarrollo social y
ecológicamente justos? http://www.espai-marx.net/ca?id=8605
[49]Ver mi trabajo: ¿Queremos crear empleo? Salgamos del euro y
de la UE, https://marxismocritico.com/2014/03/07/queremos-crear-empleo-salgamos-del-euro-y-de-la-ue-joan-tafalla/
[50]Sobre la deuda del estado español y sus consecuencias en las relaciones
entre los pueblos de España, se puede leer mi trabajo: La servidumbre y
la costumbre, http://www.espai-marx.net/ca?id=10180
[51] Hice un análisis crítico contundente de las inconcreciones del
programa de Unidos Podemos sobre la deuda en: La servidumbre y la costumbre, ob.cit.
[52] Fundado en 17 Reconstituido en 1977 a iniciativa de Carlos Ferrer
Salat, entre otros. http://www.foment.com
[53] Fundada el año 1912. Oligopolio que presume de controlar el 80% ( en
volumen) de la contratación de obra pública de Catalunya. http://www.ccoc.cat
[55] Fundado en 1958, bajo la influencia del historiador Jaume Vicens Vives
y de su propuesta de crear una “junta de Rabadans”, que tuviera como objetivo
la modernización de la economía y de la sociedad catalana. El Rabadan es una
especie de mayoral de los pastores. Desde 1962 organiza una reunión anual donde
reúne a la flor y nata de la economía y de la política española. El actual
presidente es Juan José Bruguera, presidente de Colonial. https://www.cercleeconomia.com
[56] Fundado en 1854. Comparte edificio con el gran teatro del Liceo.
Presidente actual: Sr. Ignacio García-Nieto
Portabella. Vemos anunciada en su pàgina web una conferencia del ex-conseller
de Foment i de Cultura, Santiago Vila. https://www.circulodelliceo.es/es/historia.html
[59] CUP: Candidatures d’Unitat Popular, los
independentistas de la izquierda radical.
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