El debate sobre el 1 de Octubre en Catalunya, sobre el derecho de autodeterminación y sobre la cuestión nacional nos ha pillado los comunistas que formamos parte de alguno de los trozos de lo que fuera el viejo PSUC, sin hacer los deberes. Vaya la autocrítica por delante.
En ese contexto hemos visto proliferar las citas de Marx, de Rosa Luxembourg o de Lenin, usadas de manera instrumental para defender unas tesis o las contrarias. Es lo que tiene presentarse a los exámenes sin haber estudiado ni hecho los deberes.
Se trata del resurgimiento del viejo dogmatismo que nunca muere. Parece que lo habíamos echado por la puerta y vuelve a entrar por la ventana. Se elige una frase fuera de contexto, se recorta y edita de manera chapucera y se coloca sin más, en defensa de la táctica del momento, o de la identidad de cada uno. Se evita estudiar, romperse a cabeza, conocer al autor, la evolución y construcción de su pensamiento.
Antonio Gramsci nos advirtió contra los errores que puede acarrear actuar de ese modo.
En un paso de los Cuadernos de la Cárcel se refirió a la forma en que se debe leer y comprender la obra de los clásicos. Puede que sea útil dedicar un rato a leer este texto:
Cuestiones de método. Si se quiere estudiar el nacimiento
de una concepción del mundo que no fue nunca expuesta sistemáticamente por su
fundador (y cuya coherencia esencial debe buscarse no en cada escrito individual
o serie de escritos, sino en el desarrollo total del variado trabajo
intelectual en el que los elementos de la concepción se hallan implícitos) hay
que hacer preliminarmente un trabajo filológico minucioso y realizado con el
máximo escrúpulo de exactitud, de honradez científica, de lealtad intelectual,
de ausencia de todo prejuicio y apriorismo o toma de partido. Ante todo, es
preciso reconstruir el proceso de desarrollo intelectual del pensador dado para
identificar los elementos que se convirtieron en estables y
"permanentes", o sea que fueron asumidos como pensamiento propio,
distinto o superior al "material" precedentemente estudiado y que
sirvió de estímulo; sólo estos elementos son momentos esenciales del proceso de
desarrollo. Esta selección puede hacerse para periodos más o menos largos,
según lo que se desprende de lo intrínseco y no de noticias externas (que sin
embargo pueden ser utilizadas) y da lugar a una serie de "descartes",
o sea de doctrinas y teorías parciales por las cuales aquel pensador puede
haber tenido, en ciertos momentos, una simpatía, hasta el punto de haberlas
aceptado provisionalmente y haberse servido de ellas para su trabajo crítico o
de creación histórica y científica. Es una observación común de todo estudioso,
como experiencia personal, que cada nueva teoría estudiada con "heroico furor"
(o sea cuando no se estudia por simple curiosidad exterior sino por un profundo
interés) durante cierto tiempo, especialmente si se es joven, atrae por sí
misma, se adueña de toda la personalidad y es limitada por la teoría estudiada
a continuación hasta que se establece un equilibrio critico y se estudia con
profundidad sin por ello rendirse de inmediato a la fascinación del sistema o
del autor estudiado. Esta serie de observaciones valen tanto más cuanto más el
pensador dado es impetuoso, de carácter polémico y carece del espíritu de sistema,
cuando se trata de una personalidad en la cual la actividad teórica y la
práctica están indisolublemente entrelazadas, de un intelecto en continua creación
y en perpetuo movimiento, que siente vigorosamente la autocritica del modo más
despiadado y consecuente. Dadas estas premisas, el trabajo debe seguir estas
líneas: 1] la
reconstrucción de la biografía no sólo por lo que respecta a la actividad
práctica sino especialmente para la actividad intelectual; 2] el registro de
todas las obras, incluso las más desdeñables, en orden cronológico, dividido
según temas intrínsecos: de formación intelectual, de madurez, de posesión y aplicación
del nuevo modo de pensar y de concebir la vida y el mundo. La busca del leitmotiv, del ritmo del pensamiento en
desarrollo, debe ser más importante que las afirmaciones casuales y los
aforismos aislados. (…)
Antonio Gramsci,
Cuadernos de la Cárcel, nº 16 (XXII) 1933-1934, Temas de cultura 1º, § 2. Cuestiones de método.
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