Texto de la intervención de Alejandro Andreassi en la presentación del libro celebrada en la librería Contrabandos
De los
textos de Gramsci editados se desprende la extraordinaria atención que presta Gramsci a la Revolución rusa de la que extrae una réplica al
pensamiento cristalizado y mecanicista que predominaba en esa Segunda
Internacional en crisis ante la claudicación de 1914, un pensamiento
positivista y evolucionista rotulado como “marxismo” que también dominaba en
una parte del socialismo italiano. El pensamiento que revela Gramsci en estos
textos es lo opuesto: frente a determinismo de las
estructuras sociales, acción humana colectiva consciente; frente al reduccionismo economicista,
la importancia de la cultura y la construcción de una nueva moral en el proceso
revolucionario; frente a la evolución pasiva a través de fases prefijadas
de las sociedades hacia un horizonte socialista, la voluntad como
conciencia de objetivos y razonamiento de obstáculos, que son siempre producto
de la actividad histórica humana, para alcanzar la
emancipación; frente a la estatización de los medios de producción, la
democracia real (democracia obrera) en todas las esferas de la vida porque “….
El objetivo del socialismo es la abolición de la división entre gobernados y gobernantes”, por lo que va a ver en los soviets primero y
en los consejos obreros la objetivación de esa abolición.
Debemos
tener en cuenta al examinar los textos que estos abarcan un período pleno de
profundas transformaciones no sólo en la sociedad rusa sino en el propio
proceso revolucionario. Este proceso que alcanza en sus primeros años las
cumbres más altas logradas de democracia radical en la forma de los sóviets, así
como en la “democracia material” representada por el control obrero de la
producción industrial y en la apropiación de la tierra por los campesinos,
comenzará a final del período que comprenden estos textos de Gramsci, después
de la muerte de Lenin, con la aparición de los primeros gérmenes del
centralismo burocrático -que luego caracterizará al período estalinista-, y que
es para Gramsci la negación del centralismo democrático, entendido éste como la
combinación de protagonismo y autonomía de las bases del partido comunista en
la elaboración de los objetivos y métodos políticos + la lealtad y acción
unitaria que se deriva de ese debate democrático. Un ejemplo de esta forma de
pensar se podría hallar en este paso de Gramsci, que aunque posterior (corresponde
a los Cuadernos) ilustra esa posición respecto de la organización y
funcionamiento del intelectual colectivo:
“Una
conciencia colectiva, esto es, un organismo viviente, no se forma sino después
de que la multiplicidad se ha unificado a través del desacuerdo de los
individuos” (Cuaderno 15).
El valor indudable de una publicación de este tipo
viene determinado por dos aspectos. El primero, nos permite de forma ordenada
examinar el pensamiento de Gramsci desde una perspectiva contextualizada en que
vemos la evolución de su pensamiento respecto del acontecimiento fundamental
que analiza: la Revolución rusa, desde su estallido hasta la conformación del
Estado soviético y su articulación internacional. El segundo, y no por ello menos importante,
es que nos permite recuperar las múltiples aristas de un pensador que continúa
siendo fundamental para nuestro tiempo, respecto a una cuestión que continúa
siendo vital: la posibilidad de la revolución y la construcción del socialismo
en las sociedades actuales. Las razones, es que Gramsci es, junto a Lenin, el
gran intérprete de la historia del capitalismo que deriva de la Segunda
Revolución industrial, el cual con diferentes alternativas tecnológicas y de
organización de la explotación del trabajo asalariado continúa rigiendo
nuestras vidas. Pero al mismo tiempo hace esto sin dejar de lado los mejor del
pensamiento de Marx, dándole una continuidad al proyecto inconcluso del mismo.
Porque justamente lo que hizo el marxismo de la Segunda Internacional fue
congelar el pensamiento marxiano, dando por acabada y cerrada su obra teórica,
un cierre que implicó la transformación de un pensamiento vivo y dinámico en la
estructura inerte de un dogma del cual salía expulsada la propia especie humana
como agente de su propia emancipación. Como bien afirma el autor de esta
compilación, Joan Tafalla: “… el marxismo de la subjetividad es el núcleo
central de la concepción de Gramsci” (p. 108, n. 58). De ahí deriva su concepción de la unidad
indisociable entre economía y política (113-115). En su introducción, imprescindible
para extraer el máximo provecho a la lectura de los textos de Gramsci, Joan
Tafalla resume magistralmente el núcleo fundamental del pensamiento gramsciano
-que conservará hasta su trágico final en la cárcel fascista, al considerar que
considera a Gramsci como “…. Un autor
que desde el inicio hasta el final de su obra milita en un marxismo de la
subjetividad, de la voluntad, no determinista, no economicista y no
positivista” y que se resume en el concepto de “filosofía de la praxis” (15), y que afirma con el título del libro
que aquí presentamos: “Como la voluntad lo desee”.
En la primera sección,
que hace referencia a los escritos durante 1917, destaca por su trascendencia
para caracterizar al pensamiento de Gramsci, el célebre que lleva pro título
“la revolución contra El Capital”. En este texto, haciendo referencia a la
Revolución rusa, realiza una crítica acerada al pensamiento sociológicamente y
económicamente determinista predominante en la Segunda Internacional, etapista
y mecanicista, donde a pesar de lo
paradójico del título reivindica el pensamiento más original de Marx, aquel que
podría sintetizarse en la introducción al El
Dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte, en las páginas del Manifiesto
Comunista, o en sus reflexiones sobre las posibilidades de la revolución en
Rusia reflejadas en las cartas a Vera Zasulich:
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre
arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas
circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido
legadas por el pasado”.
La introducción de
Joan me ha permitido extraer de los textos de Gramsci varios temas que pienso
centrales en su reflexión, que a su vez guardan estrecha relación entre sí:
1. Praxis Reivindicación de la autonomía y la libertad individual como condición
de la nueva organización social revolucionaria (127-130) (¿evocación del
Manifiesto?). Nueva apelación contra el mecanicismo y reivindicación de la
acción humana colectiva como el motor de las transformaciones históricas (157).
Acción humana colectiva consciente que es equivalente al espíritu hegeliano (130).
1.1. De ahí deriva la definición que hace de la voluntad
como “conciencia de la finalidad” y por lo tanto “… noción exacta de la
potencia que se tiene y de los medios para expresarla en la acción”, por lo tanto,
la voluntad como antesala y brújula de la praxis (134-135).
1.2. La historia y, por ende, la acción humana,
concebidas como un desarrollo libre, un escenario abierto, sin determinismos ni
necesidades de obligado cumplimiento. Existe en estos textos de Gramsci una
constante refutación del pensamiento vigente en la Segunda internacional, y
para él la revolución rusa era además la refutación práxica de esos esquemas
doctrinales que adquirían así el carácter de concepciones dogmáticas y
preestablecidas. Afirma con ello que “… la libertad es la fuerza inmanente en
la historia” (163 “Utopía”, 25/7/1918). Define la utopía como plan o diseño
social preestablecido por encima o al margen de los intereses, deseos y
acciones colectivas del proletariado que lucha por su libertad y contra la
explotación: “Porque el socialismo no se instaura a fecha fija, sino que es un
continuo devenir, un desarrollo infinito en régimen de libertad, organizada y
controlada por la mayoría de los ciudadanos, o sea por el proletariado” (165).
2. Democracia Gramsci no deja de señalar repetidamente el carácter profundamente
democrático de la revolución rusa, tanto al justificar la disolución de la
Constituyente frente a una forma de auto organización y autogestión de las
masas superior como eran los soviets, o cuando define la cultura política de
los bolcheviques (146-147) como propulsora de una educación política del
proletariado que le permite a éste controlar al poder estatal y coparticipar en
su gobierno: “… trabajan para la realización de aquella república de sabios y
de corresponsables que es el fin necesario de la revolución socialista”.
2.1. La idea concreta de la democracia proletaria queda
definida por Gramsci en su artículo “La Internacional Comunista” (201).
Dictadura del proletariado industrial y campesinado pobre = democracia
proletaria (autogobierno de las masas a través de sus propios órganos
electivos) = Estado proletario = poder de los Consejos.
2.2. Democracia fabril = comisiones internas, pieza clave
del estado socialista que “… existe ya potencialmente en las instituciones de
la vida social características de la clase obrera explotada” (recordar la
concepción actual del origen de los sóviets en el mir campesino) (217).
2.3. La dictadura del proletariado: expansiva, su motor
está en la base social, no es represiva (291-292).
2.4. Muy significativo el párrafo que comienza con: “Han
roto con el pasado, pero ha continuado el pasado […] han continuado,
desarrollado, enriquecido la tradición vital de la clase proletaria, obrera y
campesina”, (209) en el desarrollo de las nuevas formas en las que se funda el
nuevo Estado, el estado de los sóviets, donde destaca el carácter
histórico-práxico de la democracia obrera. Han sido revolucionarios porque han
ayudado a que las formas de organización surgidas en las clases explotadas
-obreras y campesinas- se transformen en los fundamentos de poder del nuevo
estado soviético (recordar aquí los orígenes de los sóviets en las experiencias
de la comuna campesina). La experiencia obrera y campesina (su praxis) elevada
a condiciones de construcción del nuevo Estado. Gramsci considera que las formas
organizativas que objetivan la democracia están asentadas muchas veces en la
tradición de lucha y resistencia de los oprimidos, y que esas formas de
democracia directa que surgen en la Revolución rusa son el resultado de la
experiencia de luchas y en la reflexión sobre esas experiencias, nada parte de
una tabula rasa. En ese sentido esas reflexiones son similares a las que
elaborará años más tarde otro gran pensador marxista, también víctima del
fascismo como Gramsci: Walter Benjamín, cuando señala que los objetivos y metas
del movimiento emancipatorio no residen en un futuro diseñado sino en las
reivindicaciones y promesas incumplidas sufridas por los perdedores de la
historia: las clases subalternas, tal como afirma Benjamin en la tesis XII DE
SUS TESIS SOBRE FILOSOFÍA DE LA HISTORIA, cuando crítica la ilusión futurista
de la socialdemocracia alemana:
“La clase que
lucha, que está sometida, es el sujeto mismo del conocimiento histórico. En
Marx aparece como la última que ha sido esclavizada, como la clase vengadora
que lleva hasta el final la obra de liberación en nombre de generaciones
vencidas. Esta consciencia, que por breve tiempo cobra otra vez vigencia en el
espartaquismo, le ha resultado desde siempre chabacana a la socialdemocracia. En
el curso de tres decenios ha conseguido apagar casi el nombre de un Blanqui
cuyo timbre de bronce había conmovido al siglo precedente. Se ha complacido en
cambio en asignar a la clase obrera el papel de redentora de generaciones
futuras. Con ello ha cortado los nervios de su fuerza mejor. La clase
desaprendió en esta escuela tanto el odio como la voluntad de sacrificio.
Puesto que ambos se alimentan de la imagen de los antecesores esclavizados y no
del ideal de los descendientes liberado”.
2.5. Por último, Joan en la introducción introduce un
paso de los CC donde Gramsci vuelve una vez más a considerar el carácter
histórico de la división del género humano en dominantes y dominados y en la
necesidad de crear las condiciones para que ella desaparezca (22 y 27). Las
palabras de Mathiez al comparar jacobinos y bolcheviques nos hacen recordar a
las de los zapatistas: “Jacobinos y bolcheviques son empujados por una
corriente más fuerte que ellos mismos. Estos dictadores obedecen a sus tropas,
para poderlas comandar” (36).
3. Estado Estado=sociedad (206) “Obliga a toda la sociedad a identificarse con
el Estado” (¿politización total de la sociedad o socialización de la política?)
(207). “No existe sociedad si no en un Estado” (209). Lo continúa en su
artículo “El estado y el socialismo” en el que aclara que el internacionalismo
del movimiento obrero apunta a la desaparición de los estados nacionales, como
estructuras de la dominación capitalista, pero no del Estado como organización
social humana (socialización de la política) (222-223). Lo concibe como el
conjunto de instituciones que la misma sociedad ha ido creando y a través de
las cuales la sociedad toma consciencia de sí misma, o sea que la plenitud de
dicha consciencia se alcanza con la revolución proletaria donde el estado está
conformado por las instituciones que representan y donde se ejerce la autonomía
obrera.
3.1. Pero lo que además diferencia al estado socialista
del estado capitalista es el papel que la participación ciudadana, la
democracia plena tiene en el primero a diferencia de la heteronomía y
alienación del poder político de la mayoría en el segundo (226). El Estado
socialista concebido como el paso necesario para conseguir la completa
emancipación del proletariado (227).
3.2. La concepción del Estado por Gramsci también
reconoce una matriz hegeliana en la medida en que considera al Estado como la
objetivación de la sociedad organizada, y no una mera superestructura de
control político de un sistema económico. Lo considera como el conjunto de articulado
de organizaciones que en el caso de un estado socialista sería conformado por
las organizaciones creadas por el movimiento obrero y campesino con el centro
en la democracia soviética o consejista como estructura omnicomprensiva y con
su núcleo básico en la democracia fabril. Debe tenerse en cuenta que para
Gramsci democracia es “… gobierno de las masas populares, expresándose a través
del Parlamento elegido por sufragio universal”, que constata no existe en
ninguna parte del mundo en ese momento (321). El Estado burgués o la forma de
Estado habitual en el capitalismo también es la organización política de la
sociedad, pero con una diferencia fundamental con la concepción gramsciana del
Estado socialista, y es que ese Estado burgués tiene entre otras funciones la fundamental
de mantener estrictamente separadas la actividad económica donde se reproduce y
amplia el capital de las otras actividades sociales. La esfera económica queda
reservada a una esfera privada donde se reproducen las relaciones de dominación
que aparecen desdibujadas en los otros ámbitos de la actividad social.
3.3. Gramsci considera al Estado obrero -la dictadura
del proletariado- como la mayor garantía de que en Rusia no se produciría una
restauración capitalista, mientras considera al fascismo como la forma más
avanzada y completa de la dictadura capitalista, porque la clase dominante -la
burguesía capitalista- controla directamente al Estado. Al mismo tiempo
considera que las democracias burguesas no son tales en cuanto existen órganos
que limitan y anulan la capacidad de las asambleas que representaban la
soberanía popular, cita los ejemplos de Gran Bretaña, Francia y Alemania
(321-326).
4. Alianza obrero-campesina, Aunque
contrario a las tesis de la Oposición Unificada y principalmente de Trotsky,
Gramsci apuesta por la unidad del PCR y la conciliación apelando a la necesidad
de mantener la alianza obrero-campesina, sostener la NEP y reconocer que esta
no es un retroceso al capitalismo sino una vía en la que las clases
trabajadoras del campo y la ciudad puede experimentar las formas de cooperación
que ayuden a preparar las condiciones para el socialismo. Además, considera
fundamental mantener un curso que permita conquistar y consolidar la hegemonía
del proletariado en la sociedad soviética, lo que implica no sólo el control,
político sino el cambio cultural. Respecto a esto hace una interesante
comparación entre Rusia e Italia, donde considera que esta también posee una
población mayoritariamente campesina con una aculturación influida por las
instituciones eclesiásticas, que agrega una condición particular a la lucha por
la hegemonía. Esta se consigue priorizando los intereses generales de las
clases explotadas ante los intereses corporativos de los diferentes segmentos
del proletariado (328-337).
4.1. Si bien desde un criterio habitual en los medios del movimiento obrero
de la época se consideraba que el socialismo agrario debía imitar al
industrial: industrialización del campo, Gramsci consideraba clave para el
éxito de la revolución el respaldo de los bolcheviques a las reivindicaciones
campesinas que no iban en ese momento en el sentido de la colectivización, sino
de la abolición del latifundio y a favor del reparto en de la tierra, en
condiciones de usufructo (317). Considera que la meta es la industrialización
colectivista del agro, pero considera que debe ser un producto de la evolución
de la sociedad soviética, de la propia experiencia campesina de su relación
como productores individuales o pequeños capitalistas con una gran economía colectivizada
en el marco de la NEP y no una imposición desde el gobierno soviético
(318-319).
5. Lenin Trotsky: sin ser anti-trotskista critica en él su postura frente a la
NEP, y la amenaza que su tesis significaban para el núcleo fundamental de la
revolución: la solidez el bloque obrero-campesino. Esa postura de Trotsky,
Gramsci la atribuye a la supervivencia de sus orígenes ideológicos mencheviques
(295-296).
5.1. El leninismo como como continuador del marxismo (del
pensamiento de Marx) en la fase imperialista del capitalismo (299-300).
Importante para señalar la importancia de la historicidad en el pensamiento
emancipador. Destaca la importancia del concepto de dictadura democrática de
los obreros y los campesinos de Lenin, frente a la de dictadura obrera en el
proceso de la revolución permanente como sostenía Trotsky (301-302), lo que es
coherente con la idea de considerar a obreros, campesinos y pueblos coloniales
como víctimas equivalentes de la explotación capitalista. En cambio, observo
cierta contradicción de Gramsci cuando se refiere a como adquieren los obreros
la concepción socialista, en una formulación similar a la de Lenin en ¿Qué
hacer?, y en cambio contraria a otras concepciones comentadas más arriba
(301).
6. Komintern La Internacional y su apoyo a las repúblicas soviéticas (Rusia y
Hungría): a partir de los organismos obreros desarrollados durante la guerra
(consejos de fábrica, comisiones de control) porque es donde genera su fuerza
el capitalismo donde deben obrar los trabajadores para bloquear la maquinaria
burguesa que pretende acabar con esas repúblicas (230 y 232).
6.1. Para Gramsci los apoyos a la Revolución rusa y a la
Internacional son decisiones inseparables, ya que una y otra están vinculadas y
se refuerzan recíprocamente (254-255), cuando comenta la actitud de los
seguidores de Serrati que adherían a la Komintern, pero rechazaban las 21
condiciones: para Gramsci la Internacional comunista es la realización
internacional de los principios y métodos de la revolución rusa (256). Para
Gramsci la revolución rusa se consolidaría sólo si se produjera la revolución
mundial, pero también la revolución mundial depende de la supervivencia de la
revolución rusa (256).
6.2. En estos nueve años que median entre sus primeros escritos sobre
la revolución y los últimos antes de ser encarcelado, Gramsci varía su opinión
sobre la relación con entre la revolución rusa y el movimiento obrero internacional.
Si al principio serán los procesos revolucionarios, al menos en
los países europeos, los que asegurarán la supervivencia y
consolidación de la revolución rusa, al final la relación se invierte y es la
consolidación del Estado soviético la que facilitará y ayudará al desarrollo
revolucionario en otros países (308).
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