Por un comunismo bien temperado
Estimados amigos de Espai Marx y aledaños,
Estimados jacobinos, comunistas
republicanos y democráticos,
Hace unos días
me sorprendí a mi mismo autodefiniéndome como comunista moderado. Era al calor
de uno de nuestros habituales coloquios virtuales. La cosa no debió sorprenderos
a vosotros que me conocéis y que sabéis el contexto en que se produjo esta
autodefinición. Para quien no estaba en dicho coloquio, diré que yo defendía,
para el contexto de lucha europeo, la vigencia de la propuesta de frente
popular y democrático, en contraposición al impaciente y vácuo eslogan del
“anticapitalismo”. Me parece que la contradicción que actualmente se coloca en
primer plano es la que se produce entre el capital financiero y el conjunto del
pueblo trabajador. Me parece que aquello que se está dirimiendo no es el
principio del libre mercado frente a la planificación centralizada, si no, más
simplemente, la defensa de los intereses del pueblo trabajador frente a la
ofensiva “tous azimuts” del capital financiero. Esta ofensiva ha creado una
crisis política del sistema liberal representativo y ha puesto en el orden del
dia el dilema entre ese sistema y la democracia. Me parece que, hoy, agarrarse
leninianamente al eslabón más débil se reduce a comprender esta verdad.
En ese mismo
contexto podría haberme declarado “socialista unificado”, puesto que, como
sabéis, además de la propuesta de frente único obrero, y de frente popular
democrático antifascista, el VII Congreso de la IC propuso, en su dia la
unificación de los partidos obreros que trajo como consecuencia la formación
del PSUC. Quizá esta parte del VII congreso sea la que esté más desfasada pero
la existencia actual del Front de Gauche o de Die Linke, o en otro contexto,
muy diferente, del partido socialista unificado de Venezuela constituyen una de
esas continuidadades positivas con que la historia nos obsequia de tanto en
tanto. Melenchon, Lafontaine o Chávez son socialistas unificados con los que
los que los viejos y nuevos comunistas podemos y debemos trabajar juntos, aprendiendo
y enseñando cosas. Era en este contexto de debate en la que yo me definía como
“comunista moderado”.
Sin embargo,
esta la definición ofrece algunas ambigüedades y casi roza el oxímoron. ¿Como
se puede ser comunista moderado, si el comunismo es el movimiento que lucha por
la abolición del estado de cosas existentes? Remarquemos: abolición, no
reforma, no evolución. Efectivamente es una definición contradictoria. ¿Significa
que la edad me ha convertido en moderadamente
comunista, o sea, en comunista pero
menos? ¿Significa que con el tiempo he caido en el pecado del moderantismo,
en aceptar una propuesta similar al eurocomunismo tras tres décadas de
criticarla sin descanso ni cuartel?¿Que he caído del caballo en mi particular
camino de Damasco, como tantos de mis antiguos camaradas?
No, pensándolo
bien la definición “comunista moderado” chirría y, por lo menos, a mi, no me conviene. Aquellos que conocen mi
posición contraria a la participación de los comunistas en experiencias de
gobierno unitario con el actual PSOE a nivel autonómico y ( si se diera el
caso) a nivel estatal, pueden, la encontrarán aún más incongruente. No, la
definición que me conviene no es la de comunista moderado.
Hacía días que,
en mis momentos libres pensaba sobre esto. El otro día, escuchando a Bach, como
me le suele suceder a cualquiera, empecé a divagar por los mundos idealmente
harmónicos de la música, y fijé la mirada en el título de la obra que estaba
escuchando. Al instante se me ocurrió que la metáfora que se ajusta mejor a mi
modo actual de ver las cosas sería una aplicación del título de la obra de
Bach. Digamos que me gustaría ser un “comunista bien temperado”. Quitemos lo de
“bien”, para evitar la sensación de prepotencia o pedantería y dejemóslo,
simplemente en “comunista temperado”. No sé nada de música ( soy un simple
escuchante), pero supongo que, en el caso del clave bachiano, lo de bien
temperado debe definir no sólo la afinación del instrumento si no también un
cierto “elan”, una cierta disposición de ánimo por parte del música a la hora
de tocar. Si la expresión incluye una comprensión cabal del tempo y la tesitura
de la partitura, diría que la metáfora puede y quizás deba ser aplicada al
comunismo.
La experiencia
histórica del comunismo es ya larga. Han pasado más de dos siglos, desde la invención
de la palabra por Rétif de la Bretonne, coetánea a la primera grna irru`ción de
las masas populares en el espacio político. Más de doscientos años recorriendo
el mundo como movimiento social que quiere abolir el estado de cosas existente.
El comunismo ha cosechado
numerosos fracasos que, contradictoriamente, se han transformado en sus
principales éxitos morales y culturales ( me refiero a cosas como la Comuna, o
al maquis de la segunda guerra mundial). También ha cosechado numerosos éxitos,
que en ocasiones se han transformado en sus principales fracasos morales y
culturales ( me refiero cosas como que la revolución rusa degenerara en el
estalinismo, a que la resistencia antifascista europea fuera derrotada política
y culturalmente no por el fascismo si no por el capitalismo que se instauró a
la caída de este, o a que en las dictaduras capitalistas china y vietnamita el
instrumento del dominio de la clase burguesa desarrollista se denomine aún
partido comunista, o a que el mayor partido comunista de masas occidental, el
PCI, acabara en lo que ha acabado: en la nada). Espero que sabreis perdonar el
reduccionismo con que estan redactados estos pocos ejemplos, pero una carta debe
ser breve y ello tiene sus costes. Supongo que comprendereis que no haya puesto
ejemplos más próximos, no he querido aducir cosas que, por la carga emocional
que representan para nosotros, desviarían la atención del tema.
La experiencia
histórica del comunismo en estos doscientos años muestra que la definición de
principios de un movimiento o partido, que su liturgia y su cultura política,
quizás sea lo menos importante. Ya sé que me diréis que cuando nos opusimos al
eurocomunismo, o a la desaparición de la denominación comunista, nos
concentramos en la palabra, en el ritual, en la liturgia, en la cultura. Es
verdad, y así nos ha ido.
El qué hacer y el cómo hacerlo deviene más trascendente que las invocaciones
litúrgicas y nostálgicas a los buenos viejos tiempos. Pensemos que los buenos
viejos tiempos no eran tan buenos como nos empeñamos en recordar. ¡Ah, la
memoria humana! Pensemos también que en el momento en que transcurrían, los
buenos viejos tiempos no eran un reductivo recuerdo nostágico idealizado si no fenómenos
extremadamente ricos y complejos.
El comunismo históricamente
existente corre el riesgo de acabar reducido a un fenómeno de un determinado
tiempo histórico, como pueda ser el anabaptismo, por poner un ejemplo
simpático. Si deseamos que el comunismo perdure, si deseamos imponernos al aire
del tiempo, necesitamos un comunismo bien temperado. Un instrumento que, en su
quehacer cotidiano, en su código moral, en su cultura política, en su intento,
no de ser un partido a parte, si no de ser conciencia del conjunto del
movimiento (¡eso sí que es voluntarismo!) debería haber asimilado, contextualizado
y asumido las lecciones de doscientos años de lucha.
Me parece que se
trata de una condición necesaria, casi imposible de ser cumplida por un ser
humano o por un conjunto de ellos. Pero no por ello deja de ser una condición
necesaria. Imprescindible. ¿Es posible que, no un individuo o un pequeño grupo,
si no un movimiento social adquiera tal grado de autoconsciencia histórica?
Francamente, no lo sé.
A esa autoconsciencia
histórica la llamo yo comunismo bien
temperado. Se me ocurre que ninguna de las versiones actuales del comunismo
logrará imponerse y sobrevivir al aire del tiempo, es decir a la actual fase
del capitalismo, sin tomar conciencia de esa necesidad de estar bien temperado.
Se me ocurre que solo un comunismo bien temperado puede levantarse del suelo y,
enfrentándose a la barbarie, dar el de nuevo el do de pecho: Hic Rodus! Hic
salta!
¿Para cuando,
pues, la formación de un club de comunistas temperados (CCT)?
Salud y fraternidad, estimados camaradas,
ciudadanos y amigos
Sota el Matagalls a 28 de maig de 2012
Joan Tafalla
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