dimecres, 13 d’abril del 2022

Entre la melancolía y la esperanza.

En el cuarenta aniversario de la formación del PCC 

Joan Tafalla


Llamadme raro. Pero me da igual lo que podáis pensar de mí.

El cuarenta aniversario de la formación de mi querido y añorado PCC ha producido en mí una reacción poco racional.

Durante todo el día han desfilado por mi cabeza viejos y queridos rostros: Pere Ardiaca, Juan Ramos, Aurora Gómez, Josep Serradell, Paco Trives, Neus Català, Margarida Abril, Josep Muni, Salvador Martorell, Carola Ribaudi, Félix Ferrer, Dolores Solis, Leopoldo Espuny,  Esteban Cerdans, Paco Aguilar, Atilano García, Rafael Juan, Quim Horta, Francesc Luchetti, Daniel Mañas, Francesc Noguero, Julián Nuñez, Rafael Parra, Luis Romero, Luis Salvadores, Paco Sancho, Angel Serradell, Pere Soto, Rufino Vas, Isabel Vicente... y tantos otros. Menciono sólo a aquellos que nos han dejado. Tengo también muy presentes a todos aquellos que aún están presentes entre nosotros. No los menciono. Ellos saben que forman parte de mis recuerdos y de mi respeto, militan donde militen, son mis camaradas.

Resuenan en mi mente viejas y bellas palabras escuchadas a todos ellos. Me conmueven antiguas resonancias ético-políticas y emocionales. Para mí todos ellos son aquello que Gramsci denominaba modelos de vida. No les llego ni a la altura de las suelas de sus zapatos. En el periodo que va de mediados de 1981 a abril de 1982 periodo yo era un simple cuadro intermedio de los miles que resistieron a la "normalización" de aquel gran PSUC que se tragó la transición. Sólo después del sexto congreso, el colectivo consideró que debía asumir una responsabilidad mayor: dirigir durante unos años el semanario Avant.

Llevo horas escuchando en mi interior el viejo eco de las sabias palabras de uno de los poetas que cinceló mi educación sentimental:

"No quiero arrepentirme después

De lo que pudo haber sido y no fue...

Sólo se vive una vez

Hay que aprender a querer y vivir

Hay que saber que la vida se aleja

Y nos deja llorando quimeras". 

Un análisis de la educación sentimental de mi generación y de la anterior, ( Machín, Gardel, León y Quiroga, Manzanero...), quizás daría algunas claves para interpretar nuestra mentalidad. Una educación sentimental que produjo un remarcable fenómeno: la resistencia de un buen puñado de comunistas a la normalización y a la re-subalternización sufrida entre 1977 y 1982.

Entre 1981 y 1982, entre siete y ocho mil militantes comunistas rompimos con la resignación y la impotencia experimentada ante la "transacción del 78" y el eurocomunismo. Decidiremos emprender la construcción de una opción política y social rebelde, que pretendía romper con un régimen que todavía no estaba consolidado del todo: contribuimos a formar el PCC.

Fue un movimiento de base, de esos que no suelen salir en las fotografías oficiales. Comparto aquí unas cuantas de aquellas fotografías que no suelen verse en las historias oficiales. Las he sacado del web del Arxiu JosepSerradell.

Era una opción a contrapelo de todo. Fue recibida por la prensa burguesa con improperios e insultos estigmatizantes e incluso con llamamientos al ministerio del interior a poner orden (“El cambio el PSUC”, editorial de La Vanguardia, 07/I/1981). La jerarquía eurocomunista y la burocracia sindical tuvieron que recurrir al estado de excepción en el interior de sus organizaciones: expulsiones de militantes, destitución de alcaldes y concejales, disolución de gobiernos municipales ( Barberà o Montcada), disolución de organismos partidarios y sindicales... Por su parte, el resto de partidos del régimen nos trataron durante años como apestados.

No me quejo de ello. Era la reacción habitual de los de arriba cuando los de abajo se rebelan. El que no quiera polvo, que no vaya a la era. 

Íbamos a contrapelo de la claudicación. Pero el enemigo de clase y los adversarios políticos y sindicales eran mucho más fuertes que nosotros. Una larga batalla de posiciones nos fue desgastando y derrotando, molecularmente, poco a poco. Nuestras fuerzas materiales y morales no fueron suficientes para resistir una batalla de tanto largo aliento. La división y la cooptación, sempiternas compañeras de las derrotas, nos fueron acompañando a lo largo de este viaje de cuatro décadas. No es un reproche a nadie. Quiero y respeto todos los camaradas que he conocido durante esta larga experiencia vital. Más allá de actuales coincidencias o divergencias políticas, creo que nos une el proyecto de la emancipación social y nacional del pueblo trabajador.

 

A pesar de todo, dimos la batalla. No queríamos arrepentirnos "de lo que pudo haber sido y no fue". Creíamos que era necesario reaccionar, y lo hicimos. Y aquí seguimos. 

Quizás nuestra actitud fuera la última carga de la "brigada ligera". Hoy algunos piensan que fue inútil. Yo creo que fue una batalla bellísima, un desafío ético-político que teníamos que sostener. Luchamos y sembramos.

Hoy, cuando veo el breve e impactante video confeccionado y tuiteado por unos jóvenes militantes de Comunistes de Catalunya, mi corazón de viejo comunista no ha podido más que emocionarse.

Hoy me muevo entre el Escila de la melancolía y el Caribdis de la esperanza.

¡No, el comunismo no ha muerto!


 

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