La cabecera de la manifestación no invita a dormir tranquilamente
Dante Barontini
Hay
que luchar. Las caras tristemente sonrientes de tres entretenedores
acostumbrados a generar sonrisas inteligentes concluyen en torno a esta
afirmación "indiscutible". Fabio Fazio, Michele Serra, Massimo
Gramellini acompañan desde hace décadas la construcción de un imaginario democrático,
antiberlusconiano, anti-racista, tolerante. Ellos son la cara de "bon
ton" de un Partido Democrático que ha demostrado otras, como los que
participan en la investigación de la mafia de capital y / o la cara arrogante
de Renzi, mientras farfulla en la televisión que hay que "cambiar de
dirección" y de noche se mueve la "manita" para salvar a su amo
de Mediaset.
Hay
que luchar. Es el fin de las distinciones, de las dudas, del
rechazo de la violencia en sentido general, moral, ético. Es la otra cara
de la desvergüenza fascio-liguista-lepenista, que cabalga el espíritu de la
época, con el aire de quien "ya habíamos dicho." Una distinción
entre las dos facciones dominantes: Demócratas combatientes respetables confían
plenamente en la inteligencia para llevar a cabo una guerra de
cuyas técnicas no saben nada o no quieren saber nada (Abu Ghraib aún perturba
su conciencia ...), los segundos piden que los dejaran "actuar" libremente,
sin inteligencia, descargando sobre los inmigrantes en general - sin molestarse
en hacer distinciones para ellos demasiado complicadas como nacionalidad,
origen, religión, etc. - una ansia de batallas de "victoria
fácil". Al final, como siempre, los segundos serán las tropas a
sueldo de los primeros.
Hay
que luchar. El "enemigo exterior" es casi perfecto
para el propósito, esta vez. Es un enemigo que se identifica como
totalmente diferente de nosotros, que no hace distinciones de
"subjetividad" (entre los conformistas y los
"anarco-trotskistas", para citar las palabras infames de Jean-Marie
Lepen), que combatió antes a los "comunistas" en Afganistán, después
a los estadounidenses liberales y europeos un poco en todas partes, siempre a los
musulmanes de otras observancias en su casa. ¿Qué mejor momento para
revivir el "gran alianza democrática contra la barbarie", como lo fue
para la Segunda Guerra Mundial? También lo intentaron tras el 11 de
septiembre, con algunos resultados, pero no con la victoria completa.
Hay
que luchar. Sin saber por qué, para qué. A lo sumo, para
seguir siendo lo que somos, para la '' identidad 'occidental y
liberal. Aunque los valores de Occidente están un tanto abandonadas por el
propio Occidente (aparte de la libertad de empresa o la sátira, pero sólo si
esto apunta a "el enemigo"). Sin preguntarse cómo hemos llegado a
este punto, ni que orígenes tiene ese enemigo y por se enfrenta tanto a
"nosotros". Sin recordar que el integrismo islámico tomó forma y
la forma sólo en los años 80, después de la invasión soviética de
Afganistán; cuando se creó la momentánea, pero para ellos utilísima alianza
entre los servicios secretos (intelligence)
occidentales y los combatientes extranjeros (foreign fighters) sunitas-wahabitas; o
mejor dicho, entre el capitalismo occidental y las petromonarquías del Golfo.
Hay
que luchar. Sobre todo, debemos delegar en los aparatos
capacitados la conducción de la guerra. "Nosotros" no sabríamos cómo
y qué hacer, ellos si. "Nosotros" no sabríamos la diferencia
entre un limpiacristales normal y un jihadista potencial, ellos sí. Así
que luchar significa permitir que los aparatos hagan, que cambien las reglas de
nuestra vida civil (leyes, controles, poderes de intrusión, limitaciones a la
"crítica" y a la información, etc.), dispongan de nosotros (los del
"mundo de abajo ") como mejor les parezca.
Hay
que luchar, no cuestionar. Si después vamos a
tener de vérnoslas con Rusia a partir de la cuestión ucraniana, o con alguien
más, ya veremos. No es para nosotros, aquí abajo, para conocer y
comprender. Tendremos que aceptar la idea de que "ahora hay que
luchar." Y pagar el precio, en términos de ataques bajo la casa y de
los "créditos de guerra".
Si
hay que luchar, la democracia es un estorbo. Hablamos
de la democracia real, no su simulacro abstracto,
"auto-certificado". Hablamos de una democracia en la que el
trabajo de los vértices (el "mundo superior") podrá ser sancionado
por la eliminación de las propias cumbres. Pero ahora vemos un régimen en
el cual la "gobernabilidad" debe garantizarse independientemente, y por
tanto las leyes electorales se deben cumplir principalmente para limitar la
aparición de opciones alternativas. Hablamos de una democracia en la que
la "soberanía popular" (no la "nacional", fijaros) es libre
de decidir cómo y para qué producir riqueza, como redistribuirla, como regular la
vida social garantizando el bienestar y los derechos para todos; y en su
lugar se convirtió en régimen en el que las órdenes de "reforma" que
viene de una Troika de los centros decisionales que nadie puede elegir o
quitar.
Si
hay que luchar, en esta sociedad, hay que delegar todo. Para
"defender nuestra forma de vida" vamos a aceptar plenamente el fin de
"nuestra forma de vida", la centralidad del mando político y militar
de las operaciones encomendadas - al menos en parte - a los poderosos que hoy en
París se pondrán a la cabeza de una manifestación consigue participación en el
dolor de todos, pero está sabiamente encaminada a la imposición del "nuevo
orden" de los pocos.
Hay saber y entender que son estos
"líderes" son los principales responsables de una guerra de décadas
de duración que ahora - sólo ahora, después de tanto "reubicación" -
está de vuelta con un impacto devastador en nuestra casa. Y que nunca
tendremos paz - ni prosperidad generalizada y duradera - hasta que aceptaremos
pasivamente una manera de producir riqueza que genera, el asesinato, la
pobreza, la discriminación, la desigualdad, la tortura bajo el paraguas de las
"libertades"; y luego también reacciones airadas, ciegas, devastadores
bajo la cobertura de la propaganda.
La guerra, incluso la de
"civilización", por muy asimétrica que sea, se libra entre dos
sujetos. Y antes o después entrará
en tu casa.
Traduttore/tradittore : Zero a
sinistra
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