Quizás conocéis aquel dicho catalán: "Plou poc però per lo poc que plou, plou prou" ( Llueve poco, pero por lo poco que llueve, llueve bastante). No deja de ser una variante del conformismo, el hermano mayor de la impotencia.
En este principio de año, encuentro muchos mensajes de amigos y conocidos en el Facebook que hablan de 2015 com el año de la revolución democrática.
No pienso añadir agua al vino de nadie. El rol de Casandra no me sienta bien. Ni tant sols m'agrada. Para "gustos, los colores".
Pensando en ello me ha venido a la cabeza una charla que hice el més agosto de 2013 a Mérida para los queridos compañeros de los Campamentos Dignidad.
En un paso determinado de la intervención decía:
"El cambio radical de cultura no puede, ni debe ser, y previsiblemente no será encabezado por especialistas de la política que realicen la habitual ingeniería social desde la instituciones especializadas de la administración de los estados, al margen y por encima de la sociedad. Una revolución cultural para ser tal requiere que sea la gente la que la realice desde su praxis habitual, en la vida cotidiana, con la creación de nuevas pautas de vivir, nuevos usos, nuevas costumbres de vida, sobrias, autónomas, auto construidas. Se trata para decirlo con Gramsci de una reforma intelectual y moral, de la creación de un nuevo ethos, de las forma de vida que configura un nuevo orden social, un nuevo estado, entendido también en el sentido de gramsciano como un estado integral.
Pongamos un ejemplo de aroma gramsciano: la reforma protestante como cambio de vida de grandes masas que dio lugar a una nueva civilización ( alfabetización generalizada, surgimiento de un republicanismo popular y democrático, la guerra campesina encabezada por Thomas Munzer en Alemania, la revolución inglesa en el siglo XVII, la revolución americana y la revolución francesa en el siglo XVIII).
Gramsci confrontaba esa tremenda revolución cultural con el Renacimiento italiano como fenómeno de élites que fue integrado en la Contrarreforma y financiado por los Medici, por el Dux de Venecia o por el Papa).
Ese es el sentido real de la expresión gramsciana “reforma intelectual y moral”. Ahí se encuentra la base del planteamiento de que una revolución debe conquistar la hegemonía cultural antes de conquistar el poder. El nuevo estado debe estar configurado ya en el hacer de las gentes, de los millones y millones que producen las revoluciones reales"
Perdonad la auto-cita. Pero hay motivos sobrados para recordar esto.
Segur que alguien me dice que pido la "lluna en un cove" ( la luna en un canasto). No, no soy utópico, no soy un "somia-truites" ("sueña tortillas", expresión catalana que corresponde a iluso o fantasioso).
Tengo el defecto de decir las cosas por su nombre. La revolución no es un significant vacio. No es un juguete en manos de amantes del giro linguïstico. Una revolución democrática es algo material, corpóreo, real, serio. Es desplazar a les clases dominantes del poder .
Una revolución democrática no es ganar unas elecciones, substituir una parte de la actual generación de la clase política per gente de la generación posterior y reformar una Constitución.
Si Podemos, Ganemos, o la deseada Unidad Popular ganasen les elecciones, no seria poco, no sería bastante.
En fin: no creo que el asunto llegue a ser la cuarta revolución pasiva que se produce en el Estado español desde 1868.
Podéis encontrar más argumentos al respecto en:
Sobre la idea de les tres revoluciones pasivas sucedidas desde 1868 podéis leer el librito: "La izquierda como problema"
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