APUNTES BIOGRÁFICOS
Por José Luís González
Miguel Núñez Pedregosa, nace el 30 de septiembre de 1941 en la calle 7 de agosto, hoy Maestro Carmelo Díaz del pueblo sevillano de Lora del Río, donde la familia tiene una pequeña casa si bien su residencia habitual estaba en una pequeña aldea de chozas, en la zona denominada como LaGitana, a cinco kilómetros del pueblo.
Es el segundo hijo de Miguel, jornalero y pequeño arrendatario de tierra, y Magdalena, de profesión sus labores, es decir todas: la casa, los hijos y ayudar en las tareas del campo.
Son los primeros años de posguerra, hambre y dictadura. Años en los que, lo más básico, comer, no estaba garantizado ni por la cartilla de racionamiento. Menos aún para una familia que llegó a tener 12 hijos.
La economía familiar se sostenía, por tanto del jornal, el beneficio obtenido de la parcela en arrendamiento, lo que cultivaban en huerta y los animales, gallinas y cerdos que ellos criaban.
El apego familiar y ese contacto con la tierra y la naturaleza en general, esos aromas, marcarán –como a Lorca- las inquietudes y la temática de la poesía de Miguel y de sus obras narrativas y teatrales.
Desde muy pequeño, Miguel tuvo que colaborar progresivamente en las tareas más diversas: Desde recoger hierba para los animales o elgrano que caía en tierra, cuidar de los animales, limpiar los cotrrales. Y, de adolescente, las múltiples tareas de cualquier jornalero: escardar, resembrar, entresacar, aporcar, atajar, regar…
En aquellos años, la enseñanza no era obligatoria y para los niños del campo, además, no era fácil. Sólo el interés de los padres y la colaboración de algún maestro –fue el caso de represaliados por el franquismo- de los que no fueron fusilados, que, sobre una bicicleta, recorría los distintos rincones de la zona y por unas pocas pesetas daban clase yendo de casa en casa, de choza en choza. Ese fue el caso de Miguel y sus hermanos. Siempre destacó que, gracias al interés y esfuerzo de sus padres, aprendió a leer, escribir y las cuatro reglas matemáticas. Otros aprendieron en la mili –recordaría Miguel.
De esta forma, cuando en invierno vivían en la casa del pueblo, Miguel y sus hermanos podían asistir a las clases del maestro Caña, un educador y políglota cuyas clases fueron reconocidas en todo el pueblo.
Pronto empezaría a escribir poemas, a modo de romances, sobre sus tíos, hermanos, amigos, la vida del campo… Nadie –salvo él mismo- sabe nada hasta los 14 años.
Miguel tiene hambre, ansias por saber y empieza a estudiar por correspondencia, en los momentos de descanso y en días de lluvia. Se interesa por la cultura en general y el francés.
En 1958 Miguel tiene 17 años y a la familia se le presenta un problema: Le quitan la parcela al no renovárseles el arrendamiento de la parcela y se ve forzada a trasladarse a Coria del Río, pueblo próximo a Sevilla, donde las tierras son mejores y más baratas.
Al poco de estar en Coria, Miguel es tallado y, cuando se incorpora al servicio militar, su familia se queda con dos brazos menos para trabajar el campo y él, por su preparación, llega a ser cabo furrier, teniendo más oportunidades de mostrar sus cualidades humanas, sobre todo la solidaridad. Especialmente compartiendo con los compañeros el contenido de los paquetillos de embutidos caseros que, tras las matanza, enviaban las familias.
Finalizada la mili, vuelve al campo con la familia y, terminada la jornada, asiste a la jornada, asiste a la Escuela de Arte Dramático de Sevilla, donde se ha matriculado y consigue una beca. Miguel va perfilando su vocación y hace dos cursos en un año. Los profesores le dicen “Esto no da para comer y menos viviendo en un pueblo”, pero Miguel no se desanima. Aprende las técnicas como actor y declamador y hace grandes amigos.
En febrero de 1962, cuando la tierra no soluciona las necesidades básicas de la familia y decide emigrar a Cataluña, Miguel se queda en Coria, con un tío suyo, para terminar Declamación, si bien, al no encontrar trabajo de actor, se viene a Sabadell, donde reside la familia.
Trabaja de paleta en la construcción, en fábricas y talleres y, cada vez con más frecuencia, participa en actividades poéticas y teatrales, colaborando en asoci-aciones de todo tipo, incluidas las que entonces había que registrarse gubernati-vamente como “culturales”: sindicatos y partidos de izquierda.
Siempre sintió un profiundo agradecimiento por la acogida que sintió en tierras catalanas.
Miguel tiene 27 años, cuando en 1963 le detectan un carcinoma. Los médicos más optimistas le dan tres meses de vida. Afortunadamente, se equivocaron. Miguel tenía ganas de vivir, ilusión y había muchas tareas pendientes: fin de la dictadura, conquista de las libertades en una España sedienta de Democracia.
Demasiado joven para ser declarado pensionista, pero pudo disponer de todo el tiempo para desarrollar su vocación: la poesía y el teatro.
Es su etapa más creadora y ajetretreada. Sus poemas, de contenido social y hondas raíces andaluzas y campesinas, tienen la mejor de las acogidas entre los obreros de talleres y minas.
Su poesía era una inyección de moral, coraje y esperanza para los trabajadores en momentos de huelga. Todo el mundo quiere oírlo recitar porque pone el alma y, no basta: quieren tener sus poemas.
Es el momento de publicar, pero ¿qué editorial se va a comprometer con ese tipo de conteniodos?
Se recurre a la autoedición y así van editándose sucesivamente
· Mientras voy caminando (1975, 1977, 1980) y Al pueblo trabajador.
· Desde la azada al taller (1976 y 1980).
· Por tu pan y libertad (1977) y De puerta en puerta (1977, 1980).
· Raíces y caminos (1978).
· Teatro: En una casa vieja, Los obreros del cortijo y Encontré mi segunda casa (diciembre del 1979).
Por esos años, el Ayuntamiento de Sabadell le reconoce su contribución a la cultura obrera y popular. Contribución que continuaría con más recitales y nuevos libros.
· Al amor y a la verdad (1983), premio internacional de poesía.
· Lágrimas del alma (1988).
· Páginas de una vida y Caminar amando (1992).
Durante los llamados años de la transición, Miguel llena teatros, campos de fútbol, locales de asociaciones y partidos de Barcelona, Lora del Río y otros pueblos andaluces.
Miguel vuelve a Lora, es acogido en la Asociación de Vecinos Miguel Hernández, y centros educativos como el Colegio Reyes de España, cuya AMPA lleva hoy su nombre.
En la Asociación de vecinos participó en El secreto bien guardado, sainete de Alejandro Casona.
El obrero campesino se convierte en un himno popular porque, más que un poema autobiográfico y es el retrato de gran parte de su auditorio cuando en Córdoba, La Campana, Brenes, Cantillana,… solicitan su presencia en diversos actos y cada cierto tiempo tiene que regresar a Cataluña porque lo reclaman para oírlo recitar.
Estamos en 1980 cuando Miguel volvió a su pueblo en el momento justo para que, desde un pasado que en sus poemas cobraba vida y recuerdo emocionado, construir un futuro mejor: diferente, libre, culto,…
Tras la muerte de su padre, Miguel regresa definitivamente a Lora del Río y, durante un tiempo, se aisla en el campo, junto a su madre y Salvador, el pequeño de los hermanos, la mujer de éste y los sobrinos, dedicándose a escribir, a crear.
En 1993 participa en recitales junto a grandes poetas, como Alberti, en dos ocasiones, quien con un abrazo lo animó a seguir esa tarea. Ese mismo año fallece su madre y para él fue un golpe muy duro de superar.
Miguel se sentía hombre de izquierdas, pero rehusó las propuestas de formar parte de candidaturas porque lo suyo era escribir y su mensaje trascendía lo partidista. Argumentaba que su tarabajo, “como el de los poetas, es universal y eterno” y que, si era poeta del Pueblo, lo sería de todo el Pueblo, no de una parte.
Conecta con un grupo de maestros del C.P. Reyes de España y se integra el Seminario de Animación Sociocultural, conformado por maestros, padres de alumnos, antiguos alumnos y vecinos.
La familia parece que se recompone un poco cuando regresan a Lora del Río, sus hermanos Pepe, el mayor, y su hermana Setefilla. Junto a Salvador, su cuñada Loli y los niños Mari Se y el pequeño Miguel, conforman una pequeña aldea rural en que Miguel no está solo, se siente se siente arropado, querido…, intentando sobrevivir a la ausencia de su madre, pero no evitar la depresión que se hace visible en debilitamiento físico.
Las visitas de amigos lo acompañan y animan. Con la excusa de compartir un picaíllo musical, la guitarra y un plato de tomate con sal parecían tener efectos curativos. Miguel se sentía mejor y, cuando se sentía mejor, cultivaba el huerto, haciendo las faenas con su brazo sano, el izquierdo, cuidando los conejos, gallinas, pavos, gallinas de Guinea,… Parecía feliz y disfrutaba enseñando a los amigos su pequeño zooloógico.
A finales de 1994, decía “Tengo que ponerme para recupeerar todo lo que he dejado de hacer”, pero su salud y tiene que ser ingresado en un Hospital sevillano.
Su cuerpo está cada vez más débil, pero su alma se engrandece y derrocha ganas de vivir. Su vecino de cama –cosas de la vida- es otro poeta loreño: Francisco Vélez Nieto. Los dos debían a ser intervenidos del corazón.
Enero 1995: Paco Vélez prepara un recital poético en los pasillos del Hospital para el sábado 6 de febrero a las 5 de la tarde. Fue su último recital y, de público, el personal del hospital, otros pacientes y familiares éstos.
Miguel fue intervenido el lunes 12 de febrero a las 8 de la mañana. Al salir en la camilla para el quirófano, Miguel se depide de su familia.
La operación resulta muy complicada y, tras ella, Miguel es llevadotá en la UCI, llegando a su final.
El 13 de febrero de 1996, el cuerpo de Miguel recibe sepultura en el Cementerio del pueblo que le vio nacer.
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